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Recuerdo de un gran hombre: Friedrich A. Von Hayek

Remembering a Great Man: Friedrich A. Von Hayek

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A pesar de los notables avances mundiales a favor de la libertad en los últimos años —desde el colapso del imperio soviético hasta el crecimiento de la “privatización”— no hay señales todavía de escasez de idólatras del Estado con planes absurdos. La mejor explicación de por qué y cómo esa gente llega a los puestos de poder la podemos encontrar en “Por qué los peores se colocan a la cabeza”, que es el capítulo diez de la obra maestra de F. A. Hayek, Camino de servidumbre.

Este mes se cumple el 123° aniversario del nacimiento de Hayek, ocurrido en mayo de 1899. Defensor de la Escuela Austriaca de Economía y autor galardonado con el premio Nobel por numerosas obras sobre economía y teoría política, Hayek fue uno de los mayores pensadores del siglo XX. Su crítica mordaz al colectivismo en todas sus variantes debería ser lectura obligatoria.

Cuando Hayek escribió Camino de servidumbre en 1944, el mundo estaba cautivado por la noción de la planificación central socialista. Mientras casi todos en Europa y Estados Unidos condenaban la brutalidad de los ismos de izquierda como el fascismo y el comunismo, la opinión pública estaba siendo formada y moldeada por una intelligentsia que sostenía que estos “excesos” del socialismo eran excepciones evitables. Si nos aseguramos de que las personas correctas están al mando, decían los intelectuales socialistas, el puño de hierro se debilitará.

Aquellos que, en palabras de Hayek, “piensan que no es el sistema al que debemos temer, sino el peligro de que sea dirigido por hombres malos”, son utópicos, ingenuos, que se verán siempre decepcionados por el resultado socialista. De hecho, esta es la historia del socialismo: la búsqueda incesante de un lugar en el que el sueño pueda funcionar realmente, estableciéndose en un punto hasta que el desastre sea vergonzosamente evidente para todos, culpando entonces a las personas en lugar de al sistema y huyendo hacia la siguiente decepción inevitable.

Tal vez algún día, la definición de “socialista” en el diccionario pueda decir: “Alguien que no aprende nada de la naturaleza humana, la economía o la experiencia, y repite los mismos errores reiteradamente sin preocuparse por los derechos y las vidas de las personas a las que aplasta con sus buenas intenciones”.

Incluso los peores rasgos de la realidad socialista, demostró Hayek, “no son subproductos accidentales” sino fenómenos que forman parte del propio socialismo. Argumentó con gran perspicacia que “los inescrupulosos y desinhibidos tienen más probabilidades de tener éxito” en cualquier sociedad en la que el gobierno es visto como la solución a la mayoría de los problemas. Son precisamente el tipo de personas que dan más importancia al poder que a la persuasión, a la fuerza que a la cooperación.

El gobierno, que posee el monopolio legal y político del uso de la fuerza, los atrae con la misma seguridad que el estiércol atrae a las moscas. En última instancia, es el aparato de gobierno el que les permite hacer sus estragos en el resto de nosotros.

Apenas pasa un día sin que, medio siglo después de que Hayek escribiera, los periódicos ofrezcan nuevos ejemplos de cómo los peores llegan a la cima. Putin en Rusia y Maduro en Venezuela están entre los más atroces, pero Biden en Estados Unidos tampoco es un modelo que inspire confianza.

En su capítulo “Por qué los peores se colocan a la cabeza”, Hayek dice acerca del planificador central o “dictador en potencia”, que “podrá obtener el apoyo de todos los dóciles y crédulos, que no tienen convicciones fuertes propias, pero que están preparados para aceptar un sistema de valores ya hecho, si se les inculca con suficiente fuerza y frecuencia.”

¿Cree que Hayek fue demasiado duro? Lea “The XYZ’s of Socialism” y piénselo de nuevo.

El demagogo estatista, escribe Hayek, apela al “odio al enemigo” y a la “envidia de los que están mejor” para ganar la “lealtad sin reservas de grandes masas”. Para Putin, son los ucranianos. Para Maduro, son los capitalistas. Para Biden, son “los ricos” o “la gente MAGA” o “los no vacunados”. Los adoradores del Estado suelen emplear la intolerancia para acumular y conservar el poder.

Hayek observa “una tendencia creciente entre los hombres modernos a imaginarse éticos porque han delegado sus vicios en grupos cada vez más grandes. Actuar en nombre de un grupo parece liberar a las personas de muchas de las restricciones morales que controlan su comportamiento como individuos dentro del grupo”.

Si se le da al gobierno mucho poder, la gente tonta que tiene poco respeto por la vida y los puntos de vista de los demás hará cola para conseguir puestos en el gobierno. Aquellos que respetan a los demás, que dejan en paz a los demás y que quieren que los dejen en paz a ellos mismos, solicitan otros trabajos, es decir, trabajos productivos en el sector privado. Cuanto más crece el gobierno, más llegan los peores a su cima, tal como nos advirtió Hayek en 1944.

Para apreciar mejor la sabiduría de F. A. Hayek, vea estos artículos:

Marxist Group Attempts to Cancel Hayek at London School of Economics.

Myth: The Economy Needs Central Planning.

F. A. Hayek on the Supreme Rule that Separates Collectivism from Individualism.

Lawrence writes a weekly op-ed for El American. He is President Emeritus of the Foundation for Economic Education (FEE) in Atlanta, Georgia; and is the author of “Real heroes: inspiring true stories of courage, character, and conviction“ and the best-seller “Was Jesus a Socialist?“ //
Lawrence escribe un artículo de opinión semanal para El American. Es presidente emérito de la Foundation for Economic Education (FEE) en Atlanta, Georgia; y es el autor de “Héroes reales: inspirando historias reales de coraje, carácter y convicción” y el best-seller “¿Fue Jesús un socialista?”

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