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Cuando Pilar Cisneros Gallo (Lima, Perú, 1954) anunció en septiembre del año pasado que entraría en la arena política para competir por una diputación, la controversia no tardó en aparecer. El mismo día del anuncio el periódico La Nación publicó un reportaje en el que revelaba que Rodrigo Chaves, exministro de Hacienda y candidato presidencial del partido de Cisneros, había sido sancionado por un patrón de conductas inapropiadas de índole sexual por el Banco Mundial.
En un país como Estados Unidos, donde el movimiento Me Too ha tenido un auge capaz de acabar con las carreras de políticos, periodistas, productores de cine y actores, la sanción que pesaba sobre Chaves habría sido motivo de cancelación inmediata. En Costa Rica, no obstante, su presencia no solo prevaleció en medio de los señalamientos, sino que consiguió pasar a la segunda ronda electoral para competir contra el expresidente socialdemócrata José María Figueres Olsen.
Parece inexplicable: ¿cómo es que un hombre señalado por conductas inapropiadas de índole sexual puede crecer en las encuestas si además hace dos años era un desconocido? ¿Cómo es que el exministro de un gobierno tan impopular puede gozar de tanto apoyo cuando la opinión pública cuestiona su integridad moral para asumir la Presidencia de la república?
La respuesta, para algunos, fue clara: Pilar Cisneros
“Yo le puedo decir hoy, con la información que yo tengo, que este es el proyecto político de Pilar Cisneros. Hambre y ganas de comer se encontraron, pero el proyecto político es de Pilar. Todos hablamos de Rodrigo Chaves, pero ¿dónde está en las encuestas y por qué está ahí? ¡Porque es el proyecto político de Pilar Cisneros! Nadie sabía quién era Rodrigo Chaves hasta que vino a Costa Rica huyendo del Banco Mundial para ser ministro de Hacienda. La que tenía el proyecto, que yo desconocía, era Pilar. La que está en las vallas de todo el país, es Pilar. En primer plano Pilar”, me comentó la periodista Vilma Ibarra dos días antes de la elección.
No pongo en duda la capacidad de Cisneros para llevar a cabo una gestión destacable como diputada por San José. Es más, estoy convencido de que su motivación principal para salir del retiro del que gozó durante ocho años es el gran amor que profesa por el país que la adoptó hace tanto. Sin embargo, debo confesar que en primera instancia subestimé el poder de su figura y jamás imaginé que sería capaz de sostener la candidatura de Chaves en medio del escándalo al punto de lograr, con un trabajo incansable, una fracción de 9 diputados (de 57), la tercera más grande de la próxima Asamblea Legislativa.
Es evidente que el debate en las redes sociales corresponde a una burbuja de la sociedad que tiene una perspectiva de las cosas bastante diferente a la de los ciudadanos “de a pie”.
Para las redes sociales la sanción que pesa sobre Rodrigo Chaves era imperdonable, pero el grueso del electorado (305,000 personas) pensaron que su propuesta de gobierno era suficientemente buena como para perdonarle los actos cuestionables de su pasado.
También es evidente que los costarricenses en el extranjero tenemos otra visión de las cosas con respecto a nuestros compatriotas adentro. De acuerdo con el último corte del Tribunal Supremo de Elecciones, los ticos legionarios privilegiaron al Partido Liberal Progresista y al Frente Amplio por encima del Partido Progreso Social Democrático —de Chaves y Cisneros—.
Pero Costa Rica no es Twitter y tampoco sus expatriados (por cierto, solo un 12,41 % de los ticos registrados para votar en el extranjero ejercieron su derecho).
El mío es un país que busca un cambio, donde la voz de Pilar Cisneros tiene un peso impresionante. La ahora diputada electa se jugó su credibilidad defendiendo con alma, vida y corazón a su candidato. Parece que el sacrificio, para ella, valió la pena.
Ahora Costa Rica se enfrenta a una segunda ronda electoral entre un expresidente históricamente detestado y un exministro cuestionado en su vida privada. Parece que el país tendrá que decidir a quién odia más, para ver si de esa ecuación logra salir algo bueno. Lo dudo.
Comentario muy pobre y falto de información.