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Agenda inaugural del presidente Biden ante la crisis nacional, explicada

Biden, presidente, discurso

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Por Dan Sanchez

En su discurso de investidura del miércoles, el presidente Joe Biden hizo hincapié en seis “crisis que caen en forma de cascada en nuestra era” a las que se enfrenta Estados Unidos. Eran “el virus, el cambio climático, la creciente desigualdad, el racismo, la posición global de Estados Unidos y un ataque a la verdad y a la democracia”, como parafraseó David Leonhardt de The New York Times.

Biden también anunció 17 acciones ejecutivas del “1er Día” (la mayor cantidad que cualquier otro presidente moderno) para abordar cuatro de esas seis crisis. A lo largo de enero, se anunciarán más acciones según un calendario de “días temáticos“.

Sobre el virus, una de las órdenes ejecutivas, según informa el New York Times, creó y cubrió el nuevo rol de “coordinador para la respuesta a la crisis”. Este nuevo “Zar del COVID-19”, “informará al presidente, en un esfuerzo por preparar ‘agresivamente’ la respuesta de la nación a la pandemia”. La orden también revocó la disolución por parte de Trump de una agencia de seguridad nacional encargada de la “seguridad sanitaria global y la biodefensa” bajo el Consejo de Seguridad Nacional.

Otra orden exige el uso de máscaras y el distanciamiento social en todo el gobierno federal. Combinando la jerga de las redes sociales con la retórica rooseveltiana, Biden también le lanzó al país un “desafío de 100 días de enmascaramiento”.

Y Biden revertió la ruptura de la Administración Trump con la Organización Mundial de la Salud (OMS), al nombrar al Dr. Anthony Fauci como jefe de la delegación americana ante la OMS.

En cuanto al cambio climático, Biden firmó dos órdenes ejecutivas: una por la que Estados Unidos vuelve a comprometerse con el acuerdo climático de París y otra por la que se restablecen muchas regulaciones medioambientales canceladas por Trump. Biden también suspendió la construcción del oleoducto Keystone XL.

En cuanto a la desigualdad, Biden prorrogó las moratorias de Trump sobre desalojos y pagos de préstamos estudiantiles.

En cuanto al racismo, Biden revocó el intento de Trump de eliminar la teoría racial crítica dentro de los entrenamientos federales

“El presidente”, informa el New York Times, “designó a Susan E. Rice, que es la jefa de su Consejo de Política Doméstica, como líder de un esfuerzo ‘robusto e interagencial’ que requiere que todas las agencias federales hagan que ‘la erradicación del racismo sistémico’ sea el centro de su trabajo”.

En cuanto a la posición mundial de Estados Unidos, el “calendario temático” de la Administración Biden marcó el mes de febrero para las acciones ejecutivas relacionadas con la “restauración del lugar de Estados Unidos en el mundo”.

En cuanto a la verdad y la democracia, la agenda política concreta del presidente es menos clara. Sin embargo, uno de los temas principales del discurso de investidura de Biden fue la lucha contra “las mentiras contadas para obtener poder y ganancia” y “la cultura en la que los hechos mismos son manipulados e incluso fabricados”.

En su debate sobre las “crisis en cascada de nuestra era”, Biden destacó algunos problemas verdaderamente urgentes a los que se enfrenta Estados Unidos. Desgraciadamente, las soluciones de Biden, como indican sus acciones ejecutivas, se basan todas en la expansión y centralización del poder gubernamental, como si esa fuera la única forma en que la sociedad humana pudiera abordar esos problemas.

Esto arroja una sombra preocupante sobre los temas de “unidad” y “actuación conjunta” que impregnaron el discurso inaugural de Biden. A juzgar por su programa político, Biden parece, al igual que su antiguo colega del Congreso Barney Frank, equiparar “las cosas que decidimos hacer juntos” con el “gobierno”. Y aunque los elevados llamamientos de Biden a la unidad parecían referirse a veces al civismo y a la armonía social, sus verdaderas políticas parecen interpretar la unidad no como armonía, sino como bloque: el tipo de cerrazón política monótona que sólo puede imponerse mediante la centralización del poder.

Por ejemplo, hasta ahora las políticas sobre las pandemias se han establecido principalmente a nivel estatal y local, aunque las autoridades han tomado importantes indicaciones por parte del gobierno federal, especialmente del Equipo de Trabajo para el Coronavirus de la Casa Blanca. Aparentemente, eso no es suficiente unidad, así que ahora la respuesta nacional va a ser de alguna manera “coordinada” centralmente por un nuevo burócrata de alto nivel: el “Coordinador para la Respuesta al COVID-19”.

Y con el restablecimiento de la “dirección para la seguridad sanitaria global y la biodefensa” del NSC, la respuesta a la pandemia va a ser tratada aún más como una cuestión de “seguridad nacional”, que es la excusa estándar para el poder federal secreto y arbitrario.

Pero la unidad nacional no es suficiente, según la agenda política de Biden.

“Es un mundo interconectado”, dice Apoorva Mandavilli del New York Times, refiriéndose con aprobación a la reintegración de Biden en la Organización Mundial de la Salud. Para combatir el virus, “tenemos que coordinar con otros países”.

Con ello se refiere a “los gobiernos de otros países”, por supuesto.

La coordinación intergubernamental es también lo que supone la reincorporación al acuerdo climático de París. Y las otras “soluciones” climáticas de Biden -restaurar las regulaciones ambientales federales y cerrar unilateralmente el oleoducto Keystone XL, en su mayoría de carácter privado- se basan en la fuerza centralizada.

Lo mismo ocurre con las políticas de la Administración en materia de desigualdad (prohibición temporal de desalojos y cobro de préstamos a estudiantes).

Para la nueva Administración (como para la anterior), la respuesta a todas las cuestiones sociales parece ser un poder cada vez más centralizado. ¿Cómo se traducirá esto en futuras acciones ejecutivas en torno a las tres “crisis en cascada” restantes?

¿La respuesta al racismo será más generosidad federal y más regulaciones para los empresarios? ¿Se contrarrestará “el ataque a la verdad y la democracia” con más censura, vigilancia y otras medidas de estado policial? ¿Significará el “restablecimiento de la posición mundial de Estados Unidos” pisar el cuello de más extranjeros mediante una política exterior más intervencionista?

El tiempo lo dirá.

Mientras tanto, el pueblo estadounidense debería darse cuenta de que todo este enfoque político se basa en una visión del mundo que es falaz.

El Gobierno no es la única forma que tenemos de “actuar juntos”. La coordinación no tiene por qué ser centralizada. La armonía social no requiere una unidad obligatoria. Y las crisis sociales no requieren la expansión y centralización del poder.

Todo lo contrario.

Como explicó el economista ganador del Nobel, F.A. Hayek, en su clásico ensayo “El uso del conocimiento en la sociedad”, cuanto más se centraliza la planificación, más se convierte en algo mal informado, descoordinado, ineficaz y destructivo.Los problemas sociales complejos requieren niveles de coordinación y armonía que sólo el “orden espontáneo” de una sociedad libre puede lograr.

Y cuanto más complejo es el problema, más descentralizada y colaborativa debe ser la solución. Así, nuestras “crisis en cascada” no exigen más poder centralizado, sino menos.

Es especialmente urgente que los americanos se den cuenta de esto, porque, como Robert Higgs detalló en su libro Crisis y Leviatán, los gobiernos suelen aprovechar las crisis como excusa para aumentar el poder gubernamental a expensas de la libertad. Cuanto mayor es la crisis, mayor es el engranaje del gran gobierno.

Teniendo esto en cuenta, la meditación inaugural del presidente Biden sobre las “crisis en cascadas de nuestra era” suena menos a un líder que “siente nuestro dolor”, sino que suena  más a un Leviatán que relame sus costillas.

Foundation for Economic Education (FEE)

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