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Las leyes son veneno, que la cocina mexicana NO necesita. Imagen: Roberto Carlos Roman Don via Unsplash

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Sí, las leyes son veneno cuando van más allá de su ámbito natural y pretenden regularlo todo sin resolver nada, convirtiéndose en el caldo donde hierven la demagogia, la impunidad y la debilidad del Estado de derecho. Ingredientes de ese estofado macabro que tiene a Latinoamérica sumida en el atraso y el autoritarismo.

Para muestra basta un botón, vean el caso de México: mientras el país enfrenta niveles récord de violencia, la economía sigue sin recuperarse y el presidente López Obrador anuncia nuevos ataques contra los organismos autónomos para restaurar la presidencia imperial y demoler lo poco que se había avanzado para establecer contrapesos institucionales y una democracia funcional mientras los legisladores construyen consensos… sobre necedades.

El 28 de abril, la Cámara de Diputados acordó, por unanimidad, expedir la “Ley Federal de Fomento a la Cocina Mexicana”. A este engendro legislativo lo presumen como una ley “única en el mundo”, con la finalidad de, según dicen, “conformar un Consejo Consultivo con una visión transversal y fomentar la cocina mexicana con los elementos, las personas y los instrumentos, y así tener una política nacional en la materia”.

Sí, literalmente, el Gobierno mexicano quiere “tener una política nacional” sobre las fritangas, el mole y los romeritos. Aunque usted no lo crea.

De entrada, la ley en sí misma es un absurdo de proporciones gigantescas. No en balde es “única en el mundo”, pues a ningún otro país sobre la tierra se le hubiera ocurrido incluir en su marco jurídico una regulación tan ridícula. Sin embargo, el daño que genera esta chatarra parlamentaria va mucho más allá del desperdicio de papel, impuestos e instituciones. Estas leyes son veneno que debilita al sistema jurídico, lo carga con pesos innecesarios y eventualmente alimenta la cultura de la impunidad, que es uno de los principales motivos de la tragedia mexicana.

Los tacos no necesitan institutos, necesitan que el gobierno los deje en paz. Cuando el gobierno se mete, esas leyes son veneno. Imagen: Unsplash
Los tacos no necesitan institutos, necesitan que el Gobierno los deje en paz. Cuando el Gobierno se mete, esas leyes son veneno. Imagen: Unsplash

Estas leyes son veneno porque…

PRIMERO. Se entromete al Estado en temas donde no le corresponde intervenir. La comida mexicana es exitosa justamente porque ha sido uno de los pocos espacios donde la sociedad ha podido emprender y competir sin la “orientación” de políticos metiches e ineptos. La cocina mexicana se ha convertido en patrimonio de la humanidad sin necesidad de consejos consultivos, de institutos, burócratas o mesas de trabajo. Y así debería seguir.

La comida mexicana se cocina y se come porque sabe bien, no porque cuente con un plan nacional; y, en el peor de los casos, el regularla traerá como consecuencia menor variedad, menor espontaneidad, menor innovación y —para acabar pronto— menor sabor. Después de todo, a nadie se le antoja unas enmoladas con sabor a minuta de comité.

SEGUNDO. Este tipo de legislaciones se desprenden directamente de una idea perversa en el sentido de que la convivencia debe estar regulada y que el Gobierno debe marcar el ritmo al que se muevan todos los sectores de la sociedad. No entienden que esa intervención gubernamental estorba en lugar de ayudar y que, de hecho, los ciudadanos tienen el talento, la capacidad y la dignidad para tomar decisiones, crear y prosperar sin necesidad de un burócrata que les diga cómo hacerlo todo.

TERCERO. Estas leyes son veneno, porque al incrementar la carga regulatoria, también multiplican las oportunidades para la corrupción y el franco incumplimiento de la ley. En México se legisla tanto, y para tantas tonterías, que la sociedad simplemente no se toma en serio las leyes y ello genera condiciones para una cultura de impunidad cuyas consecuencias en materia de violencia y crimen organizado han convertido a México en vergüenza mundial.

Hoy, 7 de las 10 ciudades más violentas del mundo son de México y en buena medida esto se debe a que la gente aprende a ignorar impunemente las leyes necias y luego se sigue con las demás.

CUARTO. Legislar sobre la cocina mexicana en momentos donde el país se cae a pedazos exhibe la frivolidad de la clase política. Mientras en todo el territorio nacional las familias se acostumbran a escuchar el coro de las ametralladoras, de los asaltos, los secuestros y los homicidios, sus representantes populares están muy ocupados viendo cómo aprueban una ley para esconderse, literalmente, en la cocina; en lugar de atender la gravísima crisis de impunidad y violencia.

QUINTO. Estas leyes son veneno, y ese veneno está generalizado en la clase política. Por ejemplo, la Ley Federal de Fomento a la Cocina Mexicana fue aprobada por unanimidad, con el voto a favor de todos los grupos parlamentarios. Ni uno solo de los 500 diputados tuvo la claridad, el valor o tan siquiera la decencia como para señalar el ridículo ejemplo de saturación legislativa y de intervención centralista que implica una ley para la cocina. Ahora solo falta que quieran sacar una Norma Oficial Mexicana para los tacos, igualmente “única en el mundo”.

Esto sucede en México y en Latinoamérica, pero también lo observamos cada vez más en los Estados Unidos, donde los activistas de tal o cual causa se enfocan en convertir sus pasiones privadas en legislaciones generales que distraen el Gobierno, desnaturalizan a las instituciones, sobrecargan el presupuesto y multiplican la impunidad. En pocas palabras, son veneno. Y no hay que tragárselo.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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