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La oposición mexicana colabora con la perpetuación de López Obrador en el poder

Imagen: EFE/Mario Guzmán

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AMLO ganará las elecciones presidenciales del 2024, dentro o fuera de la boleta, con un candidato dentro o fuera de su partido, pues su proyecto político se consolida mientras la oposición mexicana ya demostró ser incapaz de salir de su burbuja. A este paso, los opositores conseguirán un 36 % de los votos… y van perder.

Y junto con los opositores perderá México entero, incluyendo a quienes en julio del 2024 voten a favor del candidato impulsado por AMLO.

¿Por qué? Porque el concepto de nación que impulsa el presidente López Obrador es el de una republica centralista, presidencialista y caprichosa, donde vidas y haciendas estén sujetas a la buena o mala voluntad del presidente, sin más margen de maniobra que el que los poderes menores encuentren dentro de la gran carpa del nuevo régimen. En otras palabras, un PRI “perfeccionado” capaz de apoderarse del Estado durante décadas.

Las razones del pesimismo: la seducción del régimen

La primera de ellas es la persistente popularidad de López Obrador y su proyecto de Gobierno. De acuerdo con el seguimiento diario de El Economista, Andrés Manuel alcanzó 64.1 % de apoyo el pasado 5 de noviembre, un nivel similar al que tenía en abril del 2019, cuando su Administración apenas estaba comenzando.

Es decir, después de casi 3 años de un gobierno desastroso, marcado además por la peor recesión económica en casi un siglo, en el marco de la peor pandemia de los últimos 100 años, que golpeó a México al son de casi 300,000 muertos y contando, el presidente no ha perdido popularidad entre la población.

Por lo tanto, si la oposición fue incapaz de erosionar la popularidad de AMLO tras año y medio de pandemia, recesión económica, inseguridad desatada a niveles nunca antes vistos y constantes torpezas administrativas, es muy razonable pensar que no lograrán erosionarla en la segunda mitad del sexenio.

Y ello se debe no solo a la insufrible arrogancia de los propios opositores y el innegable carisma de Andrés Manuel López Obrador, sino también a una realidad muy profunda y dolorosa: para el mexicano, la visión autoritaria y mesiánica de AMLO se siente bien; como una zapatilla cómoda o una frazada caliente, que podrá estar convertida en jirones, pero seguimos abrazando mientras vemos Netflix.

Y esto no es algo nuevo. Ya en el siglo 20 el PRI logró comprender las tendencias sociales de los mexicanos y destilarlas en un discurso y un sistema político capaz de sobrevivir durante décadas en medio de la generalizada “paz social”; bueno, pues López Obrador ha destilado una versión 2.0 de ese brebaje, y México lo está bebiendo con gusto.

En cierta forma es comprensible; después de todo, la tiranía mexicana no es un mero régimen hostil, sino que entrelaza la imposición política con oportunidades de progreso para quienes integran el sistema y pequeños privilegios para todos los demás. Los grandes compadres recibirán los contratos multimillonarios, los pequeños militantes la licencia de taxi o el puesto en el tianguis. Todos los demás se quedarán con una sensación de certeza y con la esperanza de entrar al sistema.

AMLO ganará si la oposición se atora en sos conflictos y sus errores. Imagen: EFE/Carlos Ramírez
AMLO ganará si la oposición se atora en sos conflictos y sus errores. Imagen: EFE/Carlos Ramírez

La inoperancia de la oposición mexicana

El panorama dentro de los cuatro partidos de oposición va de la mediocridad al desastre abierto, y el tiempo les está jugando en contra.

El PAN, principal partido opositor del país, enfrenta una crisis tan seria que incluso su propio dirigente declaró en un evento privado (que luego se filtró a los medios) que su partido tiene ya prácticamente pérdidas 5 de las 6 elecciones a gobernador a realizarse el próximo año, a pesar de que cuatro de esos 6 estados son gobernados actualmente por Acción Nacional.

¿Qué pasó? Durante décadas los panistas tenían muy claro su gran objetivo político y su proyecto: querían democracia, alternancia en el poder y derrotar al PRI. Alcanzaron esos objetivos en el 2000, cuando Vicente Fox llegó a la presidencia, pero ya en el gobierno fueron incapaces de cumplir con sus promesas.

Tampoco pudieron renovar su narrativa, así que desde entonces, el PAN avanza a tumbos, y esos tropiezos que se volvieron rutina ahora se han convertido en danza trágica. Hoy Acción Nacional aspira a sobrevivir en sus bastiones, pero no tiene ningún candidato capaz de pelearle al régimen a escala nacional.

El PRI está catatónico y confundido. De entrada, para la mayoría de los priístas, incluyendo sus dirigentes, las prácticas del obradorismo les resultan algo natural y mucho más cómodo que el papel opositor en que los han colocado las circunstancias.

Sí, están enojados con AMLO, pero en el fondo su coraje es más por envidia que por discrepancia, así que llegado el momento de negociar con el presidente, muchos de ellos no perderán la oportunidad de volver a ser parte de la estructura vertical en la que crecieron y prosperaron durante décadas, y que ahora AMLO propone reconstruir.

Los otros 2 partidos opositores son Movimiento Ciudadano (que ha tenido éxito en un par de estados, pero tampoco tiene un alcance nacional) y el PRD, el partido de izquierda que lanzó a López Obrador y que hoy está en la oposición por un mero tema de resentimientos personales, no por convicción ideológica.

El resultado es una oposición frágil e incapaz de convencer más allá de su círculo, que se debilitará conforme López Obrador negocie con los gobernadores de los estados, porque en política la concentración de poder multiplica la gravedad, que a su vez atrae más masa hacia el centro de poder, que en este caso está en Palacio Nacional.

AMLO ganará porque entre más poder concentre, más atractivo será pactar con él

A estas alturas del juego, el principal peligro para López Obrador no está ni siquiera en la oposición, sino en el desafío (que comentábamos hace unos meses) de mantener la consistencia de su alianza política mientras se compromete a entregar más parcelas gubernamentales de las que tiene disponibles.

Más temprano que tarde va a quedarle mal a muchos “liderazgos” y eso le provocará un dolor de cabeza, pero aun así puede salir bien librado y al menos hasta ahora el presidente ha sabido capotear el temporal, además de que su capacidad de seducción se incrementa conforme salen a la luz las nuevas pifias y guerras civiles opositoras.

Así que, si las cosas siguen como van, AMLO ganará el 2024 y esa victoria será la consolidación de una nueva era de centralismo autoritario de largo plazo para llanto de los opositores y desgracia de todos.

Eso, o algo peor.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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