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La Copa América debe ser de toda América

La Copa América debe ser para toda América. Imagen: EFE/ANTONIO LACERDA

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El 10 de julio la Copa América se vistió de justicia y de historia, con el triunfo de la Argentina que representó el primer campeonato a nivel de selección mayor de Lionel Messi, el mejor jugador de la historia, que durante 20 años ha hecho auténtica magia con el club Barcelona pero no había podido coronarse con la playera de su país.

La noche de la final fue garra, pasión y fortaleza cuyo eco resonó mucho más allá del estadio Maracaná y llegó a todos los rincones del mundo. Sin embargo, a partir de la mañana del 11 de julio, una vez superada la resaca del festejo, las federaciones que integran a la CONMEBOL deben iniciar un profundo proceso de autodiagnóstico y entender que, si la Copa América quiere ser competitiva, debe ser de todo el continente.

La Copa América contra la Euro, un pleito perdido

El pretexto de reorganizar el calendario de la Copa América fue sincronizarlo con la Eurocopa y competir directamente con el torneo de selecciones de la UEFA. Sin embargo, cada vez queda más claro, ante los ojos de cualquiera con la valentía para analizarlo, que (a mediano plazo y en solitario) la CONMEBOL será incapaz de competir con Europa.

El propio caos con los cambios de sede de esta Copa América es muestra de ese fenómeno. Originalmente se suponía que la copa le tocaría a Colombia, luego le metieron como cuña una sede compartida con Argentina, de la que eventualmente acabaron escapando ambas naciones, para dejar la organización en manos de Brasil, que ya había hospedado la Copa América anterior, y que pinta para convertirse en sede permanente del torneo.

Sí, así de claro, porque en estos momentos el único país sudamericano con la infraestructura logística y de estadios necesaria para organizar una copa “comparable” a las europeas es Brasil, por el tamaño de su economía y por la estructura que le queda después del mundial del 2014.

Ahora bien, de acuerdo a la rotación de CONMEBOL, la Copa América del 2024 sería en Ecuador. Ese mismo año, la Eurocopa será en Alemania; la comparación de la estructura y estadios de ambos torneos resultará inevitablemente grotesca para el aficionado, patética para CONMEBOL y de pena ajena para la UEFA. Sí, hubo un tiempo en que la infraestructura deportiva sudamericana estaba al nivel del resto del mundo, donde el centenario de Montevideo o el Monumental de River se levantaban como colosos dignos de campeonato mundial. Pero esos tiempos se fueron hace décadas.

¿Qué pasó? El fútbol sudamericano cayó en zona de confort, resignado a ser un mero sembradío de talentos para las ligas europeas y americanas. Sus estadios y estructuras se quedaron en los 80’s del siglo XX, muy lejos de ser siquiera escenarios viables para competencias de carácter mundial.

La incómoda verdad es que tanto la candidatura de los países andinos como la de Uruguay/Argentina/Paraguay para el mundial del 2030 parecen condenados no sólo a la derrota, sino al ridículo. Sudamérica (exceptuando a Brasil) no tiene la capacidad de organizar un mundial y a como van las cosas cada vez menos países de CONMEBOL podrán organizar siquiera una Copa América.

¿Cómo resolverlo? La solución pasa por integrar todo el continente en la Copa América… Y en una misma confederación, de manera similar a como funciona en el resto de los continentes.

Y en el norte las cosas tampoco están para celebrar

La Concacaf, que une a las federaciones de fútbol de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, es una aberración tanto organizativa como deportiva. El mismo día en que concluyó la Copa América con un apasionante (aunque tosco) Argentina-Brasil inició la “Copa de Oro” con un profundamente mediocre México-Trinidad y Tobago, marcado con la grave lesión del mexicano Irving Lozano en un choque accidental —pero de graves consecuencias— con el arquero trinitario. 

Un choque del que, por cierto, ni se enteraron el árbitro y sus jueces de línea, cuya evidente falta de preparación física y táctica llegó a niveles de lo absurdo. Y no es un hecho aislado, sino un síntoma sistemático.

La verdad incómoda es que permanecer en Concacaf es profundamente tóxico para los países “fuertes” de esa confederación, incluyendo México, Estados Unidos y Costa Rica, atados a competir con rivales profundamente incompetentes y privados de la intensidad de competencia y los enormes beneficios que les brindaría jugar con los equipos de CONMEBOL.

Sí, hubo un tiempo en que a México se le permitió asistir a la Copa América, pero eventualmente la mafia de la Concacaf extorsionó a la Federación Mexicana, obligándola a enviar equipos “B” a la competición sudamericana. México perdió nivel, pero los directivos pudieron seguir exprimiendo el bolsillo de los migrantes mexicanos que compran boletos para la Copa de Oro realizada siempre en ciudades americanas.

A nivel de clubes sucede algo similar. Las ligas de México y Estados Unidos son 2 de las 3 más sólidas y potentes del continente (en primer lugar está, por supuesto, la brasileña) pero se encuentran aisladas y obligadas a disputar una “Concachampions” con equipos caribeños amateurs semiprofesionales.

Ok. Entonces la Concacaf es nefasta para las grandes selecciones, pero al menos beneficia a los equipos caribeños y centroamericanos ¿no? 

La verdad es que tampoco, porque su nivel sigue siendo abismalmente bajo. Bajo una buena negociación, incluso ellas no perderían casi nada si desaparece la Concacaf y se integran a una nueva confederación continental. Igual que ahora, arrancarían su clasificación al mundial en rondas preliminares, jugando principalmente entre ellos y colocando a uno o dos de sus mejores equipos para que lleguen a la fase definitiva previa al mundial.

A México le urge la Copa América. También a Estados Unidos y a Costa Rica. Imagen: EFE/Armando Arorizo
A México le urge la Copa América. También a Estados Unidos y a Costa Rica. (EFE)

Lo que ganarían con una copa de toda América y una confederación continental

Los equipos sudamericanos ganarían un impulso para salir de esa zona de confort que los ha llevado a descuidar su infraestructura. El tener como referencia constante a los estadios y equipos de México y Estados Unidos motivaría a los aficionados sudamericanos a ser más exigentes con sus directivas para que estas pongan mayor énfasis en mantener, actualizar y desarrollar sus estadios y estructura interna.

En la otra mitad del continente, competir de forma cotidiana con las ligas y selecciones sudamericanas obligaría a países como México, América y Costa Rica a adquirir un mayor nivel de competencia; incentivaría el aprendizaje mutuo entre ligas y permitiría un mayor intercambio y proyección de jugadores.

En cuanto a lo económico, la integración continental permitiría tener una Copa América mucho más atractiva que pueda competir competir en forma realista con la Eurocopa. Además, fortalecería las finanzas y el nivel de la Copa Libertadores; básicamente crearía un pastel más grande para repartir entre todos.

El futuro será continental o fracasará

El futuro del fútbol está construyéndose ahora, y buena parte de ese futuro depende de la reorganización de estructuras, como las confederaciones, que quizá fueron justificables a mediados del siglo pasado, pero que hoy son insostenibles.

En el norte, Estados Unidos y México avanzan hacia la integración de sus respectivas ligas a partir del 2026, para formar una de las ligas más grandes del mundo, incluso por encima de la brasileña. México y Estados Unidos avanzan a paso muy firme, pero necesitan competencia cotidiana de alto nivel para consolidar sus procesos.

En el sur, el talento y la pasión de sus jugadores son innegables, pero es igualmente evidente el atraso de su infraestructura y de sus ligas, que a mediano plazo corren el riesgo de convertirse en meros artículos de curiosidad para el fútbol internacional.

En ambos lados del continente se necesita que la Copa América sea de toda América, que la Concacaf desaparezca, que se forme una gran confederación continental, que se intensifique la competencia y como siempre, que gane el mejor.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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