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Lección de Liz Truss para los conservadores: no rendirse ante la izquierda

Liz Truss Lesson for Conservatives: Never Surrender to Left, EFE

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Por Anthony B. Kim*

Un 10 de octubre, un primer ministro británico lo dejó claro: “A los que esperan con ansia ese eslogan favorito de los medios de comunicación, el ”giro de 180 grados”, solo tengo una cosa que decir: Gira si quieres: la Señora no está para girar”.

Esas fueron las decididas palabras de la entonces primera ministra Margaret Thatcher, quien hablaba en una conferencia del Partido Conservador el 10 de octubre de 1980. Fue un discurso definitorio que subrayó la firme refutación de Thatcher a las peticiones de dar un “giro de 180 grados” en respuesta a la oposición a su programa de liberalización y revitalización de la economía británica.

Desgraciadamente, en marcado contraste, la británica Liz Truss -que anunció su dimisión como primera ministra la semana pasada- dijo que no le daba “ninguna vergüenza” realizar un drástico giro de 180 grados en su programa de reformas económicas, en particular en lo que respecta a la reducción del tipo máximo del impuesto sobre la renta de las personas físicas del 45 %. Truss señaló además que “tomó la decisión muy rápidamente” de suprimir esta política, que se estaba “convirtiendo en una distracción” del resto del plan económico del Gobierno.  

(El lunes se anunció que Rishi Sunak, excanciller de Hacienda, el equivalente británico al secretario del Tesoro, sucedería a Truss, probablemente el martes).

Señalando los errores políticos cometidos en los últimos años, Truss había sido inicialmente bastante franca sobre su camino preferido para restaurar el dinamismo económico de Gran Bretaña, ofreciendo una alternativa clara basada en los principios del libre mercado frente a la certeza de un mayor declive económico, y para estimular la tan necesaria inversión y el crecimiento de la productividad en el sector privado.

Lamentablemente, Truss dio marcha atrás en su plan inicial de reforma económica con concesiones directas e indirectas a la izquierda del Reino Unido y no logró mantenerse firme. Esto acabó debilitando su posición y la convirtió en la primera ministra que menos tiempo ha estado en el cargo en la historia del país, ya que había asumido el cargo hacía solo 45 días.

De hecho, como subraya sucintamente Nile Gardiner, director del Centro Margaret Thatcher para la Libertad de The Heritage Foundation:  

“La dimisión de Liz Truss y su desastroso y corto mandato es una lección de liderazgo para los conservadores de ambos lados del Atlántico. Nunca te rindas ante la izquierda, no des un giro de 180 grados en las políticas clave y mantén los principios e ideales conservadores”.

Los conservadores de todo Estados Unidos deberían tomar nota de ello, sobre todo teniendo en cuenta que la libertad económica de Estados Unidos está en creciente peligro. Un reciente editorial del Wall Street Journal señalaba sin ambages que “el argumento más tonto es que la caída de la Sra. Truss es una advertencia a los republicanos americanos para que no bajen los impuestos”, señalando que ella “quería políticas a favor del crecimiento para contrarrestar los fracasos económicos”.  

La libertad económica de Estados Unidos se ha visto considerablemente socavada por la campaña de impuestos y gastos diseñada por el Gobierno Biden y sus aliados de extrema izquierda. A pesar de la ya debilitada salud fiscal de Estados Unidos, el Gobierno Biden se ha lanzado a toda máquina a implementar una fallida agenda política de gobierno excesivo que ha añadido billones a la deuda nacional, ha subido los impuestos a través de una mayor inflación, ha aumentado la carga regulatoria y ha centralizado más poder federal sobre la economía.

El aumento del déficit y la creciente carga de la deuda, ambas consecuencias directas de la mala gestión presupuestaria del Gobierno, han llevado a la erosión de la salud fiscal general de Estados Unidos, que la actual ola de gasto ha exacerbado. Las desviaciones de las posiciones fiscales sólidas suelen perturbar la estabilidad macroeconómica e inducen a la incertidumbre económica, y por lo tanto socavan la libertad y la resistencia económica de Estados Unidos.

La posición competitiva de la nación no está amenazada si el gobierno federal no gasta lo suficiente. El problema es que el Gobierno ha crecido demasiado en tamaño, alcance y poder sobre nuestra vida cotidiana.

A este respecto, Thatcher se explayó en su discurso ante la conferencia del Partido Conservador en 1980:

“Por supuesto, nuestra visión y nuestros objetivos van mucho más allá de los complejos argumentos de la economía, pero si no acertamos con la economía, negaremos a nuestro pueblo la oportunidad de compartir esa visión y de ver más allá de los estrechos horizontes de la necesidad económica.

Sin una economía sana no podemos tener una sociedad sana, y sin una sociedad sana, la economía no se mantendrá sana durante mucho tiempo… No es el Estado el que crea una sociedad sana. Porque cuando el Estado se hace demasiado poderoso, la gente siente que cuenta cada vez menos. El Estado drena a la sociedad no solo de su riqueza, sino de la iniciativa, de la energía, de la voluntad de mejorar e innovar, así como de preservar lo mejor”.

Lo que la Dama de Hierro señaló enérgicamente hace más de cuatro décadas sigue siendo claramente relevante hoy en día y sirve como oportuno recordatorio para Estados Unidos. Preservar y promover políticas basadas en los principios conservadores y la libertad económica es más importante que nunca.


*Anthony B. Kim investiga cuestiones económicas internacionales en The Heritage Foundation, centrándose en la libertad económica y el libre comercio.

Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y The Heritage Foundation.

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