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AMLO y el ineptocidio en México: 3 desastres y 1 riesgo nuclear

Lo de México cada vez se consolida como un ineptocidio. Imagen: Kevin Woblick via Unsplash

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México vive un ineptocidio, que ha cobrado innecesariamente las vidas de cientos de miles de personas y cuya gravedad aumenta conforme avanza el Gobierno del actual presidente López Obrador (AMLO). Sí, suena a exageración, pero no es solo la pandemia. Estamos ante la sistemática incompetencia en el ejercicio del poder público, que acumula errores en una encrucijada de vida o muerte, literalmente

La diferencia entre genocidio e ineptocidio

Como todos sabemos, el genocidio consiste en el asesinato sistemático de una parte de la población por motivos raciales, religiosos, étnicos o sociales. Lo que sucede en México es distinto: no es que el Gobierno pretenda asesinar a la gente como parte de un plan de dominación, sino que las muertes son el resultado de la incompetencia de los funcionarios públicos que deberían proteger a dicho pueblo.

Para acabar pronto: No son malvados, son mensos. Quizá también un poco malvados. El presidente López Obrador no se despierta por las mañanas pensando en a quién matar, pero sus caprichos y su manía de rodearse con aduladores incompetentes en puestos clave de su administración resultan en la muerte de miles de personas. Una muerte que podría haberse prevenido gracias a una administración mínimamente capaz.

3 ejemplos y un grave riesgo de desastre

Primero, la pandemia de Covid-19. Ciertamente, el surgimiento del virus no es culpa del presidente de México. El SARS-CoV-2 tomó por sorpresa al mundo entero, pero ello no exculpa al Gobierno mexicano de la frivolidad con la que trataron la pandemia. Desde las afirmaciones irresponsables de López Obrador, en cuanto a que “ser honesto” ayudaba a no enfermar de coronavirus, hasta la pésima gestión respecto al material de protección para el personal médico y la estrategia hospitalaria cuyo resultado fue tener hospitales semivacíos mientras miles de personas morían asfixiadas en sus casas.

El resultado es que México ha sido uno de los países más golpeados por la pandemia y ocupó el deshonroso primer lugar en cuanto a las muertes del personal médico. Incluso ahora, el presidente se niega a autorizar que se vacune a los profesionales de salud que trabajan en el sector privado, mientras sus operadores políticos, llamados “siervos de la nación” son vacunados irregularmente a lo largo del país.

Al 8 de abril, México reconoce oficialmente más de 206 mil muertes debido a la pandemia. Sin embargo, cálculos independientes elevan este número hacia el rango del medio millón. Incluso los propios datos oficiales del gobierno federal reconocían que (al 15 de marzo del 2021) el país acumula un exceso de mortalidad de más de 417 mil personas, de las cuales al menos el 70 % estaría directamente relacionada con coronavirus.

Y todavía falta. Seguramente habrá cientos de miles de muertos más antes de que esto termine.

Segundo, la inseguridad pública. Andrés Manuel López Obrador y su equipo político denunciaron durante mucho tiempo las masacres y el incremento en el número de homicidios durante las administraciones de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Obrador dijo que, como su gobierno sería honesto, los criminales abandonarían el camino del mal y se acabaría la delincuencia y la inseguridad recurriendo a una política de “abrazos, no balazos”. No sucedió así. Por el contrario, sus resultados de son todavía peores.

A pesar de que la pandemia provocó que millones de mexicanos se quedaran en casa durante meses, la inseguridad no se corrigió. En lo que va del Gobierno obradorista ya se han registrado más de 78 mil homicidios, lo que representa un ritmo muy superior al de sexenios anteriores.

Obrador abandonó la estrategia de los “abrazos”, a cambio de la militarización fallida de país. Militarización, porque el ejército asumió plenamente el combate contra la inseguridad pública federal (disfrazado como Guardia Nacional); y fallida porque, conforme avanzan los meses, se acumulan escenas como la registrada esta semana en Michoacán, donde soldados y guardias nacionales emprenden la huida para “evitar confrontaciones” con los cárteles que controlan cada vez más territorio del país.

Tercero, el desastre de los medicamentos. El Gobierno mexicano se lanzó en una supuesta cruzada en contra de la corrupción y convirtió al asunto de la compra y distribución de medicamentos en una de las grandes banderas de su esfuerzo, comprometiéndose a brindar un servicio supuestamente similar al de Dinamarca.

Obrador dejó de contratar a las empresas nacionales de fabricación y distribución de medicinas y reemplazó al Seguro Popular (fijado en tiempos del gobierno panista) por un nuevo establecimiento centralizado, el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), que supuestamente atendería a las personas con honestidad. El resultado es que la distribución de medicamentos se ha convertido en un auténtico desastre.

El desabasto de medicinas, (que siempre fue un problema en México) se agravó dramáticamente. Así, pues, para corregir el entuerto recurrieron a una licitación con apoyo de Naciones Unidas, sin embargo, hasta ahora, no hay ninguna certeza respecto a la compra de los fármacos, como tampoco claridad en cuanto a cómo serán distribuidos. Una situación que adquiere tintes dramáticos en quienes requieren tratamientos para enfermedades como el cáncer, especialmente en los niños.

Algo similar sucede con las vacunas. Durante décadas el sistema de vacunación mexicano fue uno de los mejores del mundo. Hoy, en cambio, los padres de familia tienen que dedicar meses a buscar las vacunas para sus hijos, incluso aquellas que previenen enfermedades tan graves como la tuberculosis, la difteria o el tétanos. El resultado son cientos de miles de niños que se desarrollan sin un esquema de vacunación completo, lo que los coloca en mayor riesgo de contraer afecciones mortales.

Energía nuclear e irresponsabilidad gubernamental no son buena combinación. Si el ineptocidio mexicano resulta en un accidente nuclear las consecuencias serían muy graves. Imagen: Dasha Urvachova via Unsplash
Energía nuclear e irresponsabilidad gubernamental no son una buena combinación. Si el ineptocidio mexicano resulta en un accidente en Laguna Verde, las consecuencias serían muy graves. (Unsplash)
A este estofado de tragedias añádale el peligro nuclear

El gobierno mexicano cuenta con una planta de energía termonuclear que está ubicada en Laguna Verde, dentro del estado de Veracruz. El 9 de abril, la periodista Peniley Ramírez dio a conocer que dicha planta ya ha registrado varios incidentes potencialmente graves, incluyendo que el reactor de arranque iniciara, sin que estén operando los sistemas de seguridad. Además de presentar fallas generalizadas en las barras de protección que son las encargadas de prevenir mayores daños en caso de que un accidente nuclear se desate.

De acuerdo a las revelaciones de la periodista, la planta nuclear ha tenido alertas naranjas al menos una vez en los meses de septiembre, noviembre, diciembre y enero, lo que sumado a los problemas el mantenimiento de los sistemas de seguridad, fácilmente podría abrir la puerta a un desastre potencialmente mayúsculo y completamente evitable si la Comisión Federal de Electricidad (que es la encargada de controlar la planta) cumpliera con los estándares básicos de sentido común.

Peor aún, los “accidentes” se han vuelto algo cada vez más común en el régimen obradorista. En los últimos meses tanto PEMEX como la propia Comisión Federal de Electricidad han acumulado accidentes e incendios, hasta el punto de provocar apagones masivos a nivel nacional. En la Ciudad de México, las instalaciones del metro se incendian constantemente y uno de los siniestros fue tan grave que llegó a paralizar, durante meses, a varias de las líneas dejando desamparados a millones de usuarios.

Una vez más, no se trata de hechos aislados. Esta misma semana ocurrió un aparatoso incendio en la refinería de Minatitlán (275 kilómetros al suroeste de Laguna Verde). Si la falta de mantenimiento, responsabilidad y capacidad de los funcionarios provoca un incidente similar en la central nuclear estaremos, en el peor de los casos, ante un Chernóbil a la mexicana.

Por lo pronto lo que sí ya tenemos es un “ineptocidio”, cuyas víctimas se acumulan por miles mientras el Gobierno de AMLO se esconde en la demagogia y los desastres se acumulan.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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