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Gwen Berry no debería representar un país que no respeta

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Este agonizante mes de junio fue el mejor en mucho tiempo. Luego de un año y medio azotados por la trágica pandemia que se llevó a millones, por fin empiezan a llegar atisbos de normalidad desde Europa, a través de la fantástica Eurocopa. Partidos vibrantes, dinámicos, con el público como condimento especial e imágenes que nos emocionan a través del sentir nacional y las ganas de competir por tu gente, tu país y tu selección nacional.

Los húngaros cantando el himno con su selección tras competir al más alto nivel en el grupo de la muerte, la Selección italiana dejándose la garganta en Il Canto degli Italiani; los daneses abrazando a su genial equipo nacional luego de reponerse a las adversidades de los primeros dos cotejos; todas escenas gratificantes que nos dejó junio.

Es curioso, porque todos los equipos o atletas luchan por la gloria, sí, pero lo hacen representando a sus países; a sus naciones; a su gente y su historia. Y esto nunca debe olvidarse, sobre todo en tiempos donde el patriotismo parece ser un tabú o algo desfasado.

El caso de Gwen Berry

En Estados Unidos hubo un debate ferviente con relación a Gwen Berry, atleta afroamericana y lanzadora de martillo que decidió, irrespetuosamente, renegar del himno nacional americano y la bandera de Estados Unidos cuando alcanzó el tercer lugar en su categoría para el campeonato selectivo de atletismo de Estados Unidos para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Berry, que se autodenomina atleta activista, dijo que el deporte para ella significa una oportunidad para concientizar sobre la lucha racial y social que se libra en USA.

“Mi propósito y mi misión van más allá del deporte”, dijo Berry a The Associated Press. “Estoy aquí para representar a aquellos (…) que murieron debido al racismo sistémico. Esa es la parte importante. Por eso voy. Por eso estoy aquí hoy”.

Según la propia Berry, que el himno nacional sonara cuando ella estaba en el podio junto a la medallista de plata, Brooke Andersen, y la medallista de oro, DeAnna Price, se debió a una emboscada en su contra.

“Siento que fue un montaje y que lo hicieron a propósito”, dijo Berry a AP. “Estaba cabreada, para ser sincera”.

Además, también comentó que el himno es algo poco relevante para ella: “Dijeron que iban a tocarlo antes de que saliéramos, y luego lo tocaron cuando estábamos allí (…) Pero realmente no quiero hablar del himno porque eso no es importante. El himno no habla por mí. Nunca lo ha hecho”.

Sus palabras dicen una cosa, pero sus gestos otra. Primero, ella es un atleta, y debe saber mejor que nadie que el himno suena casi siempre cuando se premia a los medallistas. Segundo, Berry tuvo una actitud irrespetuosa, no fue una protesta por los hombres negros asesinados, como sí hacen los jugadores de la NBA (comportamiento que no aplaudo, por cierto), fue una rabieta; digna de adolescente desobediente que busca atención.

Su excusa de que hace deportes para visibilizar el supuesto “racismo sistémico” es irrelevante; puedes ser activista, puede incluso no gustarte la historia de Estados Unidos, puedes querer un cambio para la sociedad, pero lo mínimo que debes cuidar son las formas. No es una cuestión de ser patriota, es un tema de mostrar un ápice de gratitud por el país donde naciste, te desarrollaste y ahora representarás en el evento deportivo más importante del planeta.

Si Gwen Berry no es capaz de escuchar el himno sin mostrar un gesto de repudio, pararse firme y ponerse de cara a la bandera, ¿por qué representa a Estados Unidos?, ¿por qué no darle la oportunidad a otras atletas que pueden ser igual o más talentosas y que tienen el hambre de ir a competir por su país?

No es una cuestión de ser patriota. Es simplemente sentido de pertenencia, agradecimiento, orgullo y honor; ser un atleta olímpico o un deportista nacional es mucho más que buscar la gloria personal, pero eso no lo entiende Gwen Berry.

La gente está orgullosa de quien los representa, no solo por lo que hace dentro del campo, sea con un balón, unos guantes de box o un martillo; sino por lo que hace fuera. La integridad, el espíritu competitivo, los valores que emana un atleta a veces son muchos más importante que su propio talento; sin embargo, Berry hizo el esfuerzo de irrespetar los símbolos sagrados de su país.  

Berry utiliza a Estados Unidos en su pecho cuando compite. Y si lleva el nombre de Estados Unidos; también lleva sus símbolos patrios y a su gente, sea conservador o progresista, republicano o demócrata, lo mínimo que se debe hacer es respetar a todos los americanos.

Ser activista antirracista no le da el derecho a nadie de destruir estatuas, cambiar la historia o insultar los valores y los símbolos de una nación. Gwen Berry, con todo el respeto que se merece como atleta, no debería representar a Estados Unidos. De hecho, ningún atleta, por más talentoso que sea, debería representar un país que no respeta.

Emmanuel Alejandro Rondón is a journalist at El American specializing in the areas of American politics and media analysis // Emmanuel Alejandro Rondón es periodista de El American especializado en las áreas de política americana y análisis de medios de comunicación.

Contacto: [email protected]

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