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El futuro del país peligra en las manos de la educación pública

If We Really Care About America's Future, We Should Pay More Attention to Higher Education

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Hoy en día, la triste historia del bajo rendimiento de los estudiantes en las escuelas públicas (gubernamentales) del país es tan conocida que la mayoría de la gente que recibe un nuevo estudio que lo confirme lo hace con disgusto e indiferencia. Si tomamos en cuenta la inflación, gastamos el doble de lo que gastábamos por alumno hace 30 años y, sin embargo, las mejoras son imperceptibles.

Es evidente que los jóvenes están siendo estafados no solo por el sistema K-12. La mala crianza de los hijos también es un problema. Pero con frecuencia se pasa por alto el pésimo rendimiento del sistema que les enseña a los profesores: la educación superior.

En 1996, la Comisión Nacional de Enseñanza para el Futuro de América demostró que un gran número de profesores de escuelas públicas no están calificados para enseñar las materias que se les asignan. Poco ha cambiado desde entonces. El problema no es que haya pocos profesores que se gradúan con buenas calificaciones y títulos en educación, sino más bien lo que sucede con los cursos que toman en la facultad de educación universitaria.

La enseñanza en las universidades estatales es deficiente y se deteriora. Demasiados graduados carecen de las habilidades verbales y cognitivas básicas y las razones son preocupantes: la desintegración de un plan de estudios básico eficaz; la omnipresencia de cursos de moda, políticamente correctos, que hacen hincapié en el adoctrinamiento por encima de los conocimientos genuinos y de una pedagogía sólida; el deterioro de la enseñanza en habilidades de composición y razonamiento adecuados y una brecha, cada vez mayor, entre lo que se enseña a los estudiantes y lo que deben saber para tener éxito, bien sea como maestros o profesionales de la educación en otras áreas.

En su destacado libro de 1992, Inside American Education, el famoso economista Thomas Sowell mostró que las facultades de educación dentro de las mismas universidades son consideradas, por muchos, tan solo un nivel por encima de la estafa. La licenciatura en “educación” se está convirtiendo rápidamente en un chiste.

Jay Schalin es director de análisis de políticas en el Centro James G. Martin para la Renovación Académica en Raleigh, Carolina del Norte. En 2019, ese Centro publicó un impactante informe titulado La politización de las escuelas de educación universitaria, donde se señala que el adoctrinamiento de extrema izquierda es una pandemia dentro del sistema:

“El daño realizado al sistema educativo por los progresistas del siglo XX palidece en comparación con los esfuerzos más recientes llevados a cabo por el multiculturalismo y los marxistas culturales en las facultades de educación. La política está tan arraigada que parece casi imposible que se produzca una reforma y, aunque no todos los profesores de educación estén politizados, casi ninguno se opone a los planes más descabellados de sus colegas radicales”.

¿Sus hijos adolescentes regresan a casa haciéndo eco de las tonterías divisorias de la Teoría Crítica de la Raza y sintiéndose terribles sobre Estados Unidos? ¿Odian el sistema de libre empresa que construyó al país? —lo más probable es que sus profesores se hayan contagiado del virus de los radicales de las escuelas de educación universitaria. Hay suficiente evidencia de esto en el sitio web del Instituto de Liderazgo: www.campusreform.org

La mayoría de los graduados universitarios de más de 60 años recordarán haber cursado composición inglesa en primer año. Es el curso en el que aprendieron los fundamentos de la narración escrita que incluye una revisión de la gramática y la sintaxis; además de algunas lecciones sobre lógica informal y reglas de evidencia. 

La composición de primer año, un curso tedioso pero valioso, agudizaba las habilidades de aplicación universal que ayudaban a los estudiantes a enfrentarse, de forma significativa, al material y asignaciones de otros cursos.

En las universidades actuales, gran parte de lo que se enseña en primer año como composición es trivial, irrelevante e incluso peor. “Hoy en día, la única cosa de la que los profesores de composición no hablan, ni escriben, es sobre cómo enseñar a los estudiantes a escribir una prosa clara y lógica”, dice Heather MacDonald, del Manhattan Institute.

El plan de estudio que ofrecen las facultades de educación universitaria está repleto de una jerigonza pedagógica difusa, entre otras asignaturas de moda o politizadas. Hay escasos conocimientos sólidos de las materias que los profesores tendrán que enseñar en un momento determinado. El resultado es un gran perjuicio para los futuros profesores que gastan una cantidad de dinero en cursos superficiales, improductivos, politizados e incluso irrelevantes, en lugar de ser preparados para el salón de clases. 

Como si todo esto no fuera lo suficientemente trágico, los millones de contribuyentes que pagan la cuenta y los millones de estudiantes de K-12 que sufren en manos de profesores mal preparados, también son víctimas. Víctimas por partida doble: por las escuelas de educación de las universidades que con demasiada frecuencia enseñan tonterías que no deberían y por fracasar en enseñar lo que deberían si queremos buenos maestros en las aulas.

Este es un escándalo que pide a gritos la atención pública, no más dinero público.


Para más información, consulte:

La politización de las escuelas universitarias de educación: la larga marcha a través de las escuelas de educación, por Jay Shalin.

La última pata que soporta las universidades colapsa, por Isaac Morehouse.

La curiosidad es importante, pero las universidades la suprimen ,por Francis H. Buckley.
La venta de la educación superior es más sucia que la venta de un coche usado, por Jay Stooksberry.

Lawrence writes a weekly op-ed for El American. He is President Emeritus of the Foundation for Economic Education (FEE) in Atlanta, Georgia; and is the author of “Real heroes: inspiring true stories of courage, character, and conviction“ and the best-seller “Was Jesus a Socialist?“ //
Lawrence escribe un artículo de opinión semanal para El American. Es presidente emérito de la Foundation for Economic Education (FEE) en Atlanta, Georgia; y es el autor de “Héroes reales: inspirando historias reales de coraje, carácter y convicción” y el best-seller “¿Fue Jesús un socialista?”

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