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Latinx es una estupidez

Latinx

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Latinx es una estupidez. Decir esto, en realidad, es más latino que decir «latinx». Para entender la estupidez del término, debemos remitirnos a lo que el lenguaje es, lo que este produce, las consecuencias que generarían las alteraciones radicales y la realidad política en torno al término en específico.

El idioma nace con el fin expresar la realidad, lo que se ve y se piensa. Al comunicar lo que ve, piensa y está a su alrededor, la persona puede hacer sus juicios referente a los objetos y fenómenos que acontecen.

Lo hispano, por ejemplo, está definido por la cultura hispana, y la cultura hispana está definida por el idioma español desde hace más de un milenio. Todo eso produce una forma hispana de ver el mundo; y nadie puede cambiar eso —ni siquiera su normie más cercano que considera Oye Cómo Va la apoteosis de la hispanidad—.

Olavo de Carvalho, en la animalización del lenguaje explica que en el tribalismo posmoderno: «como entre perros y lobos, el olor de sus genitales o los residuos de su orina en el suelo» es lo que ahora definirá al sujeto. Las señales sonoras —define Carvalho— siguen siendo las mismas que las del lenguaje humano, pero la regla semántica inmanente es la de la comunicación animal.

La animalización del lenguaje degrada la dignidad de la persona —en el sentido que Maritain la definía— y la obliga a comportarse como animal suprimiéndose a favor de la voluntad de la manada. Pero no solo esto, sino que, igual que la apelación a la «neutralidad de género» —lo que sea que eso signifique— que pretende el uso de Latinx, el «código uniforme» que sustituye la expresión auténtica de la realidad suele ser «la expresión directa y ostensiva de los impulsos sexuales».

«Latinx», lejos de generar el efecto que el Punk produjo, es un antojo infantil que las generaciones más nuevas aceptan y usan para sentirse especiales y hacer más ruido —ruido que aprovechan los poderosos. Sin embargo, se quedan con las ganas. Según Pew Research, solo 3 % de los latinos en América usan el término y son principalmente jóvenes entre dieciocho y veintinueve años. Esto significa que el uso del término ni siquiera es una bandera considerada por los latinos, ¿pero quiénes lo usan entonces?

«Latinx» es otra expresión de la white guilt

Histéricos como son los jóvenes, son carnada perfecta para los wokesters como la trágica ex candidata presidencial Elizabeth Warren, quien ha utilizado el término latinx para complacer a los millenials y zoomers histéricos. La actitud de Warren confirmó que «latinx» es otra de las manifestaciones de la white guilt (culpa de los blancos), tan patética como la fantasía del privilegio blanco.

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«Latinx», lejos de generar el efecto que el Punk produjo, es un antojo que las generaciones más nuevas aceptan y usan para sentirse especiales y hacer más ruido —ruido que aprovechan los poderosos. (Foto: Flickr)

En el Munk Debate sobre la corrección política, Jordan B. Peterson pregunta a Michael Eric Dyson que, de aceptar la premisa del privilegio blanco, ¿en qué medida su privilegio blanco —el de Peterson— es responsable de su propio éxito? ¿5 %? ¿25 %?

Dyson responde al psicólogo que «el privilegio blanco no actúa de acuerdo con segmentos cuantificables». En cambio, el privilegio blanco es un mandato moral para «una sociedad que se enfrente a los ideales de libertad, justicia e igualdad». Mark Bauerlein en American Greatness revela la naturaleza de esa trampa mental: «¿entendieron? El privilegio blanco no describe una realidad. Le dice a la gente cómo comportarse».

Así, la culpa blanca, consecuencia de ese pseudo-privilegio, impone a la gente inocente de su color de piel cómo comportarse por puro capricho. «Latinx» es una expresión del masoquismo de muchos blancos que en su neurosis espiritual necesitan complacer a todos los que les hagan reclamos —por más absurdos que sean.

Esa visión gnóstica del pecado original impuesta sobre los blancos y su enfermiza obediencia aduladora revelan un quiebre del tejido social, revela un despojo de la vida espiritual —como lo afirmó Solzhenitsyn en su discurso en Harvard—, y una politización extrema de la vida en general. La pérdida de la identidad y la necesidad de esta, el pasado de las naciones, los sentimientos, la sinvergüenzura y la prudencia, la estupidez y la sabiduría, todo pasa por la óptica de la política.

Pero cuando los hechos son relegados y tachados de fanatismo y supremacismo, la estupidez reina —como en estos casos—.

«Hemos puesto demasiadas esperanzas en la política y las reformas sociales, solo para descubrir que nos estaban privando de nuestra posesión más preciada: nuestra vida espiritual».

Alexander Solzhenitsyn

Rafael Valera, Venezuelan, student of Political Science, political exile in São Paulo, Brazil since 2017 // Rafael Valera, venezolano, es estudiante de Ciencias Políticas y exiliado político en São Paulo, Brasil desde 2017

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