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Los desastres de Georgia y el Capitolio tienen un solo culpable

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Hay que decirlo fuerte y claro: las dos elecciones de senadores en Georgia se perdieron por Donald Trump y quienes quisieron seguirle el juego. El presidente Trump es uno de los principales responsables de los desafortunados hechos en Georgia y el Capitolio. 

En vez de enfocarse en las dos vitales elecciones enfrente, Donald Trump y compañía prefirieron seguir en una pelea inútil, sin fundamentos y que no se iba a ganar. Desviaron la atención, radicalizaron la situación y pusieron a los senadores Perdue y Loeffler en una posición extremadamente incómoda de forma innecesaria.

El Partido Republicano originalmente le dio un espaldarazo a Trump, pensando que les daría un smoking gun con el que sustentar las sospechas de fraude. Cuán ilusos fueron.

Trump no se limitó a patalear. No dio pruebas de fraude que sobrevivieran a un tribunal, acusó a algunos de sus funcionarios más fieles, como William Barr, de estar en su contra, llamó cobarde a la Corte Suprema por no tomar un caso sin pies ni cabeza y, como guinda del pastel, criticó a su propio vicepresidente por negarse a interrumpir la certificación de los resultados.

Por mucho tiempo, comentaristas republicanos acusaron, con cierta razón, a Joe Biden de estar senil. Lo que ignoraron fue la debacle mental que tendría el propio presidente.

Como si todo esto no fuera suficiente, Donald Trump convocó a una marcha a su favor en la que insistió en su presión al vicepresidente y espetó unas palabras dignas de un delirante emperador romano: “We will never concede.”

Lo demás es historia. Un penoso espectáculo que, en apenas 6 días del 2021, probablemente sea el momento icónico del año. Uno de los peores asaltos a las instituciones norteamericanas desde la Guerra de Secesión.

Y un horrendo circo que fue rápidamente condenado por el Partido Republicano en pleno, salvo terribles excepciones, incluyendo, por supuesto, al presidente. Solo horas después de los hechos, el presidente publicó un tibio mensaje en el que ni siquiera pedía sacar a los manifestantes del Capitolio.

Y algunos de sus más fieles seguidores siguieron. El rep. Matt Gaetz (R-FL), el fiscal general de Texas, Ken Paxton, entre otros, repitiendo como un mantra, sin una prueba en la mano, que la violencia había sido culpa de miembros de Antifa infiltrados.

El New York Post, en una nota un poco escueta, dijo que fuentes de inteligencia indican la presencia de dos miembros de Antifa en los hechos de ayer.

Sin embargo, la voz más autorizada en los medios respecto a Antifa, Andy Ngo, periodista que tiene años siguiendo de cerca las actuaciones de estos grupos vandálicos, negó que estos fueran los perpetradores. Estamos hablando de alguien que se ha infiltrado en estos grupos y conoce cara a cara a cientos de miembros, incluso a los más peligrosos. Estuvo ayer presente en la marcha y dijo no haber visto ningún rostro conocido.

No obstante, luego afirmó que había al menos un activista de Black Lives Matter en el Capitolio.

Aunque se ha demostrado que habían algunos miembros de Antifa y BLM, los reales perpetradores transmitieron todo por redes sociales. Baked Alaska, conocido supremacista blanco, transmitió por streaming desde el lugar de los hechos. Miembros de los Proud Boys tampoco fueron vistos en el lugar.

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(EFE)

El hombre más famoso de la tarde fue el que apareció sin franela y con un gorro con cuernos. Se llama Jake Angeli y apoya las teorías conspirativas de QAnon. La mujer que desafortunadamente fue abatida por la policía dentro del Capitolio apoyaba a Trump. 

Hay que decirlo muy claro: el circo de hoy y la debacle republicana en el Senado tienen un culpable. Y es Donald Trump.

Por la insensatez y megalomanía de Trump, el Partido Republicano perdió dos elecciones en el que era uno de los estados más rojos de la Unión. En ambos casos, en la primera vuelta, los republicanos resultaron con más votos. Nadie daba a los demócratas como ganadores. Al fin y al cabo, la gente vota menos en las elecciones de senadores y, sobre todo la población afroamericana, que es abrumadoramente demócrata.

Pero el presidente prefirió continuar con su circo. Prácticamente obligó a los senadores a elegir entre violentar las instituciones o desmovilizar a las bases del partido. Los demócratas no necesitaban un gran giro, solo unos pocos miles de votos. Y eso bastó.

En una marcha el lunes, Trump dijo “si ganan, no me daran el crédito, si pierden, me van a culpar”. Y el efecto de su polarización se sintió. Solo un par de condados ganados por los republicanos en noviembre pasaron a manos de los demócratas en esta elección.

Sin embargo, la ventaja demócrata en sus condados más fuertes se amplió. Jon Ossoff ganó por 6 puntos porcentuales más en Clayton County, por 3 puntos porcentuales más en DeKalb, 4 más en Gwinnett y 1.5 más en Fulton, el condado más poblado del estado. No son cambios tan grandes, pero suficientes para borrar la pequeña ventaja de Perdue en noviembre. Los ataques personales al gobernador y al secretario de estado de Georgia solo complicaron más las cosas.

¿La consecuencia? El Partido Demócrata tendrá ahora la posibilidad de imponer su agenda radical en el Senado. Afortunadamente, gracias a algunas voces sensatas dentro del Partido Demócrata, es probable que no pasen las propuestas institucionales más radicales, como el aumento de jueces de la Corte o el fin del filibuster. Sin embargo, esto abre la puerta a mayores restricciones de la Segunda Enmienda, impuestos más elevados, más restricciones a la libertad religiosa, más restricciones medioambientales que acaben con fuentes de empleo y pare usted de contar.

Después del 5 de noviembre parecía casi seguro que el peor escenario se había evitado: que los demócratas ganaran ambas cámaras del Congreso y la Presidencia. La insensatez de Trump y de sus más fieles y radicales seguidores, lo permitieron.

Opinadores y miembros del equipo legal de Trump como Lin Wood esparcieron teorías de conspiración sobre el sistema electoral, acusaron de pedófilo al Presidente de la Corte Suprema, dijeron a la gente que no votara en Georgia y pidieron el arresto y ejecución (¡!) del vicepresidente Mike Pence.

¿A alguien le puede extrañar que todo termine así?

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Manifestante pro-Trump ondea la bandera confederada dentro del Capitolio (EFE)

Trump tuvo la posibilidad de salir honrosamente de su cargo como uno de los presidentes de un término más trascendentales de Estados Unidos. Tuvo en sus manos cambiar para siempre al Partido Republicano y hacerlo ganar apoyos en grupos jamás esperados. Pero prefirió salir por la puerta trasera y terminar siendo recordado como el presidente norteamericano que estuvo más cerca de cometer un autogolpe en la historia moderna de Estados Unidos.

Muchos apoyamos a Trump condicionalmente estos últimos años porque veíamos un enemigo más peligroso del otro lado. Pero el daño que ha causado desde el 4 de noviembre merece la más firme oposición. Afortunadamente, el Partido Republicano parece haber entendido esto y darle la espalda a Trump. La tarea adelante es titánica: oponerse a una agenda radical que puede cambiar irremediablemente al país y rearmar la credibilidad perdida en estos últimos tiempos mientras se solidifican las nuevas bases de apoyo, como el terreno ganado con los latinos. Quedan dos años para las midterms. Dos años en los que la capacidad de check and balance de los republicanos va a estar reducida al mínimo.

El daño está hecho. Trump ensució irreparablemente su propio legado, el Senado está perdido y el 6 de enero quedará marcado en la historia de Estados Unidos como el día en que aquellos que juraban defender Occidente, intentaron acabar con su más grande legado: sus instituciones.

Edgar is political scientist and philosopher. He defends the Catholic intellectual tradition. Edgar writes about religion, ideology, culture, US politics, abortion, and the Supreme Court. Twitter: @edgarjbb_ // Edgar es politólogo y filósofo. Defiende la tradición intelectual católica. Edgar escribe sobre religión, ideología, cultura, política doméstica, aborto y la Corte Suprema. Twitter: @edgarjbb_

1 comentario en «Los desastres de Georgia y el Capitolio tienen un solo culpable»

  1. este hombre no deja nada para Trump. Todas las culpas en él y de él -son para Trump-. Para él -Edgar- no hay duda razonable. El culpable es Trump. Su análisis me hace recapacitar y solo pensar en un pequeñísimo fraude en un solo estado que marca los 270 votos o más. Solo pido que las máquinas y el proceso sean manuales en razón de que el voto es violable por una instrucción de programa. No creo en tanta torpeza en un solo hombre, tal cual lo denuncia Edgar.

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