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Las políticas más eficazmente racistas se impulsan hoy en nombre del antirracismo

Racistas, Antirracismo

Anthony Malcolm Daniels, psiquiatra británico que pasó buena parte de su carrera en prisiones y con pacientes de barrios pobres, es conocido por su aguda crítica de los efectos económicos, sociales y psicológicos del Estado del bienestar sobre los pobres que pretende defender. Bajo el seudónimo Theodore Dalrymple describió lo nocivo de la política social que ha defendido por décadas la intelectualidad socialista negándose a evaluar sus resultados.

Esa política hace a los pobres más pobres y crea un ciclo de reproducción de pobreza sin salida. La clave es la destrucción de la familia, objetivo en que coinciden todas las corrientes marxistas, con más unanimidad que en la propiedad estatal de los medios de producción. Y algo que señala frecuentemente es cómo

«por extraño que parezca, las clases altas, las que más criticaron la institución del matrimonio en abstracto, han resultado las más tradicionales en la práctica. Si yo creyera en conspiraciones, diría que la política social británica de los últimos 60 años ha sido un complot para mantener baja a la clase más baja. La destrucción de la familia en Reino Unido no hubiera sido posible sin el Estado de bienestar. Ahora hemos llegado a una situación en la que muchas mujeres consideran que la independencia no es la independencia del Estado o del erario público, sino la independencia (tanto económica como emocional) de los padres respecto de sus hijos».

Los pobres de los que habla en el Reino Unido son mayormente blancos. Suele explicar que una diferencia crítica entre los inmigrantes indios pobres y los blancos pobres británicos es que los indios mantienen los valores de la institución familiar, y en lugar de perpetuar ciclos de pobreza salen de ella en una o dos generaciones.

Agreguemos que en comunidades de inmigrantes en que el Estado de bienestar sí pudo quebrar los valores familiares se crearon círculos de pobreza y dependencia. Incluso vemos paradojas como un radicalismo musulmán de segunda o tercera generación, en quienes pretenden aferrarse a antiguos valores que no practican, al tiempo que rechazan los del occidente, cuyo Estado de bienestar parasitan conscientemente.

Marcha de Black Lives Matter en 2020. (Flickr) Racistas.
Marcha de Black Lives Matter en 2020. (Flickr)

Al otro lado del Atlántico, mismas causas producen idénticos efectos por generaciones. Y en los Estados Unidos la intelectualidad socialista fue prolífica radicalizando teorías para justificar su ampliación y negar su indiscutible fracaso, atribuyendo los efectos —que están a la vista— a causas míticas sostenidas con dogmático fanatismo en la cultura de la cancelación. Explica el economista conservador americano Thomas Sowell en Economía, verdades y mentiras que, entre las muchas falacias sobre la raza de la izquierda de los Estados Unidos,

«la falacia con peores implicaciones es que las familias actuales carentes de figura paterna, tan predominantes entre los negros contemporáneos, son un ´legado de la esclavitud´ (…) La mayoría de los niños negros crecían en hogares con ambos progenitores, tanto durante la esclavitud como en generaciones posteriores (…) en los primeros años del siglo XX las cifras de matrimonio entre negros eran algo superiores a las de matrimonios entre blancos” y sobre desempleo “en todos los censos entre 1890 y 1950, los negros aparecen con un índice de participación laboral superior al de los blancos” en esa comunidad “en los comienzos de los años treinta los niños que nacían de madres solteras constituían el 31 % (…) en los comienzos de los años noventa esta proporción aumentó al 77 %” y “cuando estas regresiones se hicieron evidentes (…) la explicación que más se utilizó fue la de que eran ‘legados de la esclavitud’, en aras de evitar la confrontación de realidades contemporáneas”. Pero “si bien la mayoría absoluta de esas familias negras sin el padre presente vivían en la pobreza, más de cuatro quintas partes de las familias donde convivían ambos cónyuges no eran pobres”».

Actualmente, menos del 10 % de las familias afroamericanas con ambos conyugues son pobres. Y no es un dato menor que la palabra afroamericano casi no aparezca en la traducción al español del libro de Sowell que cité. Dudo que abunde en el original en inglés que todavía no leo, porque Sowell únicamente lo usa para criticarlo. Lo uso aquí para que si los algoritmos canceladores de Silicon Valley actúan, sea a uno de los más brillantes economistas afroamericanos de nuestros tiempos a quien censuren, no a mí. Y hablamos de incentivos económicos porque, como aclara Sowell, «no es el matrimonio en sí lo que reduce de manera drástica la pobreza (…) son los valores y los patrones de conducta que conducen al matrimonio y que producen el mayor impacto sobre muchas otras cosas».

Aunque en desarticulación familiar y creación de círculos viciosos de pobreza, lo que explican el británico y el americano sea idéntico, el camino a la teoría crítica de la raza del neomarxismo lo empeoró peligrosamente. Sowell cita en su libro Un hombre de letras a otro gran economista afroamericano conservador, Walter Williams, quien en una carta le informaba sobre la «norma no escrita» de un hospital que él conocía bien, de «no reprobar estudiantes negros de medicina», una práctica que ya existía en la facultad de medicina de Harvard en los años 70 del siglo XX.

Poner en circulación médicos inadecuadamente calificados pone en peligro vidas, nos recuerda Sowell. Pero el simbolismo les importa más que los resultados, incluso mortales, concluye. Sin duda. Pero ¿es únicamente eso? Tras más de medio siglo de aplicar las mismas políticas, obteniendo los mismos desastres, es difícil creer que insisten de buena fe. Resultados a la vista, además de crear círculos viciosos de pobreza y dependencia, pretenden que los romperán, no eliminando las causas, sino exacerbándolas en la educación. El único resultado de eso es que la cantidad de profesionales peor capacitados sea mucho mayor en esas minorías que en otros grupos.

Me temo que llegó la hora de admitir que no es por error, sino porque son las más eficaces políticas racistas —y clasistas— de la historia.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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