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Perú y la “tentación totalitaria”

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Con 33 millones de habitantes en un enorme territorio de 1.250.000 km2, Perú tiene todo para ser una nación próspera y estable. Posee valles, mesetas y altas montañas andinas, al oeste la costa y al este la Amazonia. Es uno de los países con mayores recursos del mundo. Pero, al igual que la Argentina, la incompetencia de sus gobiernos -salvo contadas excepciones- lo llevó a la crítica situación actual. 

La Constitución establece que es una república democrática, independiente y soberana, con un gobierno central dividido en los tres clásicos poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. El influyente periodista y escritor peruano Jaime Bayly, radicado en Miami, se refiere siempre en forma irónica a los jueces y políticos de su país como camaleones y oportunistas. El ejemplo de los presidentes destituidos y presos en los últimos tiempos parece darle la razón.

Muy crítico de Keiko Fujimori, advierte, sin embargo, que un triunfo del comunista Castillo implicaría “cerrar el Congreso, imponer una Constitución que habilite la reelección indefinida y, en definitiva, un modelo similar al de Venezuela”.

Perú: Una política inestable y caótica

En 1990, Alberto Fujimori ganó la presidencia tras segunda vuelta -lamentablemente para la democracia- frente a Mario Vargas Llosa. Desde el inicio de su mandato enfrentó una fuerte oposición parlamentaria. En abril de 1992 cerró el Congreso, limitó la libertad de prensa e implantó una dictadura. El ejército progresaba en su lucha contra el grupo terrorista maoísta “Sendero Luminoso”. 

Ante la presión internacional, en particular de Washington, en 1993 se aprobó una nueva Constitución. Fujimori continuó en el poder y fue reelecto en 1995. La recesión económica se mantuvo y las violaciones a los derechos humanos fueron permanentes.

En el 2000, tras elecciones de dudosa transparencia, logró un tercer mandato. La oposición, conformada por diversos partidos políticos, se opuso a su asunción sin éxito. Paralelamente, Vladimiro Montesinos fue nombrado jefe de Inteligencia. En septiembre, se difundieron grabaciones y videos donde aparecían congresistas opositores, empresarios y sindicalistas recibiendo sobornos del propio Montesinos. Se desató una crisis política y Fujimori abandonó el Perú radicandose en Japón, país del cual era ciudadano, y desde allí renunció a la presidencia vía fax. El Congreso no aceptó su renuncia y lo destituyó por “incapacidad moral”. 

Tras ello, el presidente del Congreso, Valentín Paniagua, fue investido como mandatario. El gobierno de transición organizó nuevas elecciones, promovió la moralización del estado y las fuerzas armadas. Asimismo, se firmó el contrato de explotación del gas y se creó una “Comisión de la Verdad” para investigar los excesos en la lucha contra el terrorismo.

En los comicios de 2001, Alejandro Toledo juró como nuevo presidente. A pesar de que la economía superó la recesión y tuvo un importante crecimiento, el Gobierno perdió popularidad por varios casos de corrupción millonaria. En este período comenzó la negociación del tratado de Libre Comercio con USA. 

En 2006 fue elegido Alan García, del histórico APRA. Su administración continuó con el progreso económico, pero se vio afectada por conflictos sociales y escándalos que involucraron a gobernantes y al propio García, quien años después se suicidó cuando iba a ser arrestado. Asimismo, se produjo el juicio contra Alberto Fujimori -que había retornado- y fue condenado a 25 años. 

En 2011, Ollanta Humala venció a Keiko Fujimori -hija del exdictador- con un 2 % de ventaja. El ejecutivo mantuvo relaciones tensas con la oposición, aumentaron los conflictos sociales con los mineros y se enlenteció la economía. En los comicios de 2016, Keiko resultó nuevamente derrotada, esta vez por Pablo Kuczynski. Sin embargo, el fujimorismo obtuvo mayoría absoluta en el Congreso, dificultando las relaciones con el Ejecutivo. 

Tras varios escándalos, Kuczynski renunció en 2018 y el vicepresidente Martín Vizcarra asumió el cargo. Aunque heredó la debilidad parlamentaria, intentó mejorar las relaciones con la oposición. Sin embargo, tras varios enfrentamientos, Vizcarra disolvió el Congreso y convocó elecciones legislativas, asumiendo los nuevos parlamentarios en 2020. 

Enfrentado a la pandemia del coronavirus y acusaciones por soborno, ahora fue Vizcarra el destituido por el nuevo Congreso. Siguió la inestabilidad, asumió Manuel Merino, que renunció apenas días después por la represión que causó la muerte de dos manifestantes. Finalmente se nombró a Francisco Sagasti hasta las elecciones de abril 2021… ya no valía la pena seguir cambiando de presidente por las inminentes elecciones.

Keiko, el mal menor

A la segunda vuelta de las elecciones de Perú pasaron el maestro Pedro Castillo (19%) y Keiko Fujimori (14%). El éxito del primero representó una protesta contra la clase política tradicional, aunque el voto estuvo fragmentado entre 18 candidatos.

 Castillo representa al partido “Perú Libre”. Su programa es totalitario: cambiar la Constitución, eliminar el Tribunal Constitucional, controlar los medios y estatizaciones masivas. Proyecta la fundación de un Estado comunista, no socialdemócrata. 

Si bien defiende los valores de la izquierda en el gasto público y política exterior, es muy conservador en cuestiones sociales: se opone radicalmente al aborto, la eutanasia, el “matrimonio igualitario” y defiende la pena de muerte. Admira -faltaba más- a Fidel Castro, Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Si Castillo se convirtiera en presidente, es difícil que se aprueben sus propuestas, ya que el Parlamento recién electo está integrado por partidos diversos y él sólo cuenta con 30 legisladores sobre 130… pero ya planteó sustituir al Congreso por una Asamblea Constituyente a su medida, que redacte una nueva Constitución.

Por otra parte, el mismo Vargas Llosa afirmó que Keiko Fujimori se comprometió con la democracia y le dio su apoyo.

Vargas Llosa - Perú - El American
El excandidato presidencial y Premio Nobel de la Literatura, Mario Vargas Llosa, llamó a votar por Keiko Fujimori en las elecciones en Perú

 A diferencia del pasado, Keiko destacó su cercanía con la gestión de su padre, afirmando que “luego de largas conversaciones, nos hemos acercado mucho”, y declaró que “su presidencia no fue una dictadura, pese a momentos autoritarios”. Prometió indultarlo si es electa. 

En la lucha de “etiquetas” -algunas lógicas y otras delirantes- ha sido descrita como “conservadora, populista y autoritaria”. Según afirma, la democracia “no puede ser débil y debe sustentarse en un sólido principio de autoridad”. Si, por un lado. los fujimoristas cuentan con el apoyo de un tercio de la población, es fuerte el antifujimorismo, que rechaza el legado de su padre y ve en su hija un riesgo para la democracia. 

Muchos peruanos no quieren votar a Keiko, pero se encuentran ante una dura prueba. Los analistas coinciden en que Fujimori no hubiera podido tener un rival más adecuado para ella que el extremista “Perú Libre”.  

En la otra orilla, Castillo busca suavizar su imagen, e incluso “ocultar” a líderes de su partido, en especial a Vladimir Cerrón, ideólogo principal y comunista ortodoxo con fuertes nexos con la dictadura venezolana. Ambos postulantes necesitan reducir la oposición que generan. 

“Yo diría que la estrategia de Pedro Castillo tiene el objetivo de empoderarse como individuo. Su estrategia es tomar distancia de las personas de su entorno y que se hable más de él mismo que de otros integrantes de su campaña, como Cerrón. Creo que sí ha pretendido una moderación en el discurso, pero, además de eso, una afirmación en su personalidad. Castillo asume el protagonismo de su candidatura, y marcar esa diferencia es importante”, comenta el analista Mauricio Saravia. 

Según la politóloga Paula Távara “la estrategia es de ‘semi-moderación’. No hubo una moderación verdadera sino aparente, con tímidas garantías. Podría favorecerle, pero no basta (…) ha tenido que bajarle el tono al discurso y minimizar metidas de pata de sus partidarios (…) se ha dado cuenta de esto y asumió una postura diferente a la anterior. Restarle autoridad a su entorno le da una imagen de control y liderazgo”.

 En cuanto a Keiko Fujimori y su partido “Fuerza Popular”, Távara sostiene que “el norte del país fue un bastión fujimorista en la elección pasada y su partido siempre sacó muchos votos allí. Entonces, si quiere voltear la elección, tiene que asumir esfuerzos regionales. Además de conquistar Lima, donde la tiene fácil, debe revertir el norte. Debe mejorar su imagen. El gran obstáculo es que tiene poca credibilidad, le cuesta mostrarse al pueblo como una opción mejor para la democracia y la economía”. 

Analistas como Mauricio Saravia y Paula Távara advierten que ambas campañas sufren un vacío común: el enfoque claro frente a la pandemia. “Están centrando sus ejes en un país que no tiene pandemia. Ninguno se centra en ella de manera enérgica, siendo el Perú uno de los países que ha llevado la peor parte de esta crisis sanitaria global. No se entiende esta desconexión con algo tan básico y palpable en el día a día”.

El escritor Mario Vargas Llosa anunció su apoyo a Keiko Fujimori porque “hoy encarna valores democráticos”, y advirtió que un eventual gobierno de Pedro Castillo “sería una catástrofe”. Es fundamental “que el Perú no caiga en la tragedia que son Venezuela, Nicaragua y Cuba, países que han llegado a una situación verdaderamente crítica”.

En definitiva, Castillo mantiene nueve puntos de ventaja a un mes de la votación. En un país políticamente tan cambiante como Perú no es una diferencia irremontable, aunque no sea fácil lograrlo. 

Keiko debe atraer a los indecisos, que superan el 25% del electorado de Perú. Para ello su imagen debe mejorar, especialmente fuera de Lima que ya tiene ganada. Mostrarse humilde para reconocer errores pasados, conciliadora y respetuosa del sistema democrático son los factores clave. La realidad política indica, sin duda, que su oponente intentará imponer un régimen autoritario siguiendo a sus fracasados ídolos. Por este evidente riesgo, Keiko es sin duda el mal menor para Perú.

Eduardo Zalovich

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