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Autopsia de un suicidio o por qué Gustavo Petro es el nuevo presidente de Colombia

Gustavo Petro, El American

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Con millones de venezolanos recorriendo las calles de Colombia, tras haber huido del socialismo en su país, y con un candidato de extrema izquierda, que perteneció a la guerrilla que en 1985 se tomó el Palacio de Justicia de Colombia y que, además, durante su larga carrera política ha hablado abiertamente de expropiación, redistribución, ataque a las Fuerzas Armadas y otros asuntos supremamente graves, parecía imposible que el país que nunca en su historia democrática había elegido a un candidato abiertamente de izquierda, decidiera este 19 de junio saltar al vacío. ¿Qué pasó?

Este punto es fundamental y está presente en todas las victorias que la izquierda ha tenido recientemente en Hispanoamérica. Pero que no se confunda el hastío a la clase política tradicional con rechazo a las ideas de derecha. En gran medida la floja votación que obtuvo Federico Gutiérrez, el candidato de la centro-derecha que quedó derrotado en primera vuelta, se explica por su tibieza e incluso su rechazo directo a ideas conservadoras. En el mismo sentido, Rodolfo Hernández, quien se quedó con el puesto para competir con Petro en segunda vuelta, dedicó sus últimos días de campaña a atacar al uribismo y a los conservadores, a exponer ideas de izquierda y dejar claro que no quería estar relacionado con la derecha. Por ese grave error, inexplicable para alguien que sepa de política, muchos de los votos de la centro-derecha, que en primera vuelta fueron a Federico Gutiérrez, desaparecieron y nunca llegaron a Rodolfo. Si todos los votos de Gutiérrez hubieran ido a Rodolfo, como creyeron la mayoría de los analistas, Petro hubiera perdido.

Tras dejar claro que lo de Colombia no es un rechazo a la derecha, sino a los políticos que dicen ser de derecha y gobiernan como izquierda, hay que reconocer que el uribismo, que desde el 2002 aglutina los votos de la centro-derecha, ha logrado grandes cosas para Colombia, pero también ha cometido grandes errores. El primero se llama Juan Manuel Santos y le costó a Colombia demasiado. Santos llegó como el candidato del uribismo y terminó entregando al país en un acuerdo negociado en La Habana que regaló impunidad y poder a las FARC. Luego vino un Gobierno de Iván Duque, que para millones de colombianos resultó completamente incapaz de actuar con mano dura contra los enemigos del país, pero que además tuvo que soportar los problemas económicos de la pandemia y de sus propias incapacidades.

Después de años de traiciones y desilusiones, ese electorado enamorado de un presidente Uribe que dejó el mandato con un 80 % de popularidad, se manifestó en contra de sus líderes y decidió no seguir más sus consejos. Eso terminó en una elección en la que el candidato de la centro-derecha, apoyado por todos los partidos tradicionales —excepto la izquierda—, se quedó sin boleto a la segunda vuelta porque se lo quitó Rodolfo Hernández, un hombre relativamente desconocido en buena parte del territorio colombiano.

Petro contó con la ventaja de que no se enfrentó a un candidato tradicional, con la estructura política y la disciplina de partido que eso supone, sino a un hombre que ni siquiera tiene partido y que decidió que su campaña presidencial la haría un equipo de “14 muchachos”. Además, extrañamente, se dedicó a cometer graves errores en los últimos días, como ofender al uribismo y a la derecha. ¿No era acaso evidente que necesitaba los votos de la centro-derecha para ganarle a Petro?

Días antes de la segunda vuelta estuvo ausente, mientras Petro se disfrazada de casi todas las profesiones posibles para empatizar con trabajadores y se tomaba fotos en los barrios más pobres de las diferentes regiones, Hernández bajó al máximo su actividad, limitándose a publicar vídeos caseros.

Desde la campaña de Petro se dedicaron, desde el inicio, a presentar a Rodolfo como un tipo de extrema derecha. Para muchos, dentro del uribismo, la estrategia fue inflar a un hombre que no tenía apoyo político y que estaba lleno de defectos —que para la primera vuelta aún estaban escondidos—, sacar con eso a Federico Gutiérrez del camino y luego tener una segunda vuelta con un candidato al que tan pronto la derecha tuviera la oportunidad de conocer bien se desanimaría profundamente porque en muchas de sus ideas es un tipo de izquierda. Ahí la explicación a que Antioquia —el bastión de la derecha colombiana— no haya puesto los votos que Hernández tanto necesitaba; es muy duro votar por alguien que no solo no es de derecha, sino que insulta las ideas que uno defiende.

Según testimonios de criminales como Jhon Jairo Velásquez, quien en su momento fue la mano derecha de Pablo Escobar, diferentes narcotraficantes, incluyendo al mismo Escobar, financiaron y apoyaron al M-19 —la guerrilla a la que pertenecía Petro— para que se tomaran el Palacio de Justicia y con eso presionar y conseguir frenar extradiciones. Hace unos días los colombianos vieron un vídeo de Roy Barreras, una de las manos derechas de Gustavo Petro, aceptando que la gente de esa coalición estaba visitando a los extraditables para ofrecerles la no extradición. Igual que en las épocas de Pablo Escobar, Petro, el nuevo presidente de Colombia, habría negociado con narcotraficantes a cambio de poder.

Hace unas semanas encontraron muerto a un líder indígena que días atrás había denunciado que las FARC estaban obligando a la gente del departamento del Cauca a votar por Petro. El nuevo presidente electo de Colombia no solo tenía el apoyo verbal y político de las FARC, sino que en las zonas afectadas por el narcotráfico los guerrilleros amedrentaban a la población para que votarán por él.

Los terroristas urbanos de la Primera Línea tampoco se quedaron atrás. Amenazaron en redes sociales con incendiar las principales ciudades si Petro no ganaba la Presidencia. La campaña de Petro es un carnaval de delincuencia y crimen. Los bandidos de todas las calañas pusieron su esfuerzo para que el exguerrillero llegara al poder.

La situación de Colombia no es para nada fácil. Gustavo Petro se ha preparado toda la vida para este momento. Sabe de primera mano lo que es la combinación de las “formas de lucha” y está aliado con los peores delincuentes a nivel nacional e internacional. Sin embargo, los colombianos tienen una larga historia de lucha contra guerrillas narcomarxistas, lucha que dieron incluso armándose y arriesgando sus vidas para proteger su propiedad. El futuro parece oscuro, pero el carácter de los colombianos siempre les ha permitido salvar el país. Es hora de hacer una reflexión sobre este suicidio colectivo y prepararnos para renacer de las cenizas.

Vanessa Vallejo. Co-editor-in-chief of El American. Economist. Podcaster. Political and economic analysis of America. Colombian exile in the United States // Vanessa Vallejo. Co-editora en jefe de El American. Economista. Podcaster. Análisis político y económico de América. Colombiana exiliada en EE. UU.

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