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Proyecto Cassandra: cómo Obama ató a la DEA para abrirle camino a Hizbulá

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La historia del Proyecto Cassandra ya tiene varios años circulando, pero aún hay mucha gente que no la conoce o, en su defecto, decide ignorarla o justificarla. Para simplificarlo, Cassandra fue una operación de la Drug Enforcement Administration (DEA) que tenía por objetivo darle un fuerte golpe a Hizbulá —el grupo narcoterrorista aliado de la teocracia iraní que hoy es toda una organización criminal global—, pero hubo una traba en el camino de la investigación completamente impensada: la administración de Barack Obama.

Fueron ocho largos años de trabajo y contactos con unas 30 agencias estadounidenses y extranjeras por parte de la DEA, una misión que al final dio varios frutos, pues la agencia antinarcóticos logró identificar toda una red de lavado de dinero y tráfico de drogas, construyendo así una operación para capturar y procesar a un par de docenas de agentes de Hizbulá.

Este relato nace y tiene su sustento en tres testimonios directos de tres protagonistas del Proyecto Cassandra. Jack Kelly, veterano supervisor de la DEA considerado el creador del equipo; Derek Maltz, jefe de la División de Operaciones Especiales de esa misma institución; y David Asher, analista del Departamento de Defensa especializado en financias ilícitas que fue transferido a la unidad durante la investigación.

La historia revelada por estos tres agentas fue publicada en un extenso reportaje de Josh Meyer para POLITICO Magazine titulado: «The secret backstory of how Obama let Hezbollah off the hook».

La investigación del Proyecto Cassandra detectó a varios personajes de alto rango de la red criminal mundial tejida por Hizbulá. Pero ese gran esfuerzo habría quedado reducido en una telaraña burocrática armada por la Central Intelligence Agency (CIA), el establishment en Washington y la propia Casa Blanca —en consonancia con sus esfuerzos geopolíticos y de política exterior—.

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Expresidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Según la investigación de POLITICO, su administración torpedeó la operación de la DEA denominada Proyecto Cassandra. (Efe).
Acuerdo nuclear, la promesa de Obama que el Proyecto Cassandra no podía perjudicar

Una de las primeras partes de la amplia investigación de POLITICO reseña: «En su determinación de asegurar un acuerdo nuclear con Irán, la administración Obama descarriló una ambiciosa campaña de aplicación de la ley dirigida al tráfico de drogas por el grupo terrorista Hizbulá, respaldado por Irán, incluso cuando estaba canalizando cocaína hacia los Estados Unidos».

De allí en adelante el afamado portal empezó a explicar, basándose en el testimonio de varios entrevistados, cómo funcionarios de la administración Obama empezaron a poner obstáculos en el camino del Proyecto Cassandra.

La campaña de la DEA, Proyecto Cassandra, inició en 2008, cuando la agencia recabó pruebas de que Hizbulá había pasado de ser una «organización militar y política centrada en el Oriente Medio» a «un sindicato internacional del crimen», sacando a la luz los primeros nexos entre el narcotráfico y el terrorismo a nivel global.

Según reseña el trabajo de investigación, este entramado criminal «estaba recaudando 1,000 millones de dólares anuales procedentes del tráfico de drogas y armas, el blanqueo de dinero y otras actividades delictivas».

La cocaína era la droga traficada, según el informe. Esta iba de Latinoamérica a África Occidental, Europa y Medio Oriente. También se traficaba hacia Estados Unidos proveniente de México y Venezuela.

Como puede esperarse, la cantidad de droga traficada producía mucho dinero, el cual se describe como una «ola de dinero sucio» que era lavado, entre otras muchas tácticas, comprando autos usados en América para llevarlos a África.

La investigación del Proyecto Cassandra fue un éxito, pues desveló los principales nexos entre Teherán y el Líbano, los vínculos entre Venezuela, las Farc y Hizbulá, y la relación, como se dijo, entre el narcotráfico y el terrorismo en una red criminal.

Pero, según las declaraciones plasmadas en la investigación, hubo trabas, obstáculos y muchos esfuerzos por parte de la administración Obama para detener al Proyecto Cassandra y que este no entorpeciera las negociaciones del acuerdo nuclear con Irán.

POLITICO afirma que «Cuando los líderes del Proyecto Cassandra solicitaron la aprobación de algunas investigaciones, enjuiciamientos, detenciones y sanciones financieras importantes, los funcionarios de los departamentos de Justicia y del Tesoro retrasaron, obstaculizaron o rechazaron sus solicitudes».

Uno de los casos concretos que menciona la investigación es el de Abdallah Safieddine, antiguo enviado de Hezbollah a Irán, que era considerado una pieza vital en la red criminal de la organización libanesa y al que el agente Jack Kelly lo denominó el principal nexo entre Irán y Hizbulá.

A Safieddine lo quisieron enjuiciar agentes del Proyecto Cassandra y otros investigadores, con pruebas suficientes en su contra, pero el Departamento de Justicia se negó, según cuatro funcionarios con conocimiento directo del caso.

Otro caso mencionado en la investigación fue el del traficante de armas libanés Ali Fayad, un supuesto funcionario de alto rango de Hizbulá. Fayad fue detenido en el 2014 en Praga. Durante casi dos años estuvo bajo custodia y, pese a los esfuerzos de los agentes del Proyecto Cassandra, la administración Obama no ejerció mayor presión para conseguir la extradición.

Pero hay más casos. El reportaje indica que «Los miembros del proyecto dicen que los funcionarios de la administración de Obama también atentaron contra los esfuerzos de perseguir a otros de los agentes operativos de Hizbulá, “Ghost”, supuestamente, uno de los mayores traficantes de cocaína en todo el mundo y un importante traficante de armas convencionales y químicas para el uso del presidente sirio Bashar Assad contra su pueblo».

Otras de las denuncias por parte de los agentes del frustrado proyecto es que se negó el pedido de acusar al ala militar de Hizbulá como una empresa de crimen organizado. Además, mencionaron que distintos funcionarios de la administración se negaron a designarla como una «organización criminal trasnacional significativa». Esto último privó al equipo de muchas iniciativas, estrategias y herramientas legales para perseguir e investigar a la red.

POLITICO también fue con la contraparte, exfuncionarios de la administración Obama, quiénes señalaron en defensa de aquel Gobierno que el Departamento de Estado condenó la decisión de República Checa de no extradir a Fayad. Pero entre los funcionarios entrevistados por el portal hubo contradicciones, pues otros dijeron que el Gobierno se dejó guiar «por objetivos políticos más amplios».

¿Cuáles eran esos objetivos? La reducción del conflicto con Irán, el freno del programa de armas nucleares y los esfuerzos para la liberación de prisioneros estadounidenses que yacían en Teherán.

Pese a esas afirmaciones, los exfuncionarios aseveraron que ninguna de las acciones del Gobierno de Obama con respecto al Proyecto Cassandra guardaba relación con el acuerdo nuclear. ¿Pero qué les quedaba decir?

«Hubo acciones tomadas contra Hizbulá tanto a través de sanciones severas como de acciones policiales ante y después del acuerdo con Irán», mencionó Kevin Lewis, portavoz de Obama que trabajó en la Casa Blanca como en el Departamento de Justicia de ese Gobierno. El exportavoz presentó ocho arrestos y enjuiciamientos como pruebas. Además, habló de una operación de 2016 en donde autoridades europeas arrestaron a un «número no revelado» de presuntos miembros de una unidad especial de asuntos comerciales de Hizbulá.

De todas formas, esto no convenció a los agentes del Proyecto Cassandra, quienes desestimaron las explicaciones mencionando que esos arrestos europeos ocurrieron tras la finalización de las negociaciones con Irán. Y que los esfuerzos para lograr las asociaciones multinacionales las hicieron por sí mismos. Después de que sus casos fueran derribados por los departamentos de Justicia y Estado y otras agencias de los Estados Unidos.

Venezuela, también inmiscuida

Cuando de terrorismo, crimen organizado y narcotráfico se trata, Venezuela no puede dejar de ser nombrado. De la mano del fallecido Hugo Chávez, el régimen chavista trabajó directamente con el expresidente iraní Mahmoud Ahmadinejad y los terroristas de Hizbulá en el tráfico de drogas y otras actividades destinadas a socavar la influencia de los Estados Unidos en la región.

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Las relaciones entre los exmandatarios también quedaron estipuladas en la investigación del Proyecto Cassandra.

Como se lee en Infobae, con la operación de la DEA quedó retratada la ruta abierta entre Teherán y Caracas, que traficaba drogas y llevaba dólares hacia Medio Oriente y regresaba hacia Sudamérica con dinero, armas y agentes de Hizbulá que se distribuían por todo el continente con la ayuda de Tareck El Aissami, actual ministro chavista.

Hay que recordar un dato no menor, durante el auge del socialismo del siglo XXI en Latinoamérica, varios países —como Bolivia, Ecuador y Venezuela— optaron por la estrategia de desalojar a la DEA cerrando bases estratégicas que eran de gran valor en la campaña antinarcóticos estadounidense. Esto también ha permitido que la red criminal de Hizbulá opere en muchos lugares del Sur de América.

En el reportaje también se mencionan los famosos casos del sirio Walid Makled y del Pollo Carvajal. Sobre ellos, el agente Kelly mencionó que «Si hubiéramos tenido a cualquiera de estos dos hombres, podríamos haber eliminado toda la red». Makled, cabe recordar, fue extraditado a Venezuela y Carvajal, en la actualidad, es acusado de narcotráfico por EE. UU. y se encuentra prófugo.

Un caso notable —y que demuestra la dirección en la que iban los principales funcionarios de la administración Obama— fue el de John Brennan, exdirector de la CIA y principal asesor antiterrorista del expresidente demócrata.

Brennan mostró públicamente su entusiasmo acerca de que EE. UU. estuviera buscando no solo mejorar las relaciones con Irán, sino también con Hizbulá. De hecho, llegó a decir en 2010 que «Hizbulá es una organización interesante», pues según el agente de la CIA esta había pasado de ser una «organización puramente terrorista» a una milicia y, posteriormente, a un partido político con representantes en el Parlamento y el Gabinete del Líbano.

Al inicio de la administración Obama, Brennan recomendó que el Gobierno de EE. UU. debía y podía buscar una oportunidad de establecer un nuevo rumbo para las relaciones entre ambos países (Estados Unidos e Irán). Y que este no solo fuera por un diálogo, sino también con una mejor cooperación con los aliados de Irán mediante «una mayor asimilación de Hizbulá en el sistema político del Líbano».

Brennan fue uno de los grandes auspiciantes del acuerdo nuclear con Irán, una estrategia que, lejos de minimizar la influencia y acción iraní en Medio Oriente, le dio vía libre para seguir financiado al terrorismo y el narcotráfico sin mayores costos.

De hecho, según relata la BBC, «el acuerdo no era perfecto. No cubría una serie de actividades preocupantes de los iraníes: desde su programa de misiles hasta su comportamiento regional».

Lo que sí cubría el acuerdo, o intentó cubrir, era la ambición nuclear iraní, pero el costo, además de elevado, fue ineficaz. Irán se sacó sanciones económicas de encima y ganó rédito político y financiero durante las largas negociaciones, durante casi dos años.

El acuerdo nuclear fue una de las promesas de campaña de Obama y fue calificado como su mayor éxito en política exterior, pero la realidad es que el acuerdo tuvo beneficios casi nulos para EE. UU., y muchos para la teocracia iraní. De hecho, los esfuerzos de la administración Obama para socavar el Proyecto Casandra para «no molestar a Irán» demuestra todo lo que ganaron los iraníes.

En ese sentido, David Asher, uno de los principales agentes del Proyecto Cassandra, no tiene dudas sobre lo que pasó: «Esta fue una decisión política, fue una decisión sistemática del poder (la de boicotear Cassandra) No cabe duda que los políticos rompieron todo ese esfuerzo que había sido muy bien respaldado y dotado de recursos». El agente apuntó, especialmente, contra el secretario de Estado de los EE. UU. John Kerry, a quién calificó como el «arquitecto del boicot».

La administración Obama, una oportunidad para criminales internacionales

Si algo sucedió durante la era Obama fue el crecimiento de los principales enemigos de la libertad. Casi todos los regímenes criminales del mundo crecieron.

En Venezuela, por ejemplo, el chavismo se hizo increíblemente fuerte ante la debilidad de Washington. EE. UU., de hecho, fue uno de sus principales compradores de petróleo y eso, indirectamente, sirvió como financiamiento para que el proyecto chavista se solidificara.

La tiranía castrista fue otra gran beneficiada. La administración Obama encabezó esfuerzos diplomáticos aperturistas para normalizar las relaciones con el régimen cubano. Un costo político altísimo e inmoral que solo sirvió para consolidar el relato del castrismo ante el mundo y para que el sometimiento contra los cubanos se intensificara.

En Colombia hubo otro caso. Los “acuerdos de paz” con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). Un grupo guerrillero marxista que no se disolvió ni ha dejado de operar. Hoy son aliados del régimen de Maduro operando libremente en Venezuela. Además, cuenta con escaños en el Congreso de ese país a raíz de las negociaciones con el Gobierno.

Esos acuerdos de paz, impulsados por el expresidente Juan Manuel Santos, tuvieron el visto bueno de la administración Obama y uno de sus principales auspiciantes fue Joe Biden. De hecho, la relación de Biden con el expresidente colombiano fue promocionada por Hunter Biden para atraer inversión china a Latinoamérica.

Biden, Proyecto Cassandra
En la investigación de POLITICO sobre el Proyecto Cassandra nunca se nombra a Joe Biden, pero era uno de los hombres clave en la política exterior de Obama. (Archivo).

De esos tres ejemplos, todos reprobables y profundamente contraproducentes para los intereses de EE. UU y la prosperidad de sus aliados en la región, ninguno llega al dramatismo que implicó el crecimiento de Hizbulá e Irán a nivel global. Todo bajo la complaciente mirada de la administración Obama.

Con el caso del Proyecto Cassandra no quedan dudas de que el Gobierno Obama fue catastrófico para los intereses de EE. UU., pues su política exterior en lugar de velar por los intereses nacionales, beneficiaron a los enemigos del país. Hizbulá creció y expandió sus operaciones por Latinoamérica, pero también traficó drogas dentro de Estados Unidos, así que fue un problema interno y externo in crescendo.

Es significativo que después que salió Obama de la Casa Blanca, tanto Hizbulá como la teocracia iraní atraviesan sus peores momentos en mucho tiempo. En la actualidad tienen problemas económicos, cada vez tienen menor influencia en Medio Oriente y sus operaciones fueron combatidas con mucha más eficacia por parte de Estados Unidos. Todo esto bajo la administración de Donald Trump, que tuvo un enfoque diametralmente opuesto al Gobierno de Obama.

De hecho, los históricos acuerdos de paz logrados en Medio Oriente son rotundos éxitos del Gobierno Trump. Estos potenciaron a sus aliados directos y, además, están contrarrestando la influencia de Teherán, que se encuentra sumida en una crisis económica.

Es difícil asegurar qué hubiese pasado con Hizbulá si el Proyecto Cassandra consumaba su éxito. Lo cierto es que, tal y como los hechos dictan, fue una gran oportunidad de desmantelar todo ese tejido de lavado de dinero y tráfico de droga que servía para financiar al terrorismo y otras actividades criminales a nivel global. Una enorme oportunidad perdida, un legado, sin dudas, de Barack Obama.

Emmanuel Alejandro Rondón is a journalist at El American specializing in the areas of American politics and media analysis // Emmanuel Alejandro Rondón es periodista de El American especializado en las áreas de política americana y análisis de medios de comunicación.

Contacto: [email protected]

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