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Aunque China sea un hegemón, para Erik del Bufalo: “La base del movimiento ‘trumpista’ aumentará”

China, El American

Erik del Bufalo (Miami, 1972) es un filósofo, crítico sociocultural, novelista, profesor titular de la Universidad Simón Bolívar (USB) y director editorial de la Academia de Autor Plus Ultra. Recientemente tuvimos una charla muy amena donde, con la franqueza que lo caracteriza, nos ayudó a echar luz sobre la coyuntura mundial que atravesamos.

Silvio Salas (SS): La revuelta contra las elites nacionales y supranacionales de 2016 parece haber sido neutralizada. El Acuerdo de Paz en Colombia, rechazado en referéndum, fue impuesto posteriormente y sigue vigente a pesar de las reservas del Gobierno de Duque con la justicia transicional. El Brexit finalmente se va a producir, pero en una versión que sus más encendidos partidarios —Nigel Farage, por ejemplo— consideran “suavizada”. 

¿Puede ser la derrota de Trump el indicativo definitivo de que está llegando a su fin aquello que Alain de Benoist llamó “momento populista” y que R. R. Reno identifica con el retorno a los “dioses fuertes” (a saber, el retorno a las verdades rotundas, los arraigos nacionales, el sentido de orden)? 

Erik del Bufalo: Tengo que expresarte mis grandes reservas con respecto al uso del término “populista”. En ese sentido, estoy lejos de cómo lo usa Alain de Benoist. El concepto de populismo surge en la Rusia zarista, digamos que en la Iglesia ortodoxa, contra la decadencia de las élites monárquicas.

Después se retoma a lo largo del s. XX, primero por el periodismo liberal y después por los socialistas que acusaban a la socialdemocracia de populista, de traficar con las esperanzas del pueblo para que éste no llegara a la conciencia de clases. Entonces esto es un concepto que yo uso muy poco, me parece poco eficiente para explicar nuestro tiempo. Y si te pones a ver toda la democracia es populista de por sí, porque, como demuestra Ernesto Laclau, lo que llamamos hoy democracia se trata de satisfacer demandas cuyo basamento es siempre un significante vacío.

El concepto de populismo es bastante inútil. Es usado supuestamente por un liberalismo institucionalista. Si lo usamos así, como que el pueblo no puede estar sobre las instituciones, tampoco sirve. Es un concepto muy malhadado, es un concepto demasiado mal utilizado (si es que incluso podemos llamarlo concepto).

A ver, tu pregunta también tenía otro aspecto que es interesante, yo no creo que sea la muerte del nacionalismo. Lo que creo que sí se va a agudizar, es la contradicción entre globalismo y nacionalismo, creo que va ser inevitable. Por cierto, el Brexit ahí es un error. Fue un gran error como se planteó desde el principio, se planteó de una manera muy demagógica y muy poco pensada en las consecuencias reales de concretarlo.

Yo sí creo en una Europa unificada, no en la europea de Bruselas necesariamente, ni en la Europa de los bancos alemanes, pero sí tiene que haber un “espacio vital”, para usar el concepto de Carl Schmitt, donde Europa unida es mucho más fuerte, porque ya las potencias europeas todas son menos que medias, y cada vez van a ser más pequeñas comparadas con la fuerza que va a tener China en el futuro, que es la potencia ascendente. Ese es otro aspecto importante: Trump logró manifestar bien al enemigo, el enemigo no es Rusia. Rusia es más bien un “coco” para asustar a las masas, así como Irán.

El gran enemigo, el enemigo real, objetivo, histórico, es China. ¿Por qué lo digo? Porque es la potencia ascendente, y en la medida en que es la potencia ascendente, le va a quitar espacio a Estados Unidos, eso es inevitable entre ellos, y ya se dio. China va hacia arriba y Estados Unidos va hacia abajo.

SS: ¿Qué deja Trump como legado?

Erik del Bufalo: Creo que Trump no tiene un legado. Lo que produjo Trump son efectos, efectos de superficie, pero de superficie importante. El principal logro de Trump fue, de algún modo, producir una especie de virus: manifestar un malestar que ya existía en Estados Unidos, pero que no se había tocado y que ahora es patente, que tiene que ver con una gran escisión entre las clases populares americanas y su democracia por un lado, y por otro lado, el hecho de que el país hace tiempo —y eso lo demuestra muy bien Trump— ya no es un país, es una economía más que un país.

En el orden mundial actual, Estados Unidos es dos cosas: economía y Fuerzas Armadas. El vector nacionalista de Trump hizo manifestar todas estas contradicciones en la sociedad americana. Y si hay un legado, pues es ése: la conciencia de que eso es así, de que es real.

SS: Aprovechando que usted lo menciona, quienes somos lectores de Schmitt entendemos que la política entraña la designación de un enemigo. Figuras como Trump han identificado a este como “globalismo”. Sin embargo, nadie se hace llamar globalista. ¿No deberíamos usar una definición en la que contrario sí se reconozca? ¿Qué consideraciones debemos tener a la hora de escoger un significante enemigo?  Desde la Nueva Derecha recomiendan concreción, apuntar a un “algo” en lugar de a un “alguien”. 

Erik del Bufalo: Esa es mi pelea con la Nueva Derecha, es muy materialista, en ese sentido es poco conservadora. El enemigo siempre es alguien, pero también es algo. Es alguien en el sentido de que la amenaza física siempre viene de un combatiente de otro ejército u otra fuerza, pero la amenaza espiritual la contra-iniciación también viene de una pérdida de fundamentos. En ese sentido estoy más cerca de autores como Heidegger o Jünger que de Alain de Benoist, pero eso es un tema demasiado esotérico para esta entrevista (risas). 

La tesis amigo-enemigo no es la única tesis de Carl Schmitt, y tiene además un marco semántico y de aplicaciones específico. Porque toda polis, la idea de una unidad política, lleva de suyo el hecho de que aparece como defensa, por lo tanto, todo Estado en origen es una organización de defensa. Una organización de defensa es una organización que implica de suyo la idea de amigo-enemigo. Eso lo toma Schmitt de Hobbes, que dice que desde el punto de vista del mundo no hay amigos sino posibles enemigos. Realmente es un todos contra todos, digamos desde el punto de vista del Estado. 

Pero llevando esto a un término más concreto, menos teórico, del mundo actual: ¿cómo se plantea quién es el enemigo? Porque ciertamente globalismo es un término un poco abstracto, incluso a algunos les parece “conspiranoico” o mal visto, y esa es una manera de apuntarlo. Lo que ocurre hoy día es la disolución de los Estados nacionales como aparecieron entre el s. XVII, XVIII y XIX. Y vamos hacia una especie de mercado único, donde lo que se muestra realmente no es tanto el problema del Estado-nación o no, porque el nacionalismo en sí mismo para mí tampoco tiene algún valor absoluto. 

Mira, por ejemplo, cómo la Cristiandad en Occidente vivió milenios sin Estado-nación y tuvo sus logros, tuvo sus alcances. Para mí el concepto de Cristiandad es mucho más interesante (aunque ya no quepa hablar de ella) que el de Nación, o sea que, por un lado, yo no soy particularmente nacionalista en el sentido clásico. Lo que pasa es que, desde el punto de vista de la soberanía (y disculpa que sea abstracto y tan largo, pero tu pregunta, como te decía, tiene mucha tela que cortar) no hay manera de ejercer Soberanía, que es el concepto realmente importante de Carl Schmitt. 

Schmitt trataba de defender dos cosas: la soberanía y la decisión. En un mundo de mercado absolutamente liberal donde se va perdiendo la soberanía y, por lo tanto, la posibilidad de decidir el destino, para que haya soberanía y decisión debe haber algún tipo de unidad política, y la unidad política que aún tenemos son los Estados. Hasta ahora no hay otra alternativa.

En ese sentido, y solo en ese sentido, nación y democracia podrían ser sinónimos. Y la idea de globalismo, es decir, de una élite de mercado sobre las naciones, podría ser el enemigo. Pero eso tendrá que manifestarse mejor y, a medida que se manifieste mejor, recibirá su nombre. Los nombres no se dan antes de la manifestación; la manifestación siempre antecede al nombre. 

O sea, a mí no me preocupa, porque creo que este proceso siempre va a ser más obvio, más evidente y es inevitable. No es un problema de tener o no la agudeza de nombrar. Es un asunto de tener paciencia, porque lo que va a llegar, llegará y está llegando.

SS: Siguiendo en el hilo del uso correcto del lenguaje y la distinción schmittiana amigo-enemigo… Cuando vemos gestos como el de AMLO, que se ha plantado frente a las Big Tech por su censura a Trump (recuerdo que usted tuiteó al respecto), nos replanteamos la utilidad del espectro político tradicional. 

¿Es válido, como hacen muchos autores, sustituir la contraposición izquierda-derecha por soberanismo-globalismo? Parece muy ambicioso el desechar por completo el pensamiento dualista. Lo cierto es que las fuerzas “progresistas” no sólo parecen haber abandonado a su sujeto histórico, sino que directamente desprecian a la clase trabajadora. Recordemos el discurso de Hillary Clinton sobre la “cesta de deplorables”, o los constantes insultos (racistas, xenófobos, Little Englanders) proferidos contra los votantes del Brexit desde los medios del establishment. Fusaro dice que la “izquierda” (énfasis en las comillas) es cada día más fucsia y menos roja.

Erik del Bufalo: El esquema derecha-izquierda, surgido del s. XVIII a partir de la Asamblea Constituyente Francesa, y que tuvo mucho peso en la política contemporánea, ha ido perdiendo sentido por eso mismo que tu bien afirmas: por el cambio de sujeto, no solamente del sujeto ideologizado, o el sujeto cliente de la ideología, sino por quien lo pregona, es decir, quién es el sujeto enunciador de la ideología (esto es lo más sintomático).

La pregunta que yo le haría a los lectores es: ¿Por qué las oligarquías americanas, por qué el statu quo americano, por qué Hollywood, por qué las Big Tech, por qué el Big Pharma, por qué los grandes empresarios americanos son los que llevan las banderas de izquierda? ¿Qué significa esto? Significa que las ideas de izquierda son ahora —y de alguna forma siempre lo fueron por su origen jacobino— una manera de control de masas. 

En cuanto a la derecha, es un concepto muy vaciado de sentido. Llamamos derecha a cosas que no lo son. Si nos ponemos muy estrictos, diríamos que el último hombre “de derecha” fue el príncipe Metternich. Fue el último hombre que defendió el Derecho Divino, que es lo que significa el Ancien Régime. Es algo que ya no existe. Como diría Furio Jesi —de algún modo, malgré lui, precursor de Fusaro— , las nociones de derecha están vaciadas. Vaciadas no de significado sino de sujeto, de personas que en verdad encarnen sus enunciados. 

La derecha actual o no es derecha, o es orgánica a una oligarquía (que puede ser de uno u otro signo, según convenga), o es escapista. Para mí, hablar de izquierda y derecha, en el sentido clásico de jacobinos vs. girondinos, de defender los valores de la Iglesia y de la clase social aristocrática frente a los derechos populares (en esencia como lo plantea Bobbio), la libertad del individuo contra la justicia social, es completamente falso. 

Tomemos el caso de Twitter (una de las Big Tech): suprime la libertad individual y, a la vez, no lucha por la justicia social, sino por sus intereses. Aunque su discurso sea lo más abstracto posible. Y allí está el problema de la ideología woke o del nihilismo woke, que sus enunciados son falsos, son falsificadores en el sentido más estricto de la calificación, que es la inversión de la realidad. No te digo nada novedoso, es lo que señalaba Guy Debord: “la izquierda va a ser una forma de espectáculo del capital de las nuevas oligarquías”.

Desechar el pensamiento dualista es una muy alta aspiración. La cuestión es que muy pocas personas pueden llegar a ello, implicaría muchas iniciaciones, mucho esfuerzo. El problema no es de concepto, o sea, el problema no es de antinomia, de cuál es la mejor antinomia. Todas esas antinomias pueden ser usadas, uno puede usar izquierda-derecha en un contexto, puede usar globalista-nacionalista en otro contexto, etc.

A veces funciona para ciertos fenómenos, pero el problema en última instancia y esto es lo que yo dejo porque realmente si nos mantenemos en las posiciones antinómicas no vamos a ver nunca el verdadero problema que para mí es este: ¿Quién tiene el poder? ¿Dónde está el poder? ¿Dónde está el poder de decisión sobre los hombres? ¿Está donde uno cree que está? ¿Realmente Trump tenía el poder?  ¿Era el hombre más poderoso del mundo? 

Yo creo que no. No sé dónde está exactamente, pero se donde ya no está. Entonces lo que hay que empezar a ver es hacia dónde va. ¿Cuáles son las modificaciones, el dominio del poder sobre los hombres que están ocurriendo hoy en el mundo actual? Para eso es mejor estar abierto y no tener dualidades preconcebidas.

SS: ¿Cree que China puede desplazar a Estados Unidos como hegemón?

China, Trump, guerra comercial
“La base aumentará porque está objetivamente en contraposición a la sobreexplotación del trabajo chino de la que hablábamos antes, que es su enemigo/competidor inmediato”.

Erik del Bufalo: Yo creo que China sí puede ser un hegemón. Pero la idea de hegemón es todavía muy cercana a la idea de los antiguos imperios europeos, del imperio nacional. Y la forma en que se van a dar las hegemonías de mercado global no necesariamente van a hacer visible a un hegemón nacional.

Es decir, la República Nacional China, por ejemplo, sino todo aquello que está conectado a ella. Tomemos el caso de Tesla, el fabricante de autos eléctricos, que tiene sus intereses en China. Está basado en California, pero tiene el grueso de su industria en China. Por tanto, para la compañía son más importantes las decisiones políticas y económicas que se tomen en China que las de California. 

Entonces eso no es una explicitación de un hegemón en el sentido clásico, donde las industrias eran industrias nacionales, donde la Volkswagen era una industria alemana y la FIAT era una industria italiana. No va haber un hegemón claro, en el sentido nacionalista. Tal vez lo que van a haber son dominios, y esos dominios nuevos los podemos ubicar en la hegemonía asiática, que se hará cada vez más presente en el mundo. Donde veo al último hegemón es en Estados Unidos, que claramente está en declive.

SS: Entiendo su punto sobre la ausencia de industrias nacionales. Sin embargo considero que China, aun en un contexto de globalización económica, conserva bastante soberanía. Dice Adrian Pabst que el país asiático busca erigirse en un Estado-civilización. Su modelo es híbrido, postcapitalista, tecno-totalitario, anti-multicultural. De alguna forma impermeable a la influencia del Woke Capital. Se pensaba que al recibir productos culturales occidentales se iría abriendo, pero esto no parece estar sucediendo. 

Erik del Bufalo: El problema de China es triple. El primero es el problema nacional chino, que es complejo. Realmente China son muchas etnias, y muchas dinastías, y muchas castas. Se trata de algo ancestral, milenario, Hegel lo llamaba el “modelo despótico asiático”. Eso está allí, y no es la primera vez que China quiere erigirse en un imperio-civilización, se adelantó mucho a Occidente en ese sentido. 

Pero ese no es el problema, el problema son las otras dos dimensiones. ¿Cuáles son estas? La segunda, que es su gran potencia económica basada en un modelo de sobreexplotación del trabajo, de hipercapitalismo o postcapitalismo brutal. Que nos lleva a una tercera dimensión, que es casi una entidad metafísica: China ofrece a todas las fuerzas que dependen de dicha sobreexplotación un albergue; es el sitio perfecto para que se establezcan. En ese sentido se vuelve como un agujero negro, que absorbe la energía del resto del mundo. Lo veo como un proceso consolidado, indetenible.

SS: China manipula su moneda, roba propiedad intelectual, persigue minorías étnicas y, en el último año, ha mentido reiteradamente sobre la pandemia del COVID-19. A pesar de eso, la mayor parte del establishment político occidental ve al país de Xi Jinping como un socio, no como una amenaza. Lo vimos en el tono adoptado por Biden en la campaña, lo vimos con el principio de acuerdo comercial alcanzado por la UE. Curiosamente, esos mismos actores que se acercan a China son implacables con Rusia. ¿Por qué se ha convertido Rusia en el “coco” (tomando prestada su definición) de los principales organismos occidentales?  

Erik del Bufalo: La pregunta de Rusia es interesante. Rusia es una amenaza para Occidente porque es una nación occidental. ¿En qué sentido es una nación occidental? No el sentido que le damos ahora a Occidente tras la Segunda Guerra Mundial, sino en el sentido primario: Rusia es un bastión cristiano. 

Gran parte de la literatura, de la cultura occidental viene de Rusia o de la periferia del mundo ruso. Entonces, en la medida de que Rusia es un país occidental y a la vez de la negación del occidente actual, que va a caer en el agujero negro chino, tarde o temprano se vuelve un enemigo. Por eso digo que también es algo el enemigo. Rusia se vuelve el enemigo al “nihilismo woke”, y es muy incómodo porque crea muchos cortocircuitos en el discurso. Y en segundo lugar porque los rusos son la coartada perfecta para pelear con un falso enemigo, para tener un “coco” que no es tal. 

Eso lo vemos muy bien en el Medio Oriente, donde al final, a la hora de la verdad, en Siria los rusos tuvieron razón, porque la alternativa al statu quo era ISIS o Al Qaeda. Occidente tuvo que darles la razón. Es un enemigo más bien simbólico, aquí te reafirmo que el enemigo también es ALGO y no siempre ALGUIEN.

SS: No niego que existen teorías conspirativas delirantes —QAnon, por ejemplo—, pero parece haber una manía de descartar todo cuestionamiento a la narrativa oficial como “conspirativo”. ¿Impide esto ver lo que Juan Manuel de Prada califica como las “ideologías inspiradoras”? Es decir, la forma en que las ideologías se traducen en planes, agendas, diseños.

Es una época tan desquiciada, tan fuera de sus goznes como diría Hamlet, que cualquier conspiración que no sea una conspiración oficial (risas), me refiero a una conspiración llevada por los medios, como Russiagate o como que cuatro yahoos, cuatro locos, iban a hacer una insurrección en Estados Unidos, cualquier versión que se desplace del mainstream es conspirativa, como si se hablase de extraterrestres.

Si cualquier versión inconformista de la realidad es atacada como “conspiranoica” es justamente para no permitir que haya disidencia en el pensar, es una sanción moralista, infundada, porque además tampoco se ofrece ninguna explicación oficial nunca; lo que hay es mucha información oficial, pero explicación no la hay. Lo que hay son eventos aleatorios, disconexos, que parecen como lógicos porque hay una gran maquinaria de narrativa que los reproduce como si fuera lo normal, eso tampoco tiene nada de extraño o particular. 

Lo que es particular es que todo tipo de pensamiento sea sancionado. Entonces lo “conspiranoico” entra dentro de lo políticamente correcto, es decir, la política como una rama menor de la psicología social, y todo lo que hace límite de la emotividad socialmente inducida es tachado de esa manera.

SS: Para concluir ¿Cree que la síntesis nacional-conservadora que ha propuesto Trump y su movimiento America First perdurarán? 

Erik del Bufalo: No sé si America First, como tal, sobrevivirá. Lo que sí creo que queda es esa gran masa de la fuerza trabajadora americana. Recuerda que la fuerza principal de Trump es el americano alejado de las costas de California o de Nueva York, que forma la pequeña burguesía, que tiene un comercio, y los trabajadores desplazados por la mano de obra china. 

No sé hasta qué punto el “trumpismo”, para llamarlo de alguna manera (tú les has dado el nombre de nacionalismo conservador), se mantendrá; pero la base del movimiento va aumentar. La base aumentará porque está objetivamente en contraposición a la sobreexplotación del trabajo chino de la que hablábamos antes, que es su enemigo/competidor inmediato. Con Trump tengo muchas reservas, pero creo que es un preámbulo de cosas por venir. Considero que perdió muchas oportunidades, no supo medir el peligro de los medios, fue demagógico cuando no tenía que serlo. 

Falló mucho en confiar en las personas equivocadas, como su yerno (Jared Kushner), como el ex director del FBI. No supo ver que el poder del Estado es un poder muy abigarrado, que tenía que ser más astuto moviendo piezas que al final podían trancarle el juego. Porque en definitiva la presidencia no es EL poder. Es UN poder, más no es EL poder. Además, es una persona con mucho que perder, con intereses económicos y su gran familia. Es muy frágil existencialmente para la épica que quería plantearse, no tenía cómo llevarla a cabo. Pero más allá de Trump, sí, repito, la base incrementará por el descontento en los próximos años.  

Silvio Salas, Venezuelan, is a writer and Social Communicator, with an interest in geopolitics, culture war and civil liberties // Silvio Salas, venezolano, es un comunicador social interesado en temas de geopolítica, libertades civiles y la guerra cultural.

Sigue a Silvio Salas en Twitter: @SilvioSalasR

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