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Excepcionalismo americano en la división y el conflicto

Excepcionalismo americano en la división y el conflicto

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Por José Azel*

Excepcionalismo americano es la creencia de que Estados Unidos es único entre las naciones con respecto a su democracia y libertades individuales. La idea del excepcionalismo americano enraíza en la Revolución americana. En el párrafo inicial de Federalista No. 1, Alexander Hamilton destaca:

“parece haber sido reservado al pueblo de este país, por su conducta y ejemplo, decidir la importante cuestión de si las sociedades humanas son realmente capaces o no de establecer buenos gobiernos por reflexión y selección, o si están destinadas eternamente a depender de accidentes o fuerza para sus constituciones políticas”.

Aunque el historiador francés Alexis de Tocqueville fue posiblemente el primero en describir el país como excepcional, encuentro irónico que fuera el dictador soviético Joseph Stalin quien realmente acuñara la frase excepcionalismo americano en 1929. Stalin estaba criticando una facción del Partido Comunista americano por defender el criterio de que Estados Unidos era único, y entonces exento de algunos elementos revolucionarios de la teoría marxista. Stalin, en desacuerdo cáustico, llamó a esas ideas “la herejía del excepcionalismo americano”.

Algunos, como el presidente Barack Obama, dudan del excepcionalismo americano. Pero los creyentes en lo distintivo de la cultura americana normalmente basan sus explicaciones sobre el excepcionalismo americano en los recursos naturales de USA, su capacidad industrial, ausencia de rígidas distinciones clasistas, falta de tradiciones feudales, raíces puritanas y más. Además, los Padres Fundadores confiaban más en ideales republicanos que en una herencia común, etnicidad o clase rectora. Yo baso mi creencia en el excepcionalismo en la distintiva habilidad americana de convertir la división y el conflicto en fortaleza nacional.

Pocas naciones piensan en la división y el conflicto como fortaleza; prefieren buscar unidad y hablan del bien común. Pero buscando el bien común las sociedades unificadas deben demandar sumisión y obediencia. Cuando la unidad y el bien común son primordiales, las ideas disidentes y opiniones minoritarias no pueden tolerarse. Por ejemplo, durante el Terror en la Revolución Francesa, se creía que una nación exitosa requería armonía social, forzando la aniquilación de todas las facciones disidentes. Los regímenes socialistas comparten esta creencia de la erradicación de facciones en nombre de la unidad y el bien común.

Cuando “el pueblo” se concibe como ser colectivo, la búsqueda de felicidad individual deviene un ataque al orden social. Sociedades comprometidas con la fantasía de felicidad común persiguen la igualdad a expensas de derechos individuales y libertades. El culto a la unidad conduce a formas extremas de gobierno que rechazan legitimidad a cualquier oposición.

James Madison, en Federalista No. 10, explicaba claramente que diferencias y facciones no podían erradicarse de la sociedad sin sacrificar la libertad misma. Consiguientemente, el excepcionalismo americano produjo un gobierno específicamente diseñado para impedir unidad o unanimidad. El entendimiento constitucional americano es un acuerdo para discrepar.

Madison, en su proyecto para el gobierno americano, rechazó la idea de los americanos como “una masa homogénea”. Su plan daba a los ciudadanos libertad de actuar en sus propios intereses e involucrarse en conflictos pacíficos con otros. En esta demostración de excepcionalismo americano, el gobierno no haría esfuerzos para evitar conflictos. Buscaría solamente canalizarlos con la división de poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y una estructura de gobierno federal. Madison consideraba que la división y el conflicto eran útiles para impedir una concentración de poder. Tengamos esto en cuenta cuando escuchemos estridentes llamados a la unidad. Discordia y discusión son preferibles al despotismo.

Otra dimensión del excepcionalismo americano, manejando división y conflicto, es la consideración de que las batallas políticas tienen lugar en la arena de ideologías y no como conflictos entre individuos. Los americanos compartimos el criterio de que la oposición se dirige contra un conjunto de políticas, no contra la legitimidad del gobierno en sí mismo. Los americanos reconocemos el valor de la oposición leal.

Pero el núcleo del excepcionalismo americano, para parafrasear al teórico político Louis Hartz, es un glaciar asentado sobre “miles de convicciones sumergidas” de individualismo y libertad. La poco apreciada esencia del excepcionalismo americano es una comprensión innata de que división y conflicto son guardianes de la libertad. Celebremos nuestras divisiones y conflictos.

Excepcionalismo americano en la división y el conflicto
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*Es catedrático del Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami. Posee una maestría en Administración de Empresas y un doctorado en Relaciones Internacionales de la Universidad de Miami.

Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y el Interamerican Institute for Democracy.

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