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Periodista Anabel Hernández delata a las ‘narcoestrellas’ mexicanas

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Para muchos americanos es complicado entender cómo se mueven las estructuras del narcotráfico al sur de la frontera. México yace en el imaginario colectivo como un destino de contrastes: vacacional, de fiesta y peligro. Esta semana una historia fascinante, que puede ayudarnos a entender cómo se han metido los tentáculos del crimen organizado en la farándula mexicana, se tomó los titulares de la prensa en ese país.

La extraordinaria periodista Anabel Hernández publicó su libro “Emma y las otras señoras del narco”, donde profundiza en la historia de Emma Coronel, esposa del “Chapo Guzmán”, quien cumple cadena perpetua en Estados Unidos.

La historia de Coronel es interesante y merece ser leída con detalle, pero lo que ha llamado la atención es que Anabel haya mencionado cómo figuras del mundo del espectáculo presuntamente mantuvieron relaciones económicas y sentimentales con personajes de las mafias.

Según la periodista, la conductora de Televisa y Univisión, Galilea Montijo, al parecer tuvo una relación con Arturo Beltrán Leyva, conocido como “El Barbas” (antiguo líder del cártel que lleva sus apellidos).

Hernández relaciona sentimentalmente a figuras como Ninel Conde, Alicia Machado y Arleth Therán, entre otras, con líderes del narcotráfico. El actor, bailarín y político socialista Sergio Mayer y su esposa, la actriz Issabela Camil, son citados como amigos de “La Barbie”, al igual que el payaso Platanito.

De acuerdo con Anabel, “Ninel Conde ha acumulado una serie de bienes a través de lo que podría ser una posible triangulación de dinero con el crimen organizado, se le vincula con algunos integrantes de cárteles, pero también tiene vínculos amistosos con el exsecretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong o con el senador Ricardo Monreal”.

En la lista también aparecen el difunto cantante Joan Sebastian y el actor Andrés García.

La prensa de espectáculos mexicana e hispana en los Estados Unidos (que está lejos de hacer un periodismo tan serio como el de Anabel Hernández) se ha permitido descalificar la investigación de esta periodista.

He tenido el gusto de conocer a Anabel, de seguir su trabajo y comprobar su integridad. Cada persona mencionada en el libro podrá defender su nombre en una corte, si así lo considera pertinente, pero de algo estoy seguro: Hernández no es una periodista que hable a partir de chismes.

Si el sistema de justicia falla, por lo menos la opinión pública habrá conocido lo que por mucho tiempo estuvo oculto.

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