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La oposición le habla a un México que no existe

La oposición le habla a un México que no existe, EFE

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Cuando terminó septiembre, la oposición mexicana estaba más optimista que nunca: la iniciativa obradorista de ampliar la presencia del Ejército en las calles había fracasado en el Senado, las filtraciones de archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) confirmaron el mal estado de salud del presidente y se anunció la próxima publicación de un libro titulado El Rey del Cash, que promete revelar de una vez por todas las malas mañas financieras del presidente López Obrador; ahora sí (decían) es el inicio del final del obradorismo, el pueblo lo abandonará.

Bueno, pues 10 días más tarde, todo salió al revés. La iniciativa de “militarización” fue aprobada por el Senado con un nuevo dictamen que fracturó en forma definitiva el bloque de contención que los opositores habían levantado en la cámara alta; las filtraciones de los archivos de la Sedena resultaron siento, básicamente, ruido y la popularidad presidencial, en lugar de desplomarse como lo esperaban los opositores, se incrementó hasta superar el 60 %.

Sí, tras varias semanas cargadas de escándalos, el presidente salió más fuerte de lo que había entrado, mientras el breve optimismo opositor se convierte en exasperada impaciencia.

¿Qué está pasando? ¿Por qué las noticias del último mes no alteraron el rumbo de la opinión pública? ¿Por qué las críticas y opositores, tan bien pensadas y elegantemente impresas en las páginas de los periódicos, simplemente no funcionan?

La respuesta es muy sencilla: el mensaje opositor no impacta porque no está expresado en un idioma comprensible con el pueblo, y los escándalos no afectan al presidente porque no tocan los aspectos que la gente realmente valora de López Obrador.

Vamos por partes:

Primero, el idioma. La oposición mexicana habla en un lenguaje político que resulta incomprensible para la mayor parte de los votantes. La oposición le habla a un México que no existe, por lo menos no en las cantidades suficientes como para volverlo políticamente viable.

Por razones que no discutiremos aquí, la oposición mexicana quedó en manos de una pequeña “elite” académica y empresarial. En términos generales, se han visto beneficiados por la modernización institucional de la transición democrática, tienen buena posición económica, una visión optimista de la tecnología y se asumen como parte de esa nación cosmopolita que ve CNN, lee el New York Times y respalda una socialdemocracia al estilo europeo.

Para esa tribu opositora son clave: los criterios técnicos por encima de los criterios políticos, la eficiencia administrativa, las instituciones sólidas, la integración global, la primacía de las instituciones internacionales y las causas varias de la buena onda.

Desde su perspectiva, el hecho de que López Obrador destruye las modernas instituciones descentralizadas no abraza plenamente la causa de las socialdemocracias europeas, toma decisiones técnicamente absurdas (como la cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, para reemplazarlo con una pista mal parchada en un aeropuerto militar) y no entiende al mundo moderno, es razón más que justificada para repudiarlo.

Por ende, se han pasado desde antes del 2018 presentando una y otra vez el argumento de que AMLO es un “chivo en cristalería” porque no es un buen técnico de la administración pública, no sabe de tecnología y no es un niño bonito como Justin Trudeau.

¿El problema? Fuera del mundillo de las organizaciones no gubernamentales, las burocracias partidistas y ciertos círculos empresariales y académicos con aspiraciones cosmopolitas, la narrativa opositora resulta chocante o abiertamente absurda.

En ese otro México viven quizá unas 70 millones de personas. Para ellas, la modernización de las instituciones no fue una bendición tan evidente: con la transición tienen más recursos, opciones y apoyos gubernamentales, pero sienten (con cierta razón) que hubo otros que se quedaron con la mejor parte de la transición y les exaspera lo que perciben como una mezcla de postureo y corrupción en los gobiernos del PAN y el PRI.

Además, para este otro México, el futuro y la tecnología no son motivo de confianza, sino un signo de incertidumbre: La automatización y la globalización le dan forma a un entorno que ellos no comprenden, en el que no se sienten integrados o exitosos.

Quieren, por lo tanto, a un presidente “justiciero”, que recupere el viejo orden, nostálgico y comprensible, en el que las puertas del poder no estaban franqueadas por la exigencia de un posgrado en el extranjero y el dominio del inglés. Quieren que  actúe poniendo la política por encima de la técnica, que les brinde su revancha contra los arrogantes tecnócratas. Que regrese a México a ese pasado pobre, pero en el que podían ser parte del sistema, en lugar de sentirse aislados y descartados.

Por lo tanto, a ese México no le importa que López Obrador sea técnicamente inepto, que imponga caprichos políticos o erosione “las instituciones; y menos aun le va a importar las acusaciones que contra el presidente lance una oposición de la que están emocionalmente desvinculados.

Va un ejemplo muy claro: las filtraciones del Ejército mexicano confirmaron que AMLO estuvo muy enfermo a principios de año, incluso a riesgo de un nuevo infarto. ¿Qué pasó tras dicha revelación?

La oposición desfiló alegremente los datos en las redes sociales, señalando que esos problemas de salud hacen que el presidente sea técnicamente incapaz de desempeñar sus funciones; como está enfermo, gobierna mal. Al día siguiente, López Obrador reconoció sus problemas de salud y explicó que sufre de angina de pecho, gota e hipotiroidismo… y su popularidad subió.

¿Por qué? Porque esos padecimientos consolidan su personaje de abuelito venerable, confiable y cercano; tiene las mismas enfermedades que padecen millones de personas en México, y al igual que millones de personas en México, a pesar de esas enfermedades se levanta todos los días a las 4:00 de la mañana a su reunión de seguridad y a su conferencia matutina. Sufre como el pueblo, se enferma como el pueblo, madruga como el pueblo… por lo tanto es pueblo, y si es pueblo, que haga lo que quiera.

Por eso, sus mediocres resultados e incluso los escándalos de corrupción en su familia cercana le han sido irrelevantes a la gente; después de todo, en un país donde la corrupción es tan cotidiana como en México, la corrupción no indigna; lo que indigna es que dejen fuera al pueblo.

No les incomodan los ranchos y las casas de los Obrador, porque lo sienten como gente de su equipo… y, por naturaleza humana, para todos los errores de nuestra tribu habrá un pretexto; del mismo modo en que para todos los aciertos de la tribu de enfrente abra un motivo de condena.

¿Entonces, qué hacer?

Primer paso: la oposición tiene que entender que millones de mexicanos los ve como ajena a su propia realidad, y reconocer que en muchos casos esa distancia está más que justificada.

Segundo paso: la oposición necesita abandonar el idioma de las tecnocracias elitistas y construir sus mensajes en el idioma que habla el pueblo, sin sonar condescendiente ni falsa. Tiene que ser neta… y también parecerlo.

Tercer paso: la oposición debe entender que mientras no se rompa el vínculo emocional entre López Obrador y el pueblo, todos los escándalos y todos los argumentos van a fracasar. Antes de hablar de instituciones, leyes y demás cosas abstractas, necesitan lograr una cosa muy concreta: demostrarle al pueblo que AMLO no es del pueblo.

Sin al menos estos 3 pasos, el discurso opositor seguirá proyectándose hacia un México que no existe, al menos no en la realidad de la mayoría de los mexicanos. Tan sencillo y tan triste como eso.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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