fbpx
Saltar al contenido

Perú: el antifujimorismo aún sostiene a Castillo en la Presidencia

Perú: el antifujimorismo aún sostiene a Castillo en la Presidencia, EFE

Read in English

El congresista peruano Edward Málaga —otrora resistente a la vacancia presidencial, hoy a favor— soltó a inicios de octubre unos comentarios que incomodaron a ciertos sectores directa o indirectamente cómplices con el actual régimen de Pedro Castillo. «Me parece que el antifujimorismo ha pasado (…) a convertirse en un escollo para resolver la crisis con la salida del presidente. Temen que el fujimorismo tome las riendas o que gane las elecciones siguientes. Y por miedo a ese cuco prefieren no hacer nada (…)», dijo el parlamentario.

Decir esto, por supuesto, no significa apuntalar al fujimorismo como la alternativa a la crisis política y moral actual. De hecho muchos van advirtiendo que es prudente que los fujimoristas pasen a un segundo plano por el fuerte rechazo que aún generan entre la ciudadanía. Corresponde pues a los reales antagonistas al régimen Castillo-Cerrón, evaluar si el fujimorismo se ha convertido en el talón de Aquiles de las luchas prodemocráticas actuales y por venir. Y es que los estimados apuntan a que su presencia puede ser derrotada en elecciones por cualquier fuerza extremista de la izquierda incluyendo el racista, homofóbico y xenófobo Antauro Humala al que ahora se le quiere presentar como el próximo «mal menor». De locos. Este tipo de evaluaciones van siendo ineludibles.

¿Castillo no cae por el antifujimorismo?

Si Perú tuviera hoy a Keiko Fujimori en la Presidencia y no a la dupla Castillo-Cerrón, con todo lo que ahora se está viendo en asuntos de corrupción, ineptitud e infiltración de extremistas en el sector público, ya habría sido expectorada de la Presidencia. Hace rato. Quizá no duraba ni un mes luego de haber asumido el cargo el 28 de julio de 2021.

Una fuerte convergencia de la protesta en las calles y un Congreso corajudo habrían ya actuado para defenestrar con toda razón a la podredumbre como la que hoy se ve.

¿Por qué no pasa lo mismo con el prosenderismo corrupto de Castillo-Cerrón? No es un error apuntar que es quizás el factor del «antifujimorismo» el que sigue dando un efecto teflón que le permite a la izquierda presidencial la sobrevivencia y la impunidad.

Hay quien ha dicho que «a este paso, el presidente va a empezar a recibir sobornos en vivo en la televisión e igual no va a pasar nada».

Son en realidad múltiples factores los que impiden el fin de este desgobierno. Uno es el enjuague, la compra de un número de congresistas que juegan a favor del gobiernismo neutralizando toda vacancia presidencial legítima y constitucional. Se requiere 87 votos de 130 en el Parlamento para sacar a Pedro Castillo.

Pero es quizá la resistencia que genera cualquier posible beneficio político de rebote a favor del fujimorismo si Castillo cae, la que puede estar conteniendo los desenlaces.

Ese afán receloso se observa mucho en la prensa ─sobre todo en la que dio soporte a al expresidente Martín Vizcarra y a su heredero Francisco Sagasti─ aunque va disminuyendo ante lo obvio y las groseras evidencias. Ello influye en sectores de la opinión pública bloqueando que pueda formarse una ola de indignación general que revierta al fin la dinámica tóxica del conflicto y la situación de poder nacional.

El antifujimorismo —casi profesional en algunos «influencers»— ha logrado establecer su campaña por años con tanto éxito que hasta el desaparecido terrorista y líder de Sendero Luminoso Abimael Guzmán o el cabecilla del MRTA Víctor Polay Campos, de haber sido liberados, hubiesen podido llegar a ser presidentes como otros «males menores» en competencia con cualquier heredero del fujimorismo. Ese es el «éxito» comunicacional ─que además les aseguró cuotas de poder en varios gobiernos─ de estas fuerzas que terminaron de propiciar el triunfo de Castillo-Cerrón sobre la base de impulsar, como diría la presuntuosa politología, (caprichosas) «identidades políticas negativas». Hoy se lamentan, reculan, aunque los más termocéfalos persisten en su posición.

Curiosamente, cierto otrora sector del antifujimorismo tradicional como el de los Vargas Llosa, salvaron cierta consistencia al ayudar a advertir y diagnosticar en 2011 sobre los peligros de alta gama que el (mal mayor) neosenderismo corruptor provocaría como se está presenciando.

Vale recordar que el año 2000 no fueron en estricto las marchas de la población las que hicieron sucumbir al fujimorismo primigenio en el poder desde 1990, fue un explosivo «vladivideo» (donde aparecía el exasesor de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos, comprando a un congresista opositor). Quizá algo de eso falta hoy. No obstante, las evidencias de corrupción son tan abrumadoras que el actual gobiernismo de Pedro Castillo es totalmente inviable desde todo punto de vista.

Aun así cabe preguntarse que si de darse el caso de que surja un video como prueba adicional, el antifujimorismo seguiría desestimando lo evidente agarrando tercamente la soga que aún sostiene a Castillo y asociados internos y externos.

Political analyst and columnist focused on issues of risk and political conflict, radicalization and violent political extremism // Analista político y columnista enfocado en temas de riesgo y conflictos políticos, radicalización y extremismo político violento

Deja una respuesta

Total
0
Share