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Hezbollah pugna por mantener sus negocios político delictivos en Latinoamérica

Por Miguel Lagos

Es poco conocida para la opinión pública latinoamericana, pero existe una modalidad audaz y criminal para exportar droga: «teñir» la cocaína para camuflarla e intentar evadir así los controles de seguridad aeroportuarios o fronterizos.

Las redes de narcotraficantes que benefician a sus demandantes y asociados han llegado al punto —entre otras diversas pillerías— de utilizar carbón vegetal para impulsar sus innovaciones delictivas. Uno de los demandantes y cooperadores con los cárteles de narcotráfico es el grupo terrorista libanés y proiraní Hezbollah.

Un actor extrarregional que ha logrado por años echar raíces en Latinoamérica y el Caribe, convirtiéndolo en una zona neurálgica para la generación de recursos financieros y logísticos ilícitos. Con su red de alcance global, Hezbollah entra a ser parte de la distribución transnacional de drogas y suministros ilegales. La tapadera, el disfraz de la cocaína mediante el carbón vegetal (una exportación no menor en América Latina y el África) supone un proceso cuidadoso para hacerlo efectivo.

«La cocaína negra, el compuesto utilizado para convertir la cocaína en briquetas (bloques) de carbón vegetal, debe someterse a un proceso químico para parecer similar al producto real, antes de que los traficantes la escondan al azar en bolsas más grandes de carbón auténtico. A veces, la cocaína se esconde dentro de grandes trozos de carbón, pero cada vez más, los traficantes le dan forma a la cocaína como briquetas de carbón y la tiñen de negro, lo que requiere ingenieros químicos en ambos extremos del comercio. Una vez que se entrega la cocaína disfrazada, los expertos la transforman de nuevo en polvo antes de que salga a las calles. Es una portada ingeniosa», explica el investigador y experto en temas de criminalidad y terrorismo, Emanuele Ottolenghi (FDD. Washington, DC).

Los narcotraficantes revisten en laboratorios la cocaína en forma de carbón vegetal. (Twitter)

No obstante estas habilidades delictivas, las autoridades en diversos países han logrado bloquear considerables cargamentos en los últimos ocho años. Comenta Ottolenghi (The Dispatch, 22/9/2020) que a inicios de 2016 vía la Operación Cedar de la DEA y siete países europeos, se interrumpió «la gran red de lavado de dinero de Hezbollah que incluía a Hassan Mohsen Mansour, un comerciante de carbón libanés-canadiense que operaba desde Colombia. Los documentos judiciales franceses revelan que Mansour usó su oficio como una tapadera para devolver la droga y lavar dinero en efectivo a los carteles colombianos. Mansour también está implicado en una investigación de tráfico de drogas y lavado de dinero por parte de las autoridades canadienses, y ha sido acusado en Florida (EE. UU.)».

Ocurrió entonces que Mansour fue liberado y es prófugo de la ley.

«Cuando las autoridades francesas arrestaron a Mansour, podíamos suponer que Hezbollah perdió el acceso, al menos temporalmente, a sus contactos en las aduanas y puertos colombianos que protegían sus contenedores de la inspección. Pero el grupo terrorista ya tenía arreglos similares en Paraguay (hoy séptimo exportador de carbón vegetal del mundo) a partir de los cuales podría reconstruir», advierte el experto.

En los últimos años diversas investigaciones ubican a este grupo extremista como articulador de redes de delincuencia transnacionales, de financiamiento del terrorismo y de oleoductos subterráneos de apoyo político. Los fondos —enviados luego a las zonas de influencia y conflicto en los que están involucrados— obtenidos vía actividades ilegales en el continente americano son cuantiosos (Proyecto Cassandra – DEA).

El Departamento de Justicia de los EE. UU. clasificó a Hezbollah como una «organización criminal transnacional» (TOC). Su asociación con cárteles de la droga latinoamericanos, el lavado de dinero, el contrabando… en suma, el crimen organizado amarrado a objetivos políticos puntuales y de largo alcance suelen aparecer describiendo su naturaleza operativa actual.

En la coyuntura, una interrogante agarra cada vez más fuerza: ¿bajo una nueva administración demócrata en Washington, este grupo narcoterrorista proiraní de alcance transcontinental se beneficiará de las posibles y renovadas relaciones de negociación y cooperación —y de indirecta “estabilización”, como ya advierten observadores internacionales — entre los EE. UU., Irán, Cuba y su apéndice Venezuela?


Miguel Lagos es analista político y columnista focalizado en temas de riesgo y conflictos políticos, radicalización y extremismo político violento. @_mlagos_

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