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¿Qué significa exactamente “desinformación” para la mentalidad woke?

Medios, desinformación, El American

Molly Ball explicó en Time que en las elecciones de 2020 “había una conspiración desarrollándose entre bastidores (…) cábala bien financiada de gente poderosa” que “tocó todos los aspectos de las elecciones” y su artículo fue una orgullosa revelación y ardiente defensa de aquella conspiración.

Pero si a través de ella —y otros— los políticos, empresarios, sindicalistas, periodistas y burócratas coludidos en esa gran conspiración contra la democracia de los Estados Unidos en 2020 no hubieran “confesado”, la misma prensa que no solo conoció y ocultó su conspiración, sino que participó activamente en la misma, calificaría de teórico de la conspiración, y de ultraderechista racista y supremacista blanco —así fuera negro, asiático o hispano— a cualquiera que dedujese lógicamente que algo como aquello era la única explicación racional de lo que había pasado, antes, durante y después de las elecciones presidenciales de 2020.

Pero, en realidad, no fue una confesión, tanto porque lo que revelaron no es delito, como porque es imposible creerles que nos dijeron todo sobre su conspiración para “salvar la democracia” mediante terrorismo callejero de baja y media intensidad con ciudades en llamas y miles de millones en pérdidas —destruyendo especialmente pequeños negocios de minorías— junto a gruesas dosis de desinformación, censura, abuso de poder, modificación de reglas a mitad del juego y manipulación política de la pandemia para una masiva votación adelantada y por correo que terminó en circunscripciones claves con más votos que votantes registrados. 

Falta demasiado en esa historia y lo que falta no van a revelarlo voluntariamente. No queda sino especular a partir de los mejores datos disponibles como habrían sido necesariamente las partes de la historia que no revelaron. 

Recordemos que poco después de la dudosa pero finalmente legal elección de Biden se filtró un video de un multimillonario chino, militante leal del Partido Comunista, hablando ante un grupo de sus pares con exultante felicidad por la derrota de Trump y presumiendo que China pudo lograr eso, pese a las dificultades temporales que les ocasionó Trump, y podrá lograrlo todo en Estados Unidos y cualquier otra parte de Occidente, porque los políticos occidentales están a la venta y lo que no se logra con “una bolsa de dinero se consigue con dos bolsas de dinero”.

Además, recordamos las presuntas corruptelas de Hunter Biden con China, y otras potencias hostiles, y bien podríamos suponer que a la historia narrada por Ball tal vez le falte todo un capítulo del que aparentemente hablaba ese multimillonario chino en aquel famoso video. 

Pero esa especulación lógica plausible, puede ser tan fácilmente calificada de “fake news” y censurada en medios y redes sociales porque el concepto de “desinformación” en que coincidieron, en mayor o menor grado, todos aquellos conspiradores que sabemos que participaron —y otros que es razonable especular que tal vez también participaron sin que lo sepamos a ciencia cierta todavía— no es otro que una grosera doble moral que viven como “virtud”. 

Censurar una información relevante investigada y publicada por un periódico tan antiguo y realmente independiente, como hicieron con los escándalos de Hunter Biden, para ellos es “combatir la desinformación” mientras que inventarse inexistentes escándalos del otro lado es “informar”. Y lo curioso es que creen que eso está bien. No pueden ver su propia hipocresía porque su manera de percibir está tan profundamente distorsionada por la ideología neomarxista que simplemente no pueden ver la realidad.

Para entender cómo actúan hay que entender primero cómo piensan, y eso nos lo explica  muy bien un teórico neomarxista tan importante de Herbert Marcuse, quien nos dejó claro que para ellos “Libertad es liberación, un específico proceso histórico en la teoría y en la práctica y como tal tiene su acierto y su error, su verdad y su falsedad” y cuando tal “libertad” es “de expresión” resulta que “ciertas cosas no pueden decirse, ciertas ideas no pueden expresarse, ciertas orientaciones políticas no pueden sugerirse, cierta conducta no puede permitirse”.

Entonces, lo fundamental es “a quién corresponde decidir en la distinción entre enseñanzas y prácticas liberadoras y represivas, humanas e inhumanas; ya he advertido que esta distinción no es cuestión de preferencia de valores sino de criterios racionales (…) la sistemática supresión de tolerancia hacia opiniones y movimientos regresivos y represivos sólo puede contemplarse como resultado de una presión en gran escala que podría llegar a una gran subversión”.

Sume usted lo que revelaron de la conspiración y lo que al parecer se dejaron en el tintero sin revelar con que la clave de aquello fue la censura y desinformación en Internet a través del filtro de la “policía del pensamiento” de las grandes tecnológicas woke, y deténgase a ver que lo que ellos realmente consideran “desinformación” y que lo que califican de “información” en ese infernal periodismo propagandista divorciado de la verdad y los hechos que hoy prevalece en la “gran prensa”, y verá cómo actúan. 

Pero para saber cómo piensan, para explicar qué los mueve realmente a actuar así, no tiene sino que consultar a los teóricos con los que ellos se “formaron” y verá cómo para Marcuse, “libertad” es que todos sean “libres” de expresar única y exclusivamente lo que Marcuse y sus seguidores decidan “objetivamente” que puede y debe ser expresado. Y que sean perseguidos sin misericordia todos los que expresen lo que “objetivamente” Marcuse y asociados desean censurar. En efecto, la clave de lo que los woke consideran “desinformación” está en que para Marcuse la “tolerancia liberadora” significa intolerancia hacia los movimientos de la derecha, y tolerancia para los de la izquierda. 

En cuanto al objetivo de esta tolerancia e intolerancia combinadas: “(…) se extendería a la fase de acción lo mismo que de discusión y propaganda, de acción como de palabra”. El tradicional criterio de peligro claro y actual ya no parece adecuado. Y por creer eso, los woke creen también que es una “virtud” la profunda hipocresía de su propia doble moral.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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