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Los escenarios que Putin valora antes de invadir Ucrania

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El autoritarismo de Putin en Rusia depende de una combinación de represión y propaganda. Como alguien formado en la inteligencia soviética, Putin entiende que la propaganda de un poder represivo requiere de grandes mitos que transformen al súbdito sojuzgado por la represión y desinformado por la censura: del esclavo renuente que sería si esas fueran las únicas herramientas del poder, en un creyente activo de un gran mito que legitime al poder autoritario.

El mito propagandístico de Putin es el de un imperio con un papel en el mundo que la Federación Rusa real no podría sostener hoy. El mito importa en las decisiones de Putin porque de él depende su popularidad entre sus bases políticas. Pero como ya he explicado en el pasado en esta columna, el “patriota” Putin está muy dispuesto a hacer a Rusia un satélite de Beijing si eso le garantiza mantenerse en el poder hasta el fin de sus días.

Putin entiende por qué Beijing es hoy más poderoso que Moscú. Aunque le importa incrementar el poder y la influencia Rusa en el mundo, le importa más enriquecer a la cleptocracia que lo sostiene en el Kremlin y aferrarse al poder mientras viva.

La crisis que concluyó en la anexión rusa de Crimea fue un momento de inflexión para Rusia en el tablero geoestratégico global y el mejor momento para fortalecer el autoritarismo de Putin en Rusia. La anexión elevó la popularidad de Putin al 85% y divorció a la Federación Rusa de Occidente. Crimea y el puerto de Sebastopol, además de un puerto estratégico para Rusia, son vitales en una versión imperial mitificada de la historia rusa como la del partido de Putin. Y lo que aprendió Moscú en aquel conflicto fue que:

  1. Occidente responderá a una acción militar rusa limitada contra Ucrania, no con una respuesta militar sino con sanciones económicas y políticas que la dependencia de Europa Occidental –especialmente Alemania– del gas ruso terminara por suavizar.
  2. Beijing es un aliado cuyo crudo realismo político no tiene problema alguno en aliarse estrechamente con una cleptocracia autoritaria como la que encabeza Putin.
  3. Beijing, más que el verdadero modelo totalitario chino, exporta ideológicamente una versión muy flexible de autoritarismo y control social adaptable a cualquier régimen aliado que entienda las específicas “líneas rojas” que deberá respetar. Putin conoce y respeta las líneas rojas de Beijing. Y sin tocarlas maniobró exitosamente para posicionarse como un poder regional del que Beijing depende todavía para estabilizar Asia Central.

Putin simplemente vio ahora un escenario favorable para repetir su gran éxito de la anexión de Crimea. La frontera entre Rusia y Ucrania es una zona de importantes yacimientos petrolíferos y la economía Rusa está basada principalmente en la extracción y exportación de petróleo y gas. Putin ya había estabilizado Asia Central para el estratégico ramal regional de la ruta de la seda de Xi, al controlar militarmente la crisis de Kazajstán.

Rusia ve al Washington de Biden como un “tigre de papel” ante otra crisis como la de Crimea. Y contando con la anuencia de Beijing y la dependencia de Europa del gas ruso, inició la nueva crisis en la frontera con Ucrania. Conociendo su imposibilidad de enfrentar militarmente a la OTAN en un conflicto convencional abierto. Y sabiendo hasta donde le apoyará Beijing. Putin apostaría racionalmente por una anexión limitada de territorio ucraniano, rico en hidrocarburos, para repetir su éxito de Crimea.

Con fuerzas navales de la OTAN en la zona cualquier error tendría consecuencias impredecibles. Pero Putin necesita repetir lo de Crimea. Su mejor escenario sería lograrlo en una negociación del tipo “Chamberlain en Múnich”. Su segundo mejor escenario sería la anexión militar de una zona de Ucrania con suficiente población rusa en el suelo como para venderlo en Rusia como una liberación de rusos oprimidos. Y con suficientes hidrocarburos bajo el suelo como para ignorar las sanciones con que responderá occidente. Su peor escenario sería verse forzado a dejar el asunto en “maniobras militares” a la espera de otra ocasión favorable; un escenario que no pondría en riesgo el poder de Putin en Rusia.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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