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El Saigón de Joe Biden

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Saigon, 1975. En marzo la CIA había asegurado que Vietnam del Sur resistiría un año más el asedio comunista. Un mes después, helicópteros evacuaban a los americanos desde el techo de la embajada. No todos los survietnamitas que colaboraron con Estados Unidos tuvieron la misma suerte. Estados Unidos, que predijo equivocadamente el futuro, trató de evacuar a decenas de miles. El resto quedó a merced del sanguinario Viet Cong.

La caída de Saigón fue el punto final de una historia trágica. A un costo gigante, la guerra de Vietnam terminó siendo uno de los episodios más vergonzosos de la historia militar de Estados Unidos. No porque inició, sino porque los americanos fracasaron y el saldo fue altísimo.

Cuarenta y seis años después, el episodio se repite a 4627 kilómetros al noroeste de Saigón. Luego de que tres presidentes prometieran el fin de una guerra que jamás estuvieron ganando, Kabul cae en manos de los terroristas, lo que significa, en suma, un golpe de realidad. Desde el día uno la Casa Blanca prometió a los americanos que sus muchachos en el frente asiático no morían en vano y que los talibanes, esos que desde el Gobierno asistieron a Al Qaeda en el derribo de las Torres Gemelas, anunciarían la rendición de un momento a otro.

Nunca pasó. Los talibanes se fortalecieron y regresaron en una suerte de operación relámpago que, súbitamente, se hizo con el control de Afganistán. Es la respuesta al retiro abrupto e irresponsable de resto de tropas americanas que aún pisaban suelo afgano. Como escribió Jonah Goldberg: «Puedes creer que salir de Afganistán es la política correcta, y al mismo tiempo entender que esta fue una forma terrible de salir de Afganistán».

La angustia de un periodista se suma a la de miles que saben que bajo los talibanes, en el mejor de los casos, perderán sus libertades: «Estoy atascado sin esperanza en Kabul con mi esposa e hija. Como yo, son cientos los periodistas atrapados. Tengo una bebé de once meses. Pido sus oraciones por ella».

«No quieren que escapemos», le dijo un intérprete afgano a The Atlantic. Estas últimas horas han sido una pesadilla para él, su esposa embarazada y su niño. Apenas logró la visa americana para poder huir, pero es tarde. No hay boletos de avión (antes el precio se había duplicado). Y, aunque consiguió uno a última hora, es muy probable que no pueda utilizar el aeropuerto, que ya hoy está siendo asediado por los talibanes.

La salida abrupta de tropas americanas y el avance raudo de los talibanes está dejando un saldo dramático, innato a toda reconquista bárbara, como los hunos marchando por Europa. Los talibanes están ejecutando a todo aquel que sea sospechoso de haber trabajado con el Gobierno de Ashraf Ghani, quien abandonó el país hace unas horas. Son varias las decapitaciones, como la del hijo de Abdulmanan, un afgano que logró huir. «Los talibanes lo agarraron y, como si fuera una oveja, le cortaron la cabeza y la lanzaron», le dijo Abdulmanan a AFP. Al controlar territorios, los talibanes exigen una lista de «todas las niñas de más de quince años y las viudas de menos de 45 para que se casen con un combatiente talibán».

Unas semanas atrás del baño de sangre, Joe Biden le mentía a la comunidad internacional y a los afganos: «No es inevitable que los talibanes retomen Afganistán. Las tropas afganas tienen 300 mil soldados tan bien equipados como cualquier Ejército del mundo y tienen una fuerza aérea, contra unos 75 mil talibanes. No es inevitable».

«No es cierto que creamos que el Gobierno afgano va a colapsar», dijo Joe Biden en una rueda de prensa el 2 de julio. Insistió: «No hay similitud entre lo que está pasando hoy y lo que pasó en Vietnam. No es ni remotamente comparable. No va a haber circunstancia en la que veamos a gente siendo evacuada desde el techo de la embajada de Estados Unidos».

El Gobierno de Estados Unidos se equivocó, como se equivocó en marzo de 1975 cuando aseguraba que Vietnam del Sur resistiría muchos meses más. Helicópteros, hoy, evacuan al personal de la embajada americana y decenas de miles de afganos, que ayudaron a Estados Unidos y que contaban con Washington, podrían ser víctimas de la barbarie talibán. La verdad es desgarradora: Afganistán ha durado tanto como Vietnam y, al igual que la Guerra Indochina, ha sido un fracaso tajante para Estados Unidos. Les tomó menos de una semana a un grupo de bárbaros disolver un esfuerzo de veinte años de la otrora principal potencia del mundo.

Afganistán ya es Vietnam. Kabul ya es Saigón. Se recrudecerá la carnicería en Afganistán y este será un triste episodio de la política exterior del presidente Joe Biden, que ha abandonado a su suerte a afganos inocentes —y a mujeres, principalmente, cuyo futuro ahora es incierto.

Pierde Estados Unidos y, en consecuencia, celebran y bailan sus enemigos. Lo decía Oriana Fallaci, luego del atentado a las Torres Gemelas: «La cosa no se resuelve ni se termina con la muerte de Osama bin Landen. Porque ya hay decenas de miles de Osama bin Laden y no están solo en Afganistán». Pues no se resolvió, cuando Obama se jactó de su cadáver. Afganistán nunca se resolvió, hasta hoy, con la derrota de Estados Unidos. Acelerada por Biden y concluida de la peor manera posible. Los buenos no merecen a esta Casa Blanca.

Orlando Avendaño is the co-editor-in-chief of El American. He is a Venezuelan journalist and has studies in the History of Venezuela. He is the author of the book Days of submission // Orlando Avendaño es el co-editor en Jefe de El American. Es periodista venezolano y cuenta con estudios en Historia de Venezuela. Es autor del libro Días de sumisión.

1 comentario en «El Saigón de Joe Biden»

  1. Análisis extremadamente objetivo lo que nos permite ver la cruda realidad de la situación afgana.
    La civilización judeo-cristiana está en gran peligro de persistir la hipocresía de las democracias occidentales. La humanidad está atravesando una etapa sumamente riesgosa y actuamos paralizados e impávidos mientras la barbarie avanza.
    Este artículo nos muestra con precisión lo que nos depara el futuro de no cambiar nuestros sistemas de defensa de la democracia… ¿Harán falta más masacres como saigon y kabul para que abramos los ojos? Excelente artículo. Enhorabuena!!!

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