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Premios Oscar: Houston, tenemos un problema en Hollywood

Premios Oscar 2021

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Los Premios Oscar celebrados el pasado domingo han tenido la peor audiencia de toda su historia, confirmando su trayectoria de caída libre de los últimos años. Desde 2015 no supera los 40 millones de espectadores. En 2017 fue la última vez que superó los 30 millones, y en esta última edición ni siquiera ha alcanzado los 10 millones de espectadores.

El batacazo es monumental. Lejos de hacer autocrítica y preguntarse por qué puede pasar esto, tratan de justificar el descalabro aduciendo que se debe a la pandemia, esa que tiene a más gente que nunca recluida en casa sin mucho más que hacer que ver la televisión.

Los Premios Oscar siempre han sido criticados por los mismos motivos: que si son una ceremonia meramente comercial; que si son sesgados y subjetivos y no premian la “verdadera calidad” sino el éxito en taquilla; o que si son poco diversos y sólo premian a películas y cineastas americanos, sobre todo a blancos.

Estos detractores siempre han sido pocos, pero muy vociferantes, y siempre han estado vinculados a la izquierda más anti-capitalista y anti-americana.

A pesar de estas críticas, tan viejas como los casi centenarios Premios Oscar, la gala siempre fue la referencia cinematográfica por excelencia para el mundo entero. La noche del domingo de los Oscar era madrugada de desvelo para todos los aficionados al cine alrededor del globo terráqueo.

Sin embargo, desde que los organizadores de los Premios Oscar empezaron a hacer caso a sus críticos y detractores, y comenzaron a plegarse a sus exigencias, cada vez más gente ha terminado repudiando la gala.

Por algún extraño motivo, si los premios BAFTA sólo premian a producciones y artistas británicos, no hay problema; si los César celebran el cine francés, tampoco pasa nada; pero si los Oscar le dan la estatuilla a un americano blanco, y no a un uzbeko de padre lapón y madre senegalesa que interpreta a un personaje de género fluido en una película chino-canadiense sobre las injusticias sociales del capitalismo, entonces los Premios Oscar son racistas, imperialistas, y poco diversos e inclusivos. 

Cuando Marlon Brando rechazó su Oscar por The Godfather en 1973, y envió en su lugar a Sacheen Littlefeather, una activista política india-americana que subió al escenario descalza para recoger la estatuilla, con un discurso de 15 páginas manuscrito por Brando quejándose del racismo, los organizadores lo que hicieron fue establecer normas claras y límites bien definidos para los discursos de aceptación de las siguientes galas. No crearon una categoría ad-hoc para películas sobre nativos americanos, ni instauraron la posibilidad de que cada premiado pudiera enviar a un activista de su causa favorita a recoger los premios en su lugar.

Esa misma noche de 1973, cuando Clint Eastwood salió a presentar la categoría de mejor película, dijo hacerlo “en nombre de todos los cowboys tiroteados en los westerns de John Ford a lo largo de los años”. Todos se tomaron a chufla a un decadente Marlon Brando, quien pasó sus últimos años de vida al borde de la indigencia y como un ermitaño, viviendo de su seguro social, y teniendo que vender sus posesiones en Tahití para poder sobrevivir. La gala tuvo 85 millones de espectadores.

Desde 2014, la gala viene sufriendo un boicot por parte de varios actores y celebridades negras, acusando a los Premios Oscar de falta de diversidad, siendo Will Smith y su mujer Jada Pinkett Smith de los más vocales en esta queja. Jada dijo sentirse inspirada por Sacheen Littlefeather. 

Aunque desde entonces la carrera profesional de Will Smith va de fracaso en fracaso, y su vida sentimental con Jada parece ir en la misma línea descendente, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas decidió escuchar atentamente sus consejos y plegarse a sus exigencias.

Los Premios Oscar se vuelven más “inclusivos”

Así, el año pasado anunciaron que para 2024 cambiarían completamente los requisitos formales para la elegibilidad de películas, y que ya desde este año, se introducirían gradualmente requisitos de diversidad en cuanto a raza, etnia, género y personas con “capacidades diferentes” en cuatro categorías.

El resultado, aparte de los escasos 10 millones de audiencia, ha sido que los ganadores de los Premios Oscar ya se podían intuir de antemano. ¿Para qué ver una película de la que ya te sabes el final?

El premio a mejor película se lo ha llevado Nomadland, una película con claro mensaje anti-capitalista. Su protagonista se ha llevado el premio a la mejor actriz, otro más para Frances McDormand, quien ya en 2017 convirtió su discurso de aceptación del Oscar en un numerito reivindicativo feminista.

El mejor guión original ha sido para una película feminista apologética del movimiento Me Too. El de actor secundario ha ido para un personaje del grupo político Black Panther Party – para algunos considerado grupo violento y terrorista -. El premio a la mejor dirección ha recaído en una mujer china, mientras que el de actriz secundaria ha sido para una mujer surcoreana.

La única sorpresa que no ha gustado a los detractores habituales de la ceremonia – que parece que ahora son los únicos que la siguen viendo para poder criticarla -, ha sido que el premio al mejor actor se lo hayan dado a Anthony Hopkins – a quien han descrito como “otro viejo blanco” -, y no al tristemente fallecido Chadwick Boseman, lo cual han considerado una afrenta a la comunidad negra.

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Antes, interpretar una buena escena de muerte en la pantalla te podía hacer ganar una estatuilla, quizás a partir de ahora la Academia se plantee premiar automáticamente el fallecimiento fuera de pantalla.

La Academia no permitió al anciano Anthony Hopkins participar a través de videoconferencia en la ceremonia y este prefirió dormir plácidamente en Gales. Resulta curioso que, en este caso, los de la Academia se hayan erigido en una especie de guardianes de las esencias y las tradiciones más ancestrales, renegando de la tecnología, y que sin embargo hayan decidido dinamitar sin miramientos la tradición de otorgar los premios en función del mérito y la excelencia, y ahora entregarlos por cuotas o criterios posmodernos de inclusividad.

Puestos a innovar, quizás deberían plantearse empezar a llamarlos Premios de Hollywoke, y así batir el récord mínimo de audiencia, consiguiendo que lo que antes era la “fábrica de sueños” ahora sólo produzca ganas de quedarse durmiendo.

Ignacio Manuel García Medina, Business Management teacher. Artist and lecturer specialized in Popular Culture for various platforms. Presenter of the program "Pop Libertario" for the Juan de Mariana Institute. Lives in the Canary Islands, Spain // Ignacio M. García Medina es profesor de Gestión de Empresas. Es miembro del Instituto Juan de Mariana y conferenciante especializado en Cultura Popular e ideas de la Libertad.

Social Networks: @ignaciomgm

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