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El imperialismo del siglo XXI

El imperialismo del siglo XXI, EFE

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Muchas han sido las generaciones de latinoamericanos que se formaron entendiendo que el imperialismo era la fase superior del capitalismo tal y como lo dijera Lenin. Desde luego que nadie nunca se preguntó como era posible explicar el imperialismo Chino del siglo 221 a. C. a 1912 d. C. o el Romano de los siglos 31 a. C. a 476 d. C., cuando aún no existía el capitalismo que se consolida a partir del siglo XIX. Porque la idea no era comprender la historia, sino enjuiciar a los Estados Unidos país líder del capitalismo.

Ahora esas voces, otrora denominadas progresistas, nos dicen que debemos cuidarnos de Estados Unidos y Europa porque en esta fase de recomposición económica mundial ambas regiones van a intentar dominar el mundo. Pero cuando uno analiza las corrientes de comercio resulta que tanto Europa como Estados Unidos necesitan de América Latina y África para estabilizar sus economías por tanto se concretan las bases de la interdependencia. Y si la interdependencia no se materializara seguramente será porque las elites corruptas de esas naciones preferirán vender los derechos de primogenitura por un plato de lentejas, es decir, por una jugosa cuenta en algún paraíso fiscal.

Esas mismas fuentes, sin embargo, no parecen registrar el ascenso silencioso de una nueva forma de imperialismo en nuestro continente. Uno que es menos visible pero, a mi juicio, más letal porque en lugar de tomar posesión territorial fagocita en marco institucional con el fin de destruir la economía; la participación ciudadana y la autodeterminación. Nos referimos, por supuesto a la forma como el régimen cubano extiende tentáculos imperialistas sobre países como Venezuela, Nicaragua y en mucho menor grado Bolivia. También incide en la política exterior de Argentina, Brasil y México y ahora también de Colombia. En síntesis, tiene más presencia e intervención que los Estados Unidos.

Pero además el modelo intervencionista persigue dos objetivos letales. El primero extraer renta económica para palear la catástrofe alimentaria y energética creada por sus políticas. El segundo es impedir que el país conquistado deje de ser tributario de su economía y dependiente de sus posturas internacionales.

Así las naciones conquistadas se convierten en réplicas del desastre político y económico de Cuba generando pobreza; migraciones y desesperanza. Esto debilita las economías del resto de las naciones de América Latina y crea problemas migratorios agudos en Estados Unidos. Y al final estas situaciones bloquean cualquier intento de acercamiento por parte de Estados Unidos a América Latina. En síntesis, estamos frente a un neoimperialismo eficaz y duradero del cual, al parecer y de manera muy extraña, nadie desea hablar ni en América Latina, Europa o Estados Unidos.

Beatrice Rangel es directora del Interamerican Institute for Democracy, Managing Director de AMLA Consulting, responsable de negociar e implementar estrategias y adquisiciones de inversión corporativas en América Latina y el Caribe. Exmiembro ejecutivo de Wharton School de la Universidad de Pennsylvania // Beatrice Rangel is Director of the Interamerican Institute for Democracy, Managing Director of AMLA Consulting, responsible for negotiating and implementing corporate investment strategies and acquisitions in Latin America and the Caribbean. Former Executive Fellow of the Wharton School of the University of Pennsylvania.

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