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La OTAN finalmente le hace frente a Beijing en el Indo-Pacífico

Si algo ha sido decepcionante ante la creciente amenaza global de una cada vez más agresiva superpotencia totalitaria como China fue la reciente cumbre del G7 de la que lo único concreto que tenemos es lo peor posible: un esfuerzo coordinado de los Gobiernos de las naciones más ricas de Occidente para exprimir fiscalmente al máximo a sus economías, limitando la competencia al debilitar a las empresas emergentes ante las establecidas y atacando toda competencia fiscal entre naciones. Cuestiones que impedirán la captación de capital de inversión a un tercer mundo al que los miembros de ese cártel fiscal le niegan acceso a sus mercados e intentan imponerle una totalitaria ideología woke a cambio de dudosos créditos y corruptas “ayudas”. Es un torpe y grosero imperialismo autodestructivo completamente inútil ante el eficaz y práctico neo-imperialismo de Beijing.

El G7 ante Beijing

Sobre China, el G7 se limitó a declaraciones y promesas que ante el eficaz esfuerzo imperial chino de la “nueva ruta de seda” son aire caliente enrarecido por imposiciones ideológicas woke. Pero tocaron temas que Beijing son “preocupaciones centrales” y asuntos estrictamente internos:

  • Violación sistemática derechos humanos contra la población uigur en Xinjiang.
  • Erosión de la libertad y el Estado de Derecho en Hong Kong.
  • Y por primera vez en mucho tiempo, la importancia de la estabilidad del Estrecho de Taiwán.  

Esas preocupaciones sonaron meramente retoricas. Y lo acordado ante el mayor proyecto de expansión de la influencia global de Beijing fue de tan escaso alcance como para esperar una respuesta firme pero comedida de Beijing. No ha sido así.

El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, declaró agresivamente que Estados Unidos estaba enfermo y el G7 debería “tomarle el pulso y recetarle medicamentos”. Las controladas redes sociales chinas fueron escenario de un intenso agitprop patriotero en soporte a la “ira” de Beijing, no por el G7 y su “respuesta” ante la iniciativa de la “nueva ruta de la seda”, una batalla por ahora perdida de antemano por Occidente, sino por la nueva actividad de la OTAN en la primera línea de frente ante China: el Indo-pacífico

Beijing frente a la OTAN

Zhao Lijian declaraba que la OTAN “había traído guerras e inestabilidad al mundo” y “tenía una deuda de sangre con el pueblo chino que jamás olvidaría el bombardeo de su embajada en Yugoslavia”, porque a diferencia del G7 ante la iniciativa de la nueva ruta de la seda, la OTAN sí está —contra lo que desearía la administración Biden-Harris— plantando cara a Beijing en la primera línea del Indo-pacífico.

Fuentes confiables señalan que la Fuerza de Tarea de China del Pentágono estaría concluyendo la creación de una Fuerza de Tarea Naval Permanente para el Pacífico a fin de contener y contrarrestar el avance militar de China en la región. El plan se basaría en el marco atlántico de las Fuerzas Navales Permanentes de la OTAN durante la Guerra Fría, lo que da cuenta de su alcance e importancia y del implícito reconocimiento de una II Guerra Fría en curso contra China. Esto permitiría al secretario de Defensa de Estados Unidos canalizar directamente fondos ante desafíos militares chinos.

Importantes activos navales de la OTAN se unirían esa fuerza durante meses, y su rotación garantizaría una capacidad permanente de reacción rápida y una diplomacia militar muy activa en toda la región. Como un avance de lo que vendría el Reino Unido anunciaba un despliegue regularizado en el Indo-Pacífico cooperando con Washington en una coalición para contrarrestar las deshonestas políticas de Beijing. Y un grupo de portaaviones británicos Carrier Strike Group 21 (CSG21) encabezado por la nave de guerra más poderosa de la Royal Navy, el portaaviones HMS Queen Elizabeth, entra al Mar de China Meridional.

La nueva inclinación de Londres

En su nueva inclinación hacia el Indo-Pacífico, Londres asume acertadamente que la estabilidad de la región es de vital importancia para la economía mundial. Enfrenta finalmente el desafío militar cada vez más potente y agresivo de China en la zona. Ese despliegue conjunto del Reino Unido y Estados Unidos es la primera proyección adecuada del poder de la OTAN en la región del Indo-Pacífico.

El primer ministro británico, Boris Johnson afirmó a borde del HMS Queen Elizabeth el 21 de mayo pasado que ese despliegue en el Indo-pacífico demostraría a China que el Reino Unido cree en el derecho del mar. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, afirmó en la misma nave que la alianza enfrentaba amenazas y desafíos globales en un equilibrio cambiante de poder por el ascenso de China. Además destacó que el CSG21 navegaría al Indo-pacífico con “infantes de marina americanos y una fragata holandesa” en tanto el comodoro Steve Moorhouse, oficial al mando del CSG21, agregó que el objetivo era mantener las normas internacionales en el Indo-Pacífico.

El primer ministro australiano, Scott Morrison declaró que la Marina Real Australiana enviaría dos fragatas para ejercicios conjuntos con el grupo británico-americano. Y Emmanuel Macron, confirmó el compromiso de Francia de defender, junto con Australia, el equilibrio del Indo-pacífico contra la coerción e intimidación de Beijing.

Los líderes de la cumbre de la OTAN —inmediata a la del G7— coincidieron en que China pone en peligro la seguridad de las democracias occidentales mediante la expansión de su arsenal nuclear, la cooperación mejorada con Rusia y campañas de desinformación. Concluyeron también que “las ambiciones declaradas y el comportamiento asertivo de China presentan desafíos sistémicos para un orden internacional basado en reglas y amenazan áreas relevantes de la seguridad de la Alianza” y que las políticas de Beijing son “contrarias a los valores consagrados en el Tratado de Washington, carta fundacional de la OTAN”.

Que la OTAN finalmente se despliegue en la primera línea de frente de la nueva Guerra Fría es buena noticia. Y de lo puede hacer Beijing al respecto trataremos en una próxima columna.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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