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¿Está perdiendo Francia la batalla contra el fundamentalismo musulmán en su propio suelo?

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En Francia viven hoy bajo protección policial no menos de 35 personas que realizaron críticas al Islam. Buenos ejemplos son Christine Kelly, Fatiha Agag-Boudjahlat y Ophélie Meunier.

  • Kelly es una  periodista estrella del canal CNews que compartió estudio con Éric Zemmour y ha sido varias veces amenazada de muerte por fundamentalistas islámicos.
  • Fatiha es una profesora y escritora feminista y laicista que fue amenazada de muerte tras reprochar a algunos alumnos el no respetar el minuto de silencio del homenaje a Samuel Paty, el profesor de historia que tras mostrar en una clase sobre libertad de expresión caricaturas del profeta Mohamed fue apuñalado y decapitado por Abdoullakh Anzorov.
  • Meunier es una reportera que filmó el documental “La islamización de Roubaix” y tras ser emitido en horario estelar quedó bajo protección policial por las numerosas amenazas de asesinato que recibió de fundamentalistas musulmanes.

Cuando el Imán Hassen Chalghoumi apoyó la ley que prohíbe el burka en público en Francia, los radicales islamistas sitiaron su mezquita y asaltaron la sala de oración gritando amenazas de muerte. Desde entonces está bajo protección policial y los fundamentalistas han ofrecido una recompensa de 172 mil dólares por su cabeza.

En la Francia de hoy los mismos que vandalizan dos iglesias cristianas por día son los que hacen que 10 judíos franceses emigren a diario ante la ascendente ola antisemita del radicalismo musulmán sumado al creciente antisemitismo, ocasionalmente disfrazado de antisionismo, de la ultraizquierda francesa. Desde el año 2000 60 mil judíos franceses han abandonado el país.

Una estudiante de secundaria, Mila, recibió 50 mil amenazas de muerte a inicios de 2020, cuando a sus 16 años criticó agriamente al Islam en Instagram en respuesta a un musulmán que la denominó “sucia lesbiana”. Mientras la policía francesa investigaba de una parte a Mila por un presunto “delito de odio” y separadamente a quienes la amenazaban de muerte en línea, el ministro del Interior Christophe Castaner se veía obligado a solicitar a la Asamblea Nacional colocar a Mila y a su familia bajo protección policial.

Mila declaró ante un tribunal de París dos verdades que ningún multiculturalista woke puede soportar escuchar:

“Si cada vez que nos escandalizamos, tuviéramos que pronunciar sentencias de muerte, ¿qué sería de nosotros? ¿En qué clase de sociedad viviríamos?” y “tengo la seguridad que si hubiera formulado mi crítica al Islam sin vulgaridades ni blasfemias, habrían reaccionado exactamente igual. Su objetivo es, ante todo, impedir cualquier crítica al Islam. Pero yo no me rindo”.

Mila no era política, intelectual, periodista o juez, como otras personas que en Francia se encuentran bajo protección policial por amenazas de fundamentalistas musulmanes. Era una joven estudiante de secundaria, común y corriente, que respondió a una grosería con otra. Ni más, ni menos.

Pero el objetivo de los fundamentalistas en Francia, como en cualquier otro lugar en que se sientan capaces de hacerlo, es imponer el terror. Empiezan amenazando a periodistas, intelectuales, políticos e incluso imanes de su propia fe cuando consideran que ofenden al Islam. Pero deben extenderlo a todos y cada uno, porque su objetivo es que todos y cada uno de les teman tanto que no osen hacerles la menor crítica. Y para eso lo más efectivo es destruir la vida de personas comunes como Mila, para que sirvan de ejemplo.

La doctora en filosofía y polémica escritora feminista Peggy Sastre apuntaba en Le Point a la cobardía, más que al multiculturalismo, como motivo del que los grupos feministas que se movilizaran para protestar un posible premio al director Román Polanski, no lo hicieran para apoyar a Mila en el Tribunal:

“¿Por qué tanta desafección por parte de las feministas? Quizás porque, en el caso de Mila, levantarse contra las manifestaciones más violentas y retrógradas de la religión musulmana requiere tomar riesgos reales y puede tener consecuencias mucho más reales de las que esperaríamos cuando salimos de un cine y tenemos cuidado de levantarnos los vestidos de noche para no caernos por las escaleras”, reclamó acertadamente Sastre.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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