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La imposibilidad de las mujeres en Irán para alquilar una vivienda

Mujeres Irán - El American

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Alquilar una vivienda en las grandes ciudades iraníes es complicado para buena parte de la población debido a los altos precios; pero las mujeres divorciadas afrontan otro problema al margen del económico: los prejuicios sociales.

Más de seis meses tardó la profesora divorciada Mahshid Akrami Puya en lograr alquilar un piso en Teherán. Acabó pidiendo ayuda a su padre para lidiar con las inmobiliarias y, al final, llegaron a la conclusión de que era “necesario mentir” para que el dueño aceptara.

“En el contrato (de arrendamiento) dice que vivo con mis hijos aunque ellos viven con su padre”, reconoce a Efe esta mujer, quien se casó siendo “casi una niña” y pronto se quedó embarazada, por lo que no se divorció hasta hace seis años, tras 25 de matrimonio.

Mahshid tuvo que recurrir a esa fórmula de que convivía con sus hijos para poder alquilar tanto su primera vivienda como su actual casa en Teherán, tras ser rechazada por varios propietarios por su condición de “mujer sola”.

La profesora iraní Mahshid Akrami Puya posa para la periodista en su casa en Teherán, Irán (EFE). 
Las dificultades que atraviesan las mujeres en la cultura musulmana

“Es un problema muy serio (el alquiler) porque normalmente los dueños tienen esa condición, que no dan la casa a una mujer divorciada o sola”, comenta la profesora, que no se planteó la separación hasta que sus hijos fueron mayores y ella, independiente a nivel económico.

En muchas ocasiones ni los propietarios ni las inmobiliarias ofrecen las razones del rechazo pero, según Mahshid, la realidad es que “piensan que se podría llenar la casa de hombres o que una mujer no es capaz de pagar el alquiler”.

Esta imagen peyorativa está muy arraigada en Irán, donde para la mujer es mucho más difícil conseguir el divorcio y el marido tiene derecho de prohibir a su esposa incluso estudiar o trabajar.

Mahshid, quien sí pudo estudiar pero con la condición de no maquillarse y cubrirse con el tradicional “chador”, explica que “en una sociedad tradicional como la iraní una mujer divorciada enfrenta muchas discriminaciones sociales”.

La discriminación no viene solo de los caseros, también por la gente cercana: “Los familiares y amigos se alejan de ti porque te consideran un peligro para sus matrimonios”, lamenta esta profesora de español mientras bebe un té en el salón de su apartamento.

También en el ámbito laboral. Mahshid ocultó durante dos años que se había divorciado en la empresa farmacéutica en la que trabajaba y, cuando su caso salió a la luz, afirma que se sintió “señalada” por los compañeros.

Mujeres iraníes rezando (EFE)
Investigaciones e interrogatorios

A Romaneh, otra iraní divorciada que prefiere no revelar su apellido, le llegó a decir el propietario del piso que quería alquilar que tenía que “investigarla primero”.

“Me gustaba mucho el piso y estuve a punto de ceder, pero finalmente pensé que me iban a estar vigilando y que iba a tener que estar dando explicaciones incluso si venía a visitarme un familiar hombre”, comenta a Efe.

Y es que los caseros o los propios vecinos se alzan en muchas ocasiones en una especie de defensores de la moral en un país donde el régimen teocrático en el poder desde la revolución de 1979 impone, además, sus principios islámicos.

Un interrogatorio también sufren los jóvenes solteros como Kaveh. Este hombre de 32 años e independizado desde hace más de un lustro relata a Efe que “la mayoría de los propietarios se negaban directamente” a alquilarle su piso.

“Los que eran menos reacios me interrogaban por mis antecedentes y me hacían preguntas muy personales sobre mí y mi familia”, dice el joven.

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