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Los comisarios de la verdad en Facebook

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La censura “progre” y revolucionaria de las grandes corporaciones tecnológicas sigue estando a la orden del día, lamentablemente. No son menos sino más los episodios que tenemos que confrontar en la medida en la que somos molestos para una “verdad oficial”.

Da igual que hablemos de Zuckerberg, de Dorsey o de quienes estén empleados en la sección de Google dedicada a YouTube. La dinámica es la misma, aunque en esta ocasión sí que nos vamos a centrar en Facebook.

En este caso concreto, el damnificado por las “deliberaciones censoras” ha sido John Stossel, un analista político americano de orientación libertaria, con cierto renombre en el ámbito “pro-mercado y anti-estatista”.

Stossel llegó a publicar, en la red social en cuestión, una serie de videos en los que se pone en cuestión la “versión oficial” del cientifismo en relación al llamado “cambio climático”. Se venía a discutir cuán verídicos podrían ser los puntos de tesis.

El primer video se titula Are We All Doomed? (en inglés, “¿Estamos todos condenados?”) y se basa en una serie de fragmentos de un coloquio organizado por The Heatland Institute, en el que el meteorólogo Patrick Michaels, el geógrafo David Legates y el astrofísico Willie Soon discuten si debido a este “fenómeno” se están provocando más huracanes.

Mientras, en otro de esos videos, titulado Government Fueled Fires (en inglés, “Incendios provocados por el gobierno), Stossel se pregunta si los incendios forestales producidos en California, durante los últimos tiempos, se han debido en realidad a una mala gestión administrativa de los espacios naturales. Aparece también el periodista Michael Shellenberger.

Como se puede inferir, Stossel no incurrió en eso que se considera como un acto flagrante de “negacionismo del cambio climático”. Simplemente planteó otra interpretación de la realidad “menos alarmista” e, incluso, llegó a afirmar que, en promedio, las temperaturas habrían aumentado unos tres grados.

No obstante, por el mero hecho de discutir una versión, fue censurado por los fact-checkers de Climate Feedback, una entidad partner de Facebook que se encarga de supervisar publicaciones relacionadas con las materias medioambientales.

Ante ello, invirtió casi un año en negociaciones con las distintas instancias del servicio provisto por Facebook (soporte y atención al cliente, inter alia), presentando diversas alegaciones. Pero no ha conseguido absolutamente nada.

Así pues, ha optado por interponer un recurso judicial, muy a su pesar. Según afirma en un artículo publicado en The Daily Signal, no es partidario de estas acciones, llegando a “reconocer” que una empresa privada pueda ejercer “todo el derecho de silenciarle”.

No obstante, señala que otra cosa muy distinta es la difamación, la tergiversación de lo afirmado. En palabras suyas, «Facebook no tiene derecho a mentir sobre él sin más, pero eso es lo que exactamente ha hecho junto a su “fact-checker”». De hecho, ha subido a Facebook un video aclaratorio sobre el asunto, esta misma semana.

De hecho, en base a su reacción, señala Stossel que los llamados “verificadores de hechos independientes” de esta red social no tratan de eliminar las noticias falsas, que fueran “bulos” en un sentido estricto. Esto sería para él un «objetivo noble», pero entiende que no es así.

Entiendo que es fácil obviar que no se sigue el principio moral de ir en pos de la verdad. Mentir es inmoral, sin ninguna duda. Pero perseguir esa libre discusión que supone una consecución de la antítesis de lo falso también es ilegítimo (en efecto, así actúan estos entes).

Estigmatizar a quien cuestione el estatus de la “verdad oficial”

Ya sabemos que los agentes de la dictadura de la corrección política hacen todo lo posible para aniquilar a cualquiera que cuestione sus dogmas y artificios teóricos, cuya única pretensión es asentar una “verdad oficial”.

Muerte civil, despido laboral, penalización académica, conflictos amistosos, estigmatización pública, amonestación, multa administrativa, castigo penal… Por medio de las distintas estrategias de presión y ejecución jurídico-burocrática, tratan de conseguir su fin.

Pues bien, de igual forma, estos “guardianes de la progresía” (se les puede llamar así) consideran que entre los distintos “castigos contemplados” ha de figurar la exclusión de esos espacios públicos de comunicación que han emanado en la red de redes.

Sí, digo que son públicos porque, en principio, el llamado social media (sea o no provisto por las llamadas Big Tech), tiene el fin de mejorar las comunicaciones entre personas y entidades sin más (fomentando también la socialización virtual).

No importa que unas se centren más en mensajes cortos y que otras se puedan centrar más en la difusión instantánea de fotografías y varias clases de videos cortos. De hecho, por lo general, son gratuitas (otra cosa es que las Big Tech, “por detrás”, hagan negocio con los grandes volúmenes de datos que generan nuestras actividades, invadiendo nuestra privacidad).

Con todo ello pretenden todos estos colaboradores revolucionarios que asimiles y entiendas que todo tiene consecuencias, incluso si incumplir los “mandamientos” de la “falsa religión progre estatista” tiene una serie de consecuencias, como ocurre con casi todo en nuestra vida cotidiana.

Así se intenta ayudar a consolidar el “pensamiento único” de izquierdas. La persona entendería que si se atreve a cuestionar públicamente los postulados de las ideologías y teorías revolucionarias, puede ser “privada” del uso de determinados medios abiertos de comunicación.

La realidad totalitaria de los fact-checkers

Sabiendo cómo se las gasta cualquier agencia, como complejo enorme, de la “progre”, habría que tener en cuenta que estos sujetos colaboradores que se hacen llamar fact-checkers o “verificadores de hechos” no difieren mucho de los comisarios de la verdad de las tiranías comunistas, socialistas y nazis.

Da igual que se hable del Ministerio de la Propaganda, de los Comités Centrales o del Ministerio de la Verdad. Lo que importa son los hechos. Aquí hablamos de grupos de presión ideológica que velan por el estatismo progre y piden colaboración de empresas ensimismadas.

Supuestamente, deben de entender entidades como las GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple) que sus empleados técnicos (programadores, ingenieros, asistentes de soporte, etc.) han de centrarse en el mantenimiento evolutivo de las soluciones técnicas (nuevos proyectos, nuevas versiones, resolución de incidencias, nuevas funcionalidades, etc.).

Con lo cual, a mí no me extraña nada, sincera y francamente, que refuercen sus alianzas con estas “comisarías de la verdad”, con mayor capacidad y disponibilidad a la hora de señalar lo que cuestiona sus “postulados”, con una precisión aditiva a la de la famosa algoritmia, con ciertas trampas y trucos.

Así pues, tengamos claro una vez más hasta dónde pueden llegar las Big Tech a la hora de forjar esa simbiosis con los Estados modernos, cada vez más problemáticos (en este caso, con “agentes de la verdad oficial progre”), en vez de responder a un interés social de resolución espontánea en el mercado. Y, obviamente, todo esto hace peligrar nuestras libertades concretas.

Ángel Manuel García Carmona es ingeniero de software, máster en Big Data Analyst, columnista y tradicionalista libertario // Ángel Manuel García Carmona is a software engineer, master in Big Data Analyst, columnist and libertarian traditionalist.

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