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¿Qué más puede hacer Estados Unidos para que Rusia fracase en Ucrania?

¿Qué más puede hacer Estados Unidos para que Rusia fracase en Ucrania?, EFE

La guerra cumplió un año. Rusia fue el invasor y el desempeño ucraniano ha sido admirable, superando lo esperado, a pesar de que, en esta nueva fase invernal, Rusia tiene la iniciativa bélica en Bakhmut y la negociación no parece posible, fundamentalmente porque ambos no la quieren, al menos en esta etapa.

En este conflicto, también son actores importantes Estados Unidos y China con diferentes plazos y objetivos. La guerra ya es global en sus consecuencias y marca el regreso de la geopolítica y la historia a una globalización que parecía ser solo económica.

Estados Unidos no solo proporciona la mayor parte de las armas y del apoyo de inteligencia, sino que también financia el presupuesto y parte de los servicios que entrega el Estado ucraniano. La pregunta es qué más puede hacer en los aspectos no militares, ya que estos últimos transcurren con su propia dinámica, y, por lo tanto, requieren otro análisis.

Creo que la respuesta pasa por entender las limitaciones que tiene hoy en estos aspectos, que, aunque no son militares, sí tienen importancia para el esfuerzo bélico y el resultado final. Son aspectos, que requieren que Washington tenga conciencia de ellos, lo que no siempre sucede.

El primero es obvio y supera a la guerra misma, ya que tiene que ver con la principal disputa del siglo XXI, la del cetro de superpotencia mundial, donde hoy, estamos siendo testigos nada menos que del cambio de paradigma que está teniendo lugar en Estados Unidos en relación con China, que comienza a ser visto no como un socio, sino como un rival, que además no juega limpio.

El viaje de la dupla Nixon-Kissinger a Beijing en 1972 hizo historia al abrirle el mundo a China continental. Buscaban evitar un acercamiento a la ex URSS, y terminaron contribuyendo a transformarla en el superpoder que es hoy.

Estados Unidos se hizo tributario de una vieja idea cuyas raíces le pertenecen a Aristóteles nada menos, que la prosperidad siempre contribuía a lograr una sociedad democrática. Sin embargo, no fue así, por la sencilla razón que es una idea para la cual no hay suficiente evidencia y la historia del desarrollo está llena de desengaños, incluyendo a América Latina.

Los estertores de la ilusión se vivieron después de la invasión, cuando el Gobierno de USA se negó a aceptar la realidad de una alianza entre las autocracias, y se autoengañó pensando que China podría ser una especie de intermediario para presionar a Moscú, lo cual no ha sido, no es, ni será.

Hoy, con tardanza, se acepta que hay una alianza en construcción que puede transformarse en una alternativa al propio sistema internacional que encabeza. Pienso que la historia a ser escrita en décadas venideras va a registrar como una gran consecuencia de la guerra, el paradójico rol jugado por USA en su creación.

Parte de este nuevo escenario no es la prohibición de TikTok, sino que se actúe en coordinación con Europa, además de la formación de un comité especial del Congreso para China, quizás el primer acto de unión bipartidista entre demócratas y republicanos en mucho tiempo, en un país profundamente polarizado y dividido.

Sin embargo, mientras no se traslade a decisiones legislativas, son solo palabras. Lo económico es muy complicado, ya que es la primera limitación que tiene USA, toda vez que la dependencia de sus empresas de China y su mercado es muy grande, y mientras estén allí, si quisieran establecer las mismas sanciones que a Rusia, probablemente no podrían, por la oposición de esas mismas empresas.

La disposición de China a acatar o no las advertencias y amenazas de Washington se va a conocer pronto. Mi duda es cuanta disuasión conserva hoy USA. En el pasado, China no le ha prestado mucha atención, ya que las veces que ha violado normas de derecho internacional, económicas y políticas, como por ej. Tíbet, Taiwán, Hong-Kong, los uigures, pandemia, proteccionismo, etc., su conducta no ha tenido ninguna consecuencia, distinguiéndose distintos presidentes de USA en esta impunidad, fruto de la incomprensión que China quería reemplazar a USA en el podio y que la competencia desleal era parte de una política de Estado.

Quizás Trump quiso hacer un viraje, pero no pudo ir más allá de sus partidarios.

De hecho, China podría cumplir aparentemente con la amenaza y no venderle armamento avanzado, sin embargo, podría seguir apoyando y en forma muy importante a Rusia. Para ello, bastaría que le aportara su formidable aparato productivo, proporcionándole las municiones que tanto el invasor como el invadido necesitan para mantener la guerra, ya que ahora, hasta el propio Estados Unidos tiene problemas para aportarle a Ucrania todo lo que necesita.

Es decir, USA tiene que aceptar las limitaciones políticas y económicas que tiene, que su palabra no siempre logra la obediencia que espera de otros y que hay mucho escepticismo en su voluntad para cumplir las amenazas. De hecho, Rusia invadió sin prestar atención y se duda si la actual China, poderosa y con objetivos muy claros, va a detener en el 2023 su marcha, hasta el momento, triunfal.

En otras palabras, porque China debiera aceptar un argumento que tenía sentido hace algunos años, pero no en un escenario donde USA sigue siendo el núm. 1, pero con distancias que se reducen día a día.

China no es la única situación donde es clave para Estados Unidos el realismo, es decir, tener una comprensión de las limitaciones que hoy tiene, muchas de ellas, consecuencias de falta de voluntad, y división interna, de la falta de un horizonte tan claro como el que tuvo en la guerra fría.

Eso se nota en segundo lugar a nivel mundial, ya que esta alianza entre Rusia y China marca claramente el regreso a un mundo bipolar, donde Rusia será la parte débil, en forma muy subordinada. En otras palabras, un rol similar a lo que puede ser la Unión Europea para Estados Unidos, comprobado una vez más en la forma como ha evolucionado el tema de la energía, hoy más dependiente de USA que de Rusia. Al menos, en definitiva, no se produjo el peor escenario, el desabastecimiento que se había pronosticado para Europa, junto a la llegada del invierno.

En tercer lugar, USA necesita actuar con el mayor realismo posible en relación con Rusia. Si en el pasado, ante la inactividad de USA ese poder fue sobreestimado, quizás por el ataque a Georgia o la toma de Crimea o por haber estado entre los triunfadores de Siria, hoy no pueden caer en su contrario, que es la subestimación. Rusia sigue siendo -y por eso amenaza – un poder nuclear equivalente, y su derrota puede ocurrir, pero es difícil imaginar un escenario catastrófico que signifique un cambio total en Rusia. No se ve evidencia real que Putin haya perdido su control, pero aun si fuera desplazado, la política territorial de la Gran Rusia que viene de los zares y que se mantuvo bajo el comunismo, difícilmente va a cambiar por quien lo reemplace, a no ser que ocurra algo tan inesperado como que Rusia sea invitada a ingresar a Europa o a la OTAN.

Como ello no va a ocurrir, esta dosis de realismo debe ir acompañada por la necesidad de tener más canales de comunicación con el Kremlin, ya que ni China, y menos Turquía o Francia pueden serlo. Para la superpotencia principal, y Estados Unidos todavía lo sigue siendo, existe al menos el imperativo de mantener abiertos los mismos canales de comunicación que existieron con la URSS.

En cuarto lugar, las sanciones simplemente no han dado los resultados esperados, ya que no han logrado su objetivo de detener la maquinaria bélica, como tampoco parece haber colapsado la economía rusa. La necesidad es también práctica, ya que se encadena a una lista de fracasos en lograr su objetivo principal, lo que también ocurrió con las sanciones a Saddam y a los ayatolas.

En quinto lugar, la disminución de la influencia y poder de USA también se expresa en que Rusia en realidad ha sido aislada solo del primer mundo, es decir, Europa, Japón, Australia, Nueva Zelanda y similares, ya que, en el Medio Oriente, India, América Latina, África, buena parte de Asia y de la ex Unión Soviética predomina más bien la indiferencia, salvo la ocasional votación en la ONU. Al respecto, basta ver la propuesta de paz de Lula, muy similar a la de China.

En sexto lugar, hay que tener conciencia de la tremenda destrucción de Ucrania, de su infraestructura, del éxodo de un porcentaje significativo de su población, por lo que toda promesa debe ser cumplida, ya que la del ingreso a la Unión Europea y a la OTAN que se le hizo a Ucrania el 2014, no lo fue. Quizás va a tomar mucho tiempo, ya que existe UNA (larga) lista de espera, con el agregado de no saber si otros países van a querer asumir el tremendo costo de la reconstrucción.

Al respecto, como lo recuerda Irán, tampoco se le cumplió a Ucrania el compromiso asumido en 1991 por USA y el Reino Unido que, a cambio de la renuncia a poseer armas atómicas se le garantizaban las fronteras al nuevo país.

En séptimo lugar, quizás hay que ir ajustando las expectativas sobre Putin. No ayuda presentar escenarios que no parecen realistas como que su derrocamiento está a punto de ocurrir, que va a ser juzgado por sus crímenes o que su autoritarismo enfrenta fuerte oposición en las calles.

Además, hay decisiones que han contribuido a fortalecerlo, como, por ejemplo, la llamada “cancelación” de Rusia, la cortina de hierro al revés, dificultándose las apariciones de atletas y artistas. La evidencia disponible apunta a una narrativa rusa para crear la falsa idea que se les despreciaría como pueblo.

El realismo se impone al no existir hoy una real alternativa democrática o liberal en Rusia, y por mucho tiempo más. Quizás, en vez de la mirada complaciente de un jugador de ajedrez hay que ver a Putin como un jugador de póker, que intimida al adversario al duplicar la apuesta.

Fracasada la toma de Kiev del 2022, el objetivo ruso pareciera ser la partición de hecho de Ucrania, tal como ocurrió en el paralelo 38 de Corea en 1953. Hasta hoy.

En conclusión, estas son opiniones que no incluyen el tema de las armas propiamente tal, lo que necesitaría otro análisis. Y aunque no lo hagan, sí influyen en lo bélico y en el resultado de la guerra.

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Es una invitación al mayor realismo posible, a salir del reemplazo de la sobreestimación por la subestimación a quien sin duda fue el agresor, pero que difícilmente se va a desmoronar repentinamente, y que, en ese escenario, todavía puede seguir amenazando con una novedad a lo que fue Hiroshima, el uso de armas nucleares tácticas.

Este realismo (Kissinger y Reagan dixit) estuvo detrás del triunfo en la Guerra Fría. Hoy, USA tiene claridad en su apoyo a Ucrania, pero a diferencia de la Guerra Fría todavía no define las líneas rojas que no pueden ser traspasadas y cuáles son sus intereses nacionales involucrados en Ucrania. Además, sin unidad interna.

¿Está decidida USA a mantener su estatus de única superpotencia que ostenta desde la desaparición de la URSS?

Quizás la respuesta dependerá de las decisiones que tome en relación con Ucrania, pero para encabezar a una parte del mundo debe tener certezas de las que hoy carece.


Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y el Interamerican Institute for Democracy.

Ricardo Israel es un reconocido escritor, bogado, analista político y académico chileno. Fue candidato presidencial de su país en 2013. Actualmente hace parte del directorio del Interamerican Institute for Democracy // Ricardo Israel is a renowned Chilean writer, lawyer, political analyst and academic. He was a presidential candidate in his country in 2013. He is currently a member of the board of directors of the Interamerican Institute for Democracy

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