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La realidad de los ciclos económicos y la inflación

Inflación, El American

El economista Jesús Huerta de Soto suele explicar la teoría del ciclo económico basándose directamente en los efectos de la expansión crediticia —inflacionaria siempre— sobre la estructura productiva a través de seis procesos microeconómicos que tienden a revertir los errores cometidos en cada burbuja crediticia. A saber:

  1. Alza del precio de los factores originarios de producción, entre ellos las materias primas, debido a que el impacto monetario hace que los empresarios las demanden al tiempo que no se liberan como producto del ahorro, o no hay suficiente liberación pues la expansión crediticia crece a un ritmo muy superior al del ahorro, y crecen los precios.
  2.  Subida en los precios de los bienes de consumo, porque cuando el dinero llega a los empresarios, estos pagan a sus proveedores y así sucesivamente. Termina llegando al bolsillo de los consumidores y si su la tasa de preferencia temporal no ha cambiado, siguen consumiendo y ahorrando en la misma proporción, con lo que el precio de los bienes de consumo sube. Además, mientras no se culminen los alargamientos de la estructura productiva a que darían lugar las inversiones en bienes de orden superior (y muchos no culminará jamás) se producen una serie de ralentizaciones por cuellos de botella que retrasan la llegada de los bienes de consumo y esto incide adicionalmente sobre los precios.
  3. Lo anterior hace que los beneficios empresariales de las empresas más próximas al consumo empiecen a crecer más rápidamente que los de las inversiones emprendidas con la expansión crediticia, lo cual de sí, es una señal que empieza a hacer titubear a los empresarios y sigue un cuarto efecto microeconómico, que es el efecto “Ricardo” pero en la dirección contraria. 
  4. La subida del precio nominal de los bienes de consumo supone una bajada en términos relativos del nivel de los salarios reales, con lo que a los empresarios les deja de interesar invertir en el margen en la misma proporción en capital y comienzan a contratar en términos relativos más mano de obra, en algunos casos más turnos y en otros más personal por turno, y esto tiene un efecto letal sobre la demanda de los bienes de capital que en última instancia van a producir las etapas financiadas por la expansión crediticia.
  5. La subida de los tipos de interés, pues la expansión crediticia se inyecta en el sistema por medio del sistema bancario y todo esto orquestado por los bancos centrales reduciendo el tipo de interés que se pide y con él, el resto de condiciones periféricas para conceder préstamos. Pero cuando ya se inyectado la expansión crediticia y comienzan a subir los precios, Huerta de Soto destaca que el tipo de interés tiene una componente de riesgo y otra por inflación esperada que hacen que los tipos de interés empiecen a subir, ya que ante la pérdida de poder adquisitivo de la unidad monetaria los prestamistas deberán añadir un componente de inflación a fin de cobrar la misma tasa de interés real, y recuerda como Hayek en 1937 demostró que la inversión en bienes de capital genera una demanda adicional autónoma de ulteriores bienes de capital que tienen un carácter complementario, y que los empresarios asumirán tasas de interés más altas para terminar los alargamientos antes de tener que asumir directamente el fracaso de proyectos en los que comprometieron prestigio y grandes volúmenes de recursos.
  6. La conjunción de los cinco anteriores efectos implica que aparezcan pérdidas contables en las etapas relativamente más alejadas del consumo. El contraste con los beneficios que se obtienen en las etapas más próximas al consumo, revelan la magnitud de los errores empresariales forzando la paralización y liquidación de las malas inversiones, y desplazando recursos de las etapas más alejadas del consumo hacia las más próximas al mismo. Es decir que cuando la subida de precios asusta a las autoridades monetarias y el Banco Central del caso comienza a subir los tipos de interés, esa alza de los tipos de interés hace que el valor actual de los bienes de capital caiga significativamente y con él, el de los títulos que los representan en los diferentes mercados, bursátiles financieros, etc. presentándose inevitablemente esas pérdidas contables ya mencionadas.

La teoría austríaca del ciclo puede ser entendida, hasta cierto punto, como un problema de velocidades relativas entre la producción automática de dinero fiduciario y el tiempo requerido para completar la expansión proporcional de la estructura del capital, que el circulante se pudiera expandir en la emisión bajo un patrón metálico requeriría que se emitieran sustitutos monetarios en mayor cantidad que el metal que los respaldara, lo que generalmente implicaría tomar deuda como activo en lugar del metal y/o cambiar la relación de cantidad de metal por signo monetario, expandirlo por medio del crédito requiere que se pueda prestar el dinero en depósitos a la vista conservando únicamente una fracción del mismo, que cualquiera de las tres cosas, o una combinación de ellas se haga sin un “drenaje metálico” depende de la confianza y en tal sentido todo el circulante que no esté directa y estrictamente respaldado por metal es fiduciario y hace potencialmente insostenible al patrón (desde 1790, al vacilar la confianza se recurrió frecuentemente a suspender la convertibilidad de los sustitutos monetarios por prolongados períodos, y eventualmente se recurriría a formalizar una devaluación al restablecer la convertibilidad).  

Desde los años ‘70 del siglo pasado nuestro sistema monetario internacional es completamente fiduciario y ya nada impide —o siquiera dificulta— a los Gobiernos financiar su déficit mediante una emisión monetaria que obviamente ocasiona inflación, y eso lo vemos todos, pero lo que muy pocos logran ver es que la consecuencia más grave de esas inflaciones, incluso de inflaciones que “medidas” en índices de precios lucen muy leves, es una inevitablemente costosa descoordinación de la estructura dinámica del capital en términos que únicamente explica la teoría austríaca del capital y el ciclo económico.

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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