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Putin se prepara frente a una diplomacia Biden

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Un nuevo proyecto de ley ha sido presentado en la Duma Estatal de Rusia para reforzar la Ley de Agentes Extranjeros (promulgada en 2012) que declara como tales a ONGs, movimientos sociales, medios de comunicación y blogueros que reciban financiamiento del extranjero. Ante una potencial administración Biden, y recordando las revoluciones coloridas arquitectadas por Obama, Putin se prepara para neutralizar posibles injerencias.

El proyecto de Ley presentado por Senadores y legisladores impide que personas que sean catalogadas como «agentes extranjeros» puedan ser funcionarios electos a nivel nacional y municipal. El documento también impide a estos «agentes» tener acceso a secretos de Estado. La ley propone además, expandir la calificación de «agentes extranjeros» a ciudadanos y no ciudadanos que reciban financiación del exterior y «participen en actividades políticas o recojan información sobre las actividades militares de Rusia».

La ley pertenece a un paquete legislativo que una Comisión encabezada por Vasily Piskarev (Rusia Unida), quien aseguró que la ley está dirigida a «quienes, con la ayuda de recursos financieros recibidos del exterior, están tratando de cambiar la política interna y externa de nuestro país»

Esta avanzada de Putin en Rusia se consolida, en un sentido macro, como parte clave del posicionamiento de su relación respecto a Estados Unidos, en vista de que el resultado de la elección presidencial todavía es incierto con varias batallas legales abiertas.

¿Simple autoritarismo o prevención contra revoluciones coloridas?

Georgia, Ucrania, Kirguistán: tres países post-soviéticos donde Estados Unidos ha financiado y asesorado «revoluciones coloridas» en el pasado. Tres países donde el presidente Vladimir Putin ha vencido por su meticulosa administración del tiempo y por su talento en asestar golpes estratégicos que mellan la fuerza de su enemigo.

Las revoluciones coloridas son la consolidación de una estrategia diplomática utilizada por los Estados actuales para evitar acciones bélicas que pueden escalar a guerras de alto alcance y participación múltiple. 

Con ellas, las acciones para cambiar políticas o gobiernos completos (si es necesario) son más elásticas: se reemplaza el uso de soldados por actores políticos domésticos, pronunciamientos oficiales por narrativas ideológicas impulsadas a través de ONGs, instituciones internacionales y movimientos sociales. Es decir, con las revoluciones coloridas, los Estados crean una máscara privada o civil más rentable, más escurridiza y más épica para influir sobre estructuras de poder extranjeras.

El «Euromaidán» presentó influencia abierta y pública de la Adm. Obama-Biden y sus aliados (Foto: Flickr)

En 2014, el Euromaidán en Ucrania derrocó a Víktor Yanukóvich. Pero detrás de la épica de los escudos, de los padres ortodoxos alzando sus cruces contra los titushki (mercenarios contratados por Yanukóvich), los discursos de los políticos en la Plaza de la Independencia, estaba la meticulosa asesoría de John McCain y del gobierno Obama-Biden, y el financiamiento de la NED.

Ahora bien, así como existe una historia, una «tradición» —con t minúscula— de los Forever-War Democrats y los neoconservadores de inmiscuirse en asuntos extranjeros e intentar cambiar el curso de los países para debilitarlos o dominarlos, también existe una tradición en la política hegemónica de Rusia que data inclusive hasta el paneslavismo decimonónico que el Imperio Zarista asumió como una de sus políticas internacionales más importantes.

Lo que hoy puede estar evaluando Putin es un eventual choque de ambas tradiciones políticas: por un lado, la globalista que quiere poner todo el peso del poder internacional en la facción anti-rusa restaurando la política de cambio de regímenes, y la eurasiática que ha ejecutado Putin desde su llegada al poder, donde abraza la región de Eurasia y consolida un poder militar y político reacio, escéptico e independiente de los acontecimientos y desenlaces de Occidente.

Por eso, con estos proyectos de ley Putin se plantea neutralizar la entrada de recursos (o sea, corta la entrada directa de influencia dura de poder) de otros gobiernos a estas organizaciones con el fin de que no puedan tener campo de maniobra a la hora de provocar una revolución, pues como dijo Raimondo Montecuccoli: «para la guerra se necesitan tres cosas: 1. Dinero, 2. Dinero, 3. Dinero».

No es Xi, sino Putin «el enemigo» para los Demócratas

Ahora bien, la narrativa del globalismo es la distorsión de la visión de Nuestra Señora de Fátima: «Rusia se convertirá y tendrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia». Para los Demócratas la China pandémica, la de campos de concentración cristianos y de «depredacionismo» corporativo, es inofensiva y hasta benigna; Rusia es la verdadera encarnación de los peores males que precisa ser detenida.

Una potencial administración Biden ya demuestra complacencia con China. De acuerdo a un anuncio del que sería el equipo de transición demócrata, Joe Biden ha nombrado a Steve Ricchetti como uno de sus consejeros. Ricchetti fue uno de los artífices esenciales en la creación y promulgación del Estatuto de Relaciones Comerciales Normales entre China y los Estados Unidos.

«Este acuerdo es un buen negocio para Estados Unidos» —Bill Clinton, 2000

Los investigadores de Yale Justin R. Pierce y Peter K. Schott revelaron en 2012 que «el empleo en el sector manufacturero de los Estados Unidos fluctuó alrededor de 18 millones de trabajadores entre 1965 y 2000, antes de caer en un 18 % entre marzo de 2001 y marzo de 2007».

Los nexos sucios entre la familia Biden y China, la oposición de la candidatura demócrata a una posición fuerte contra Beijing, la mentira del Russiagate que encabezó el Partido de Biden y Harris, el diseño y asesoramiento demócrata en las revoluciones coloridas en la primera mitad de esta década, y este último nombramiento de Ricchetti, dejan claro que China no es el enemigo para ellos, sino Rusia —y Putin en especial.

Si algo destaca en Putin, es su capacidad de proyección estratégica en el tiempo, y este paquete de leyes que su partido presentó es prueba actual de ello. Sabe que las leyes deben entrar en vigor, idealmente, antes de que la diatriba judicial sobre las elecciones en Estados Unidos, emita un resultado final. El objetivo es evitar a toda costa una revolución colorida, que no importa si será de corte comunista, liberal o progresista, pues el objetivo final de esta sería sacarlo del poder después de más de dos décadas, provocando una erosión del polo de poder eurasiático.

Rafael Valera, Venezuelan, student of Political Science, political exile in São Paulo, Brazil since 2017 // Rafael Valera, venezolano, es estudiante de Ciencias Políticas y exiliado político en São Paulo, Brasil desde 2017

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