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¿Nueva Derecha o trumpismo?

Nueva derecha

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El “trumpismo” es un concepto que se está utilizando mucho en estos días. Un “nuevo” Partido Republicano de algún tipo es generalmente a lo que se refiere esta idea, uno que se adhiere a las políticas y la persona de Donald J. Trump. Esta caracterización que busca encapsular el seguimiento popular que goza el presidente 45º, está errada y es una simplificación defectuosa de un acontecimiento mucho mayor. Dentro de Estados Unidos, se ha estado realizando un cambio de paradigma sociopolítico. Esta corriente conservadora desafía la visión de la izquierda, elitista y globalista, que predomina en el mundo hoy. Esta superestructura ideológica contradice los principios fundamentales de Estados Unidos. Lo que estamos presenciando es la consolidación de un importante movimiento popular de masa.  

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Thomas Kuhn en su clásico, La estructura de las revoluciones científicas (1962), planteó la noción de los cambios de paradigma. El filósofo y físico estadounidense destacó, conceptualmente, que la alteración consumada de los patrones, los entendimientos y las prácticas dentro de una disciplina científica, establece un cambio en el modelo de funcionamiento. Aunque Kuhn limitó su postulación a las ciencias naturales, el principio ha sido aceptado y referenciado ampliamente también dentro de las ciencias sociales y las aplicadas. Así pues, estructuralmente, en lo que respecta a los sistemas sociopolíticos y las cosmovisiones, los cambios de paradigma han sido una constante histórica. Uno de realineamiento está teniendo lugar en ahora en Estados Unidos. 

La “Nueva Derecha”: sus características y marco ideológico

Una “Nueva Derecha” se ha estado formando antes de 2016 y ha ido aumentando. En términos generales, ésta es profundamente conservadora con un trasfondo de liberalismo clásico en la esfera económica. En términos más específicos, es nacionalista, creyente popular (anti elitista), constitucionalista, defensora de la ley y el orden, individualista, pro “Segunda Enmienda”, provida, anticomunista, centrada en la libertad, tradicionalista y capitalista. Pese a que la mayoría de los miembros de este movimiento se identifican con el Partido Republicano, los independientes y los demócratas centristas (Blue Dogs) también forman esta coalición abstracta. Al estar sustentada en fundamentos ideológicos bien definidos, su atractivo amplio se explica el por qué trasciende los factores de la raza, la etnia, la categorización de los trabajadores, el nivel de los ingresos o el currículo educativo. Genuinamente, la Nueva Derecha sobrepasa los límites de la afiliación a un partido u otros mecanismos de estratificación.   

Dado que la Nueva Derecha se encuentra enmarcada dentro de una cosmovisión general y comparte principios fundamentales de un sistema de creencias, es importante entender exactamente esa composición. Las ideologías típicamente contienen tres componentes que nos ayudan a entenderla mejor. Estas son sus fundamentos epistemológicos, éticos y económicos. En el caso de la Nueva Derecha, su epistemología está claramente conectada con el entendimiento de que hay un orden trascendental superior que interactúa con la existencia temporal. En otras palabras, abraza una primacía sobrenatural con parámetros claros dentro de la fe cristiana con sus valores judeocristianos. La “Ley Natural” y los derechos naturales están en el centro de cualquier arreglo político convencional o esquema de contrato social que promueva. El factor de la religiosidad inherente en ella, no excluye a otras religiones u otros caminos a Dios. La defensa de la libertad religiosa sólida, por parte de la Nueva Derecha, es integral, plural e inclusiva de otras creencias.

La deferencia al derecho natural y los fundamentos bíblicos, colocan a la libertad, su existencia y su preservación, como un ideal ético primario a defender. Una gran parte de las políticas preferenciales de la Nueva Derecha están, consecuentemente, orientadas a proteger la libertad y asegurar que tanto la sociedad como los individuos, sean y permanezcan libres. La igualdad, claramente otro principio ético primordial que sostiene su precepto ideológico impregna su sistema de creencias. Así también, la igualdad ante la ley, la igualdad de oportunidades y de protección, se entienden como aplicables para todos por igual. No corta dosis de ella de manera discriminatoria para acomodar los programas de grupos particulares de identidad que fomentan la desigualdad y censuran la libertad de expresión y los pactos de la protección jurídica igualitaria. La Nueva Derecha desafía seriamente las interpretaciones marxistas de “igualdad” que arman las nociones de justicia para promover precisamente las aplicaciones desiguales de la ley, desnaturalizando las normas de la igualdad y aplastando las libertades públicas.

El componente económico del formato ideológico generalizado de la Nueva Derecha es el liberalismo clásico. Aunque algunos libertarios pueden sentir molestia cuando se asocia a Adam Smith con el proteccionismo y la imposición de impuestos a las mercancías importadas (aranceles) como instrumento de política para proteger la seguridad nacional, promover el comercio equitativo y combatir las prácticas comerciales injustas, es un hecho que el acreditado padre del libre mercado justificó esas medidas en La riqueza de las naciones (1776). Este campeón escocés del capitalismo fue, sobre todo, un filósofo moral. La adopción por la Nueva Derecha de las prácticas económicas liberales clásicas se ve atenuada por la preeminencia de los principios morales y los objetivos de política que pudieran exigir en determinados momentos limitaciones a una aplicación absolutista laissez-faire, si esas políticas llegaran a poner en peligro factores fundamentales como es la libertad o la seguridad nacional. El apoyo de la Nueva Derecha a la política de Trump en China es un ejemplo de esto.    

Diferencias entre la “Vieja Derecha” y la “Nueva Derecha”

La Segunda Guerra Mundial, la victoria aliada y la subsiguiente Guerra Fría depositaron gran confianza al ámbito económico, en las políticas del mundo libre para contener el comunismo soviético. Esto no quiere decir que la inversión estadounidense en poderío militar para desafiar al comunismo no fuera importante. Las operaciones militares y de inteligencia impresionantes en todo el mundo, las bases en Europa, Asia y las guerras, tanto directas como por extensión, en Corea, Vietnam, Camboya, América Latina, el Medio Oriente y África, son todas testimonio de la determinación de los Estados Unidos de luchar contra la propagación del socialismo. Sin embargo, esto no debilita el argumento de que desde el Acuerdo de Bretton Woods (1944) en adelante, el orden económico se haya considerado de alta prioridad y se haya juzgado como un mecanismo eficiente para evitar la guerra y combatir la subversión socialista. El ámbito cultural, sin embargo, se desatendió y, muy lamentablemente, la extrema izquierda tomó nota y sacó provecho de esto. 

La “Vieja Derecha” comparte muchos de los valores de la “Nueva Derecha”. Ambos, después de todo, son conservadores inherentemente. La creencia en Dios, en el sistema de mercado de la libre empresa, el anticomunismo y el amor a la patria, son todos denominadores comunes bien establecidos. El primero se forjó a partir de la experiencia posterior a la Segunda Guerra Mundial y abrazó, erradamente, la creencia de que a través del comercio, los mecanismos de mercado y las instituciones internacionales, se podría mantener la paz y frustrar los avances del comunismo. El sistema capitalista, suponía la “Vieja Derecha”, tendría un efecto de contagio si los socialistas lo probaban. La historia les demostró que estaban totalmente equivocados.

Seis meses antes de que el Muro de Berlín cayera y el comunismo soviético se pronunciara en estado de coma, en la Plaza de Tiananmen, el comunismo chino demostró brutalmente y con determinación que podía liberalizar la economía, ejercer iniciativas de mercado dentro de versiones desnaturalizadas del capitalismo y, a la misma vez, preservar un Estado leninista. El argumento de la “Vieja Derecha” a finales de la década de 1970 sostenía que la democracia sería eventualmente introducida. Ocurrió totalmente lo contrario. El Partido Comunista Chino, el mayor partido marxista del mundo, tiene hoy más empresarios que intelectuales, campesinos, trabajadores o estudiantes. Hubo un efecto de contagio, pero fue en la dirección opuesta. Vietnam comunista, para dar un ejemplo, comenzó a emular el “modelo chino” (economía híbrida con un Estado leninista) nueve años después.

Al vincular, erróneamente, la democracia con el desarrollo económico cuando se trata de regímenes totalitarios, la “Vieja Derecha” era, por definición, internacionalista. Cuando George H.W. Bush pidió un “Nuevo Orden Mundial” depositó grandes expectativas en la capacidad del globalismo para fomentar la modernización en el extranjero, en la creencia de que las alianzas comerciales y las relaciones de amistad, falsamente percibidas, harían de los comunistas mejores seres humanos. El sistema globalista resultante terminó luchando contra el poder de la soberanía nacional y masacró a la clase media estadounidense sin título universitario. Los ganadores claros fueron las elites de Occidente y los regímenes dictatoriales marxistas (China y Vietnam). La sociedad mayoritaria en los Estados Unidos se volvió, a cambio de esta transferencia masiva de riqueza, más alienada y entretenida con aparatos tecnológicos y electrodomésticos baratos.

¿Cuál es el desafío de la “Nueva Derecha”?

El globalismo, inicialmente defendido singularmente por la “Vieja Derecha”, encontró que el movimiento socialista no tardó mucho en darse cuenta de que, si le funcionó a Vladimir Lenin, le podría funcionar a ellos. La “Nueva Política Económica” (1921) fue el coqueteo novedoso del socialismo con el capitalismo, por necesidad de conservación del sistema. El camino trazado por Deng Xiaoping hizo eco de Lenin y delineó una expansión de ese concepto cuando argumentó que la revisión de las relaciones de producción en China estaba totalmente dentro de los confines legítimos del marxismo. Dada la preferencia de Marx por la “acción revolucionaria” sobre el dogma (Tesis sobre Feuerbach), Deng estaba en lo cierto. El globalismo se convirtió, poco después, en un aliado útil en la lucha por hacer el mundo socialista. Subversivos como George Soros, son testigos de esta nueva clase revolucionaria que abrazó esta metodología para ganar el poder político enfrentando la democracia en dos frentes principales: el económico y el cultural.

Cuando las predicciones de Marx fracasaron miserablemente, ciertos intelectuales comunistas vinieron al rescate. Georg Lukács y Antonio Gramsci fueron los primeros. El marxista italiano racionalizó las fallas de las predicciones de Marx al insistir que las peculiaridades del sistema capitalista no permitían que esto sucediera. Gramsci aseguró en que el enfoque debía ser en la cultura y que ésta era el determinante principal en este esquema de teoría del conflicto etiquetado por Friedrich Engels como “Marxismo”. Más tarde, Theodor Adorno, Walter Benjamin, Erich Fromm, Max Horkheimer y Herbert Marcuse, un grupo de comunistas alemanes conocido como la Escuela de Frankfurt, ampliaron las nociones de Gramsci y desarrollaron la Teoría Crítica, incorporando el freudianismo y otros principios psicoanalíticos importantes.

Esta nueva reformulación del marxismo, con su énfasis general en la cultura, se convirtió en el vehículo de la subversión en las universidades estadounidenses después de 1989 (caída del Muro de Berlín). Los estudios de agravios, enmascarando el marxismo como Teoría Crítica de la Raza, Teoría Crítica Feminista, Ideología de Género, Teoría Crítica Queer, Eco-Socialismo y Cientificismo político son sólo algunos de los frentes que han asaltado la democracia estadounidense.

Cambios de paradigma americano históricos
Nueva Derecha
“La Nueva Derecha desafía seriamente las interpretaciones marxistas de “igualdad” que arman las nociones de justicia para promover precisamente las aplicaciones desiguales de la ley, desnaturalizando las normas de la igualdad y aplastando las libertades públicas”. (El American)

La “Vieja Derecha” nunca vio venir nada de esto. Por eso han sido desplazados. La movilización de masas que ha llegado a ser este nuevo movimiento conservador, estuvo años en gestación. La figura política de Donald J. Trump fue el agente cohesivo que facilitó la manifestación de este fenómeno social que ha ocurrido de forma natural. Estos movimientos populares tan arraigados, impulsados por asociaciones e instituciones que comparten los principios ideológicos subyacentes que los unen, son las fuerzas que a lo largo de la historia se reflejan en procesos que llamamos cambios de paradigmas. Esto ha ocurrido cuatro veces en la historia de los Estados Unidos: 1776, 1860, 1980 y 2016.

La Revolución estadounidense, su independencia y el lanzamiento de un experimento político de autogobierno nuevo, fue un cambio de paradigma evidente (1776). Los problemas no resueltos de la esclavitud y sus contradicciones morales con el Credo Estadounidense, pusieron sobre los hombros de Abraham Lincoln la urgencia de librar una gran guerra civil y resolver esta cuestión fundamental (1860). Esta segunda afirmación de los principios fundacionales de los Estados Unidos, que destacó a la presidencia de Lincoln, la victoria de la Unión en la guerra y el legado que estableció, con el pasar de las décadas vio al excepcionalismo estadounidense retado por ideologías de tendencias izquierdistas ajenas que contradecían los valores fundacionales de los Estados Unidos.

Las visiones y las políticas socialdemócratas e internacionalistas (globalistas) de Woodrow Wilson, reforzadas geométricamente posteriormente por Franklin Delano Roosevelt, cambió el panorama socioeconómico y político de los Estados Unidos. Después del golpe de Estado bolchevique y la formación de la URSS, la primera dictadura moderna exitosa que estableció un Estado socialista después del fracaso jacobino en Francia, el mundo libre se vio asediado por la guerra internacional del comunismo por el poder político. Las respuestas incompletas de contención (Doctrina Truman) y el fracaso total de la política de distensión (“Détente” o coexistencia pacífica) provocaron un cambio fundamental de paradigma en 1980, con la elección de Ronald Reagan y la sustitución de la contención por la reversión (Doctrina Reagan). El comunismo soviético fue enfrentado directamente, a lo largo de muchos frentes políticos. El resultado fue el colapso del comunismo soviético (no el comunismo en su totalidad). Lo que se ganó en la guerra, tristemente, sin embargo, se perdió en la paz.

Después de 1989, como se ha destacado anteriormente, la fuerza responsable en gran medida de la caída de la URSS, no logró erradicar el comunismo como lo había hecho el Occidente más de cuatro décadas antes con el fascismo alemán, italiano y japonés: impulsar leyes para garantizar que los ámbitos político y cultural estuvieran fuera del alcance del fascismo. En gran parte, la dependencia excesiva del encanto económico del capitalismo como medio para desintoxicar el socialismo, resultó ser una receta para el desastre.

El marxismo avanzó a través de las instituciones de las democracias, su sistema legal y dominó hegemónicamente sus universidades y entidades de comunicación de masas. Estados Unidos ha estado particularmente plagado por este asalto. 2016 fue el año en que el movimiento popular que llamamos la “Nueva Derecha”, demostró su influencia política al elegir a Trump. Con la ascensión del presidente 45º, comenzó un proceso de realineamiento histórico donde, no sólo se fueron socavando los logros socialistas obtenidos con la facilitación de una estrategia que combinaba un frente económico y político global, sino que se fue reinsertando de nuevo en la política pública y su afición cultural, el Credo Estadounidense.

La aparición visible de grupos militantes terroristas como “Black Lives Matter” y “Antifa”, demuestra que esta comprensión invertida del marxismo, que muchos explican en términos como marxismo cultural, está conspirando activamente contra los Estados Unidos.


La “Nueva Derecha” va más allá del Partido Republicano, o la importante figura de Donald J. Trump. Es un cambio de paradigma en gestación. Ni siquiera una elección malversada puede detenerlo.

Julio M Shiling, political scientist, writer, director of Patria de Martí and The Cuban American Voice, lecturer and media commentator. A native of Cuba, he currently lives in the United States. Twitter: @JulioMShiling // Julio es politólogo, escritor, director de Patria de Martí y The Cuban American Voice. Conferenciante y comentarista en los medios. Natural de Cuba, vive actualmente en EE UU.

1 comentario en «¿Nueva Derecha o trumpismo?»

  1. No tuve tiempo de leer hasta el final tantas cosas contradictorias, pues en realidad no entendia y rapidamente me dispongo a contestar hasta donde lo hice. Criticas a la nueva derecha, pero es que la nueva izquierda y los nuevos democratas estan apoyando algo muy absurdo. Globalismo y Liberalismo; Los que no son de la elite de esa nueva izquierda estan expuestos a lo peor porque son los mas desafortunados, pero bueno? es por eso que quieren controlar la inteligencia de las personas, porque con un cerebro domable pueden ir llevandolas hacia la esclavidtud y cuando vienn a darse cuenta ya lo son y es tarde. . si otros paises en el mundo lo aceptan, pues cada pais determina por si, pero en Estados Unidos de Norteamerica la izquierda o peor la nueva izquierda no puede prevalecer

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