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Aprendamos del éxito de 1945, no del fracaso de 2009

Biden, Obama

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Por: Daniel J. Mitchell y Robert O’Quinn

Aunque el Congreso ya añadió 3 billones de dólares de gastos de emergencia al presupuesto en los últimos 12 meses, Joe Biden apoyó y pidió al Congreso que le sume otros 1,9 billones de dólares a la carga del gasto federal como parte de su llamado Plan de Rescate Norteamericano.

Pero el Sr. Biden está dando un nuevo giro al despilfarro. En lugar de intentar justificar el nuevo gasto diciendo que es necesario compensar a los hogares y a las empresas por los cierres impuestos por el gobierno, está presentando el argumento keynesiano de que el nuevo gasto es una forma de estimular la economía.

El mismo enfoque se utilizó cuando era vicepresidente, por supuesto, pero no dio resultados positivos. La Ley de Recuperación y Reinversión de Estados Unidos del presidente Obama añadió mucha deuda al balance de la nación, pero la recuperación fue muy débil según los estándares históricos.

El Sr. Biden y su equipo parecen pensar que los anémicos resultados fueron consecuencia de no haber gastado suficiente dinero. De ahí el enorme monto de 1.9 billones de dólares de su plan.

¿Funcionará su enfoque? Si la historia sirve de indicación, obtendremos una mezcla de mala economía con mala política fiscal.

Podemos aprender sobre la recuperación económica actual repasando lo que ocurrió durante la Gran Recesión a principios de este siglo y lo que ocurrió al final de la Segunda Guerra Mundial.

Lo primero que hay que entender es que los problemas económicos actuales son bastante diferentes a los de la Gran Recesión. Aquella recesión, que comenzó a finales de 2007, fue el resultado de una burbuja inmobiliaria insostenible causada por una política monetaria excesivamente acomodaticia de la Reserva Federal y unas políticas inmobiliarias equivocadas. Esta burbuja asignó mal los recursos laborales y financieros, creó un exceso de oferta de viviendas, dejó al sector doméstico profundamente endeudado y socavó la solidez de muchos bancos y otras instituciones financieras.

La recuperación de la Gran Recesión fue lenta y prolongada porque se tardó años en limpiar el desorden del estallido de la burbuja inmobiliaria. Los hogares reconstruyeron lentamente sus ahorros y limpiaron sus cuentas. Los trabajadores desempleados que se vieron involucrados en el mercado inmobiliario y a la financiación del mismo tardaron en cambiar de ocupación, encontrar nuevos trabajos y trasladarse a nuevos lugares. Los bancos tuvieron que resolver los préstamos problemáticos y reconstruir su capital antes de poder conceder nuevos préstamos a empresas en crecimiento.

El estímulo de Obama no impulsó ese proceso de sanación y el gasto de más dinero tampoco lo aceleraría.

Nuestros problemas económicos actuales, por el contrario, no se desencadenaron por una mala asignación de recursos laborales y financieros, impulsada por el crédito o por un exceso de inversión en un sector. Por el contrario, la causa fue exógena: una pandemia. A diferencia de 2007, la economía estadounidense era fuerte y saludable en febrero de 2020.

La analogía histórica más cercana a la situación actual es lo que ocurrió tras la derrota de la Alemania nazi y el Japón imperial.  Los keynesianos temían que la desmovilización sumiera a la economía estadounidense en una profunda depresión al reducirse el gasto federal. Paul Samuelson llegó a escribir en 1943 que el fracaso en la búsqueda de formas alternativas de gasto público llevaría al “mayor período de desempleo y dislocación industrial que jamás haya afrontado ninguna economía”.

Guiado por este sentimiento, el presidente Harry Truman propuso “un programa de 21 puntos para el periodo de reconversión” poco después de que terminara la guerra. Pero su plan, que era básicamente una repetición del New Deal (Nuevo Tratado) de Franklin Roosevelt, fue ampliamente ignorado por el Congreso.

¿Se hundió la economía, como temían los keynesianos?

Difícilmente. Sólo hubo una breve desaceleración cuando la economía se ajustó a las condiciones de los tiempos de paz.

Al no repetirse el intervencionismo de FDR, la economía experimentó un fuerte crecimiento. Uno de los grandes impulsos para el crecimiento fue que los ahorros forzados acumulados durante los años de guerra le permitieron a los consumidores darse un banquete de compras en tiempos de paz.

Las condiciones económicas actuales recuerdan en cierto modo a las que existían después de la Segunda Guerra Mundial. La limitada capacidad de gastar dinero durante la pandemia ha contribuido al impulso de la tasa de ahorro personal desde el 7.3% en el cuarto trimestre de 2019 hasta un máximo del 26.0% en el segundo trimestre de 2020, antes de caer a un todavía históricamente alto 13.4% en el cuarto trimestre de 2020.  En términos agregados, el ahorro personal se disparó de 1.2 billones de dólares en 2019 a 2.9 billones en 2020.

Todavía hay algunas cifras preocupantes en el mercado de trabajo, pero las pérdidas de empleo restantes están muy concentradas en unas pocas industrias que están cerradas o que operan de forma limitada debido a las restricciones por el COVID-19. Estas restricciones en los deportes, el entretenimiento en vivo, los cines, los museos y los restaurantes pronto se relajarán, a medida que más estadounidenses se vacunen, y la demanda reprimida, financiada con más de un billón de dólares de ahorros excedentes, resucitará estos sectores, devolviéndoles los puestos de trabajo que se han perdido.

Estas son algunas de las razones por las que la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) prevé que el PIB real alcanzará su nivel prepandémico en el tercer trimestre de este año, el tamaño de la población activa volverá a su nivel prepandémico en 2022 y el empleo alcanzará su nivel prepandémico en 2024.

Todo ello sin ningún “estímulo” adicional, al igual que cuando la economía prosperó después de la Segunda Guerra Mundial, a pesar del (o quizás debido a) fracaso de la propuesta de los 21 puntos del Sr. Truman.

El equipo del presidente Biden o bien desconoce esta historia, o simplemente no les importa. Tal vez simplemente quieran aprovechar el entorno actual para recompensar a principales grupos de interés. O puede que estén tratando de resucitar la maltrecha reputación de la economía keynesiana gastando un montón de dinero para poder atribuirse el mérito de una recuperación económica que ya está destinada a producirse.

Foundation for Economic Education (FEE)

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