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Sir Roger Scruton: recordando al maestro a 1 año de su muerte

Scruton, El American

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Hace un año dejó este mundo una de las mentes más brillantes de nuestra época, Sir Roger Scruton. Prolífico escritor, didáctico esteta, activista anti-soviético, inglés típico, no el héroe demacrado en silla de ruedas, no el sin cabello; ese no. Recordemos al profesor como lo que fue: uno de los mayores guardianes de la belleza y la libertad.

Recordemos al profesor Scruton como lo vio la disidente checa Bronislava Müllerová cuando cruzaba entre los puestos fronterizos de la entonces Checoslovaquia y Austria: valiente ante la barbarie.

El profesor era más que un filósofo, recordémoslo. En su multiplicidad de destrezas intelectuales, mi favorita era la estética. Scruton creía que la belleza era tan importante como la verdad y la bondad. Estas virtudes cardinales scrutonianas son las que constituyen la pregunta de su documental Why Beauty Matters, (¿por qué la belleza importa?). La pregunta, de forma socrática se plantea la cuestión de la belleza, su importancia y su valor.

Why Beauty Matters, Scruton nos muestra el jardín de «Scrutopia»

En un hermoso viaje de Platón a Kant, repleto de imágenes y la característica voz calmante de Sir Scruton, se nos plantean varias reflexiones: el modernismo es fundamentalmente la negación del amor, siendo la más impresionante para mí. Ante la negación del amor, la respuesta ha sido el resentimiento transformado —casi siempre— en egoísmo. Sin amor, no existe salvación a los dolores, a los horrores del mundo y a las heridas que la vida irremediablemente nos provocará. «La belleza es salvación» pensé yo gracias al profesor, y mi vida entera cambió.

scruton, conservadurismo
«La belleza está desvaneciéndose de nuestro mundo porque vivimos como si ella no importara» (Flickr)

Sir Roger nos enseñó cómo la belleza es al alma lo que el regazo de una madre es a un niño. En ambas consolamos nuestras tragedias. No es el amor en sí lo que calma; es la calidez que nos revela silenciosamente que el dolor que sentimos pasará. La belleza en el arte actúa de la misma forma: había perfecto lugar para mostrar las tragedias, el horror, la miseria; pero la belleza con la que se pintaban brindaba una consolación como la filosofía la brindaba en la Antigüedad, ayudando a los hombres a vivir y morir bien.

El arte moderno, a su manera de ver, en sus berrinches y nostalgias nihilistas mostraba la realidad como era con su irremediable e inamovible destino. La «in-salvación» del modernismo estético era el mortalis dei que sus feligreses deseaban adorar: «¡no hay Salvación… y eso es magnífico!», gritaban entre lágrimas. En esta neurosis estética, teológica y existencial el arte moderno se dedicó a perturbar para enfrentar con lo que consideraba «tabú» que oprimía al individuo.

Empequeñecernos ante las hazañas que superaron los tiempos significa más que meras cualidades duraderas; hacerlo significa rendir tributo a los gigantes que nos llevan en sus hombros para admirar el paisaje. Scruton, por lo tanto, hace de la tradición en la arquitectura, en el arte, en la educación, en la política, un factor ordenador.

La belleza y la Nación

Scruton toma de Platón el orden divino de donde proviene la belleza y de Kant cuando nos enseña que al dejar nuestros intereses particulares de lado y no tenemos la intención de usar las cosas para satisfacernos, entonces podemos experimentar la belleza realmente. Esta reflexión la podemos extrapolar a lo que la Nación es.

La Nación se funda en dejar de un lado la satisfacción como el mero y único norte que nos debe interesar en nuestras vidas. La Nación es la identidad histórica y la lealtad al cuerpo político, dice lo duca nostro. Ese cuerpo político nos da la oportunidad de llevar vidas decentes, garantizadas por leyes sobre las cuales derramamos virtudes que ayudan a profundizar la confianza de las partes que realizan y actualizan infinidad de contratos.

La necesidad de la Nación reside en la misma necesidad de la belleza: en ambas encontramos una protección superior a la que podemos lograr nosotros mismos. Es en el vecino, en la comunidad, donde existe un acuerdo de protección mutua igual al de la familia; la Nación se nutre de esta familiaridad y la expande a través de la historia, de las leyes y de un lenguaje común.

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Empequeñecernos ante las hazañas que superaron los tiempos significa más que meras cualidades duraderas; hacerlo significa rendir tributo a los gigantes que nos llevan en sus hombros para admirar el paisaje. (Foto)

La belleza de compartir grandes momentos después de los terribles con esas mismas personas, acaso conciudadanos, acaso connacionales, porque existió un cuerpo político y una lealtad que pudo llevar esa gran Arca a flote después del diluvio, es lo que define en esencia una Nación. Gran lección es esa de Sir Scruton.

De los grandes momentos salen las épicas; de los malos las tragedias. Pero estos mitos son los que le dan sentido al curso brutal de la historia y provocan un enorgullecimiento y un cariño hacia la lealtad que une a los ciudadanos. «¿Nuestro cuerpo fue capaz de ello?», preguntan ellos. Sí, responde la Nación —que no es más que ellos mismos.

Scruton viajó por Polonia, por Hungría, por Checoslovaquia (hoy República Checa), como un verdadero articulador a favor de la libertad en la Europa que sufría el yugo de hierro soviético recordando los viejos tiempos de las ciudades subterráneas de los cristianos. Los lugares sombríos, el férreo orden depredador de la libertad, la uniformidad que facilitaba a Moscú su vigilancia leviatánica, todo esto era una obra de la fealdad, terriblemente moderna, que entumecía las sensaciones y truncaba el alma.

Sin embargo, el profesor, parado en medio de la barbarie como el día en que los soviéticos lo detuvieron, nos enseñó a siempre ser valientes y nunca renunciar a la belleza, motivo de las más grandes cosas y cimiento de los mejores hogares.

Dios tenga de cerca al profesor Roger Scruton.

Rafael Valera, Venezuelan, student of Political Science, political exile in São Paulo, Brazil since 2017 // Rafael Valera, venezolano, es estudiante de Ciencias Políticas y exiliado político en São Paulo, Brasil desde 2017

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