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Tres regalos de Navidad del Tío Sam a China

Uncle Sam’s Three Christmas Gifts to China, EFE

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Por Diana Furchtgott-Roth*

La Navidad está aquí y Pekín debería estar agradecida por estos tres regalos de Estados Unidos: políticas que fortalecen la economía china a costa de la nuestra, dejando a los americanos con costes más altos y una economía más débil. China no podría pedir un Papá Noel más generoso.

Regalo #1: Vehículos eléctricos de batería. La Junta de Recursos Atmosféricos de California ha emitido una norma para que todos los vehículos nuevos que se vendan en el Estado Dorado sean híbridos enchufables o alimentados exclusivamente por baterías antes de 2035. En Washington, el presidente Biden emitió una orden ejecutiva en la que pedía que la mitad de las ventas de vehículos nuevos del país fueran eléctricos para 2030 y dio instrucciones al director de la EPA para que “coordinara las actividades de la agencia” con el estado de California.

La norma y la orden ejecutiva cambian la seguridad energética de Estados Unidos —su dependencia del petróleo y el gas natural de producción nacional— por la dependencia de baterías fabricadas en China, al parecer en parte con mano de obra esclava de Xinjiang. Estados Unidos no puede producir estas baterías a menor coste que las fabricadas en China.

Además, los vehículos eléctricos son más caros que los vehículos equivalentes de gasolina, por lo que las decisiones de la Casa Blanca aumentarán el coste del transporte para los americanos, debilitando aún más la economía del país. Más dinero gastado en coches significa menos dinero gastado en otros productos y servicios.

Regalo #2: Centrarse en el cambio climático. Durante el último año, las agencias del Poder Ejecutivo han utilizado el cambio climático para justificar la ralentización de la producción y el suministro de petróleo, gas natural y carbón americanos, y para fomentar el uso de turbinas eólicas y paneles solares fabricados en China. Esto encarece las facturas de electricidad. Y, una vez más, son los chinos quienes se benefician. Siete de los 10 principales fabricantes de energía eólica y solar son chinos. Recapitulemos:

La administración está desalentando activamente la inversión en petróleo, gas y carbón, alegando que tales inversiones suponen un riesgo para el medio ambiente. Las empresas que producen y dependen de combustibles convencionales tienen más dificultades para obtener capital para expandirse, porque se enfrentan a tipos de interés más altos para pedir préstamos.

El Departamento de Transporte está dando prioridad a iniciativas climáticas como la financiación de vehículos eléctricos, estaciones de carga y tránsito eléctrico, así como carriles bici y peatonales.

La Comisión Federal Reguladora de la Energía está ralentizando la aprobación de nuevos oleoductos y gasoductos para transportar petróleo y gas desde el interior del país hasta los consumidores y hasta las costas, donde puede exportarse.

El Departamento de Interior ha pedido que se reduzcan los arrendamientos, se aumenten los cánones por los arrendamientos de petróleo y gas y se establezca un proceso de licitación más complejo para seleccionar a los compradores.

El presidente de la Comisión del Mercado de Valores, Gary Gensler, ha propuesto normas para exigir a las empresas privadas que divulguen información sobre la gobernanza y la gestión de los riesgos relacionados con el clima.

La Oficina del Interventor de la Moneda, que regula los bancos, ha nombrado a un nuevo Jefe de Riesgos Climáticos para supervisar los riesgos climáticos de los bancos. Se disuadirá a los bancos de conceder préstamos “arriesgados” a empresas petroleras y gasísticas, reduciendo así el capital disponible para explotar recursos.

Regalo #3: Movimiento de criterios Ambientales, Sociales y de buen Gobierno (ASG). Las principales instituciones financieras, encabezadas por BlackRock, Inc. y State Street Global Advisors, presionan a las organizaciones internacionales de desarrollo, las empresas privadas y los fondos de pensiones para que no inviertan en combustibles convencionales. Esto debilita a Estados Unidos, que produce estos combustibles, y ayuda a China, que fabrica turbinas eólicas y paneles solares utilizando centrales eléctricas de carbón. ASG significa menos empleos para los americanos, más empleos para los chinos.

En su página web, State Street sugiere cuatro formas de ejercer influencia sobre las inversiones de las empresas, todas las cuales beneficiarían a China. En primer lugar, exigir a los países que adopten normativas para reducir las emisiones de carbono. Segundo, concienciar sobre el cambio climático mediante “más educación, orientación, soluciones y análisis ASG”. Tercero, tomar el control de los consejos de administración de las empresas y utilizar a clientes e inversores “para obligar a las empresas y organizaciones a abordar los riesgos y oportunidades climáticos”. Por último, organizar compromisos mundiales para reducir las emisiones a cero en 2050.

Al seguir el movimiento ASG, Estados Unidos está renunciando a su poder geopolítico en el exterior, así como a su fortaleza económica en el interior. China financia las centrales eléctricas de carbón de los países en desarrollo que las instituciones americanas se niegan a financiar.

Algunos podrían justificar estos regalos a China alegando que el clima mundial se beneficiará de las menores emisiones derivadas de la descarbonización americana. Pero China está produciendo las turbinas eólicas, los paneles solares y las baterías con carbón, lo cual aumenta las emisiones mundiales.

Pensemos que Estados Unidos tiene 225 centrales eléctricas de carbón y China 1.118 (la mitad de todas las centrales de carbón del mundo). Desde 2010, Estados Unidos ha reducido la generación de electricidad a partir del carbón en 100.000 megavatios; China la ha aumentado en 580.000 megavatios. Entre 2005 y 2020, Estados Unidos redujo sus emisiones de dióxido de carbono en 970 millones de toneladas métricas, mientras que China las aumentó en 4.689 millones de toneladas métricas.

Mientras Estados Unidos da ventajas económicas a China estas Navidades, los consumidores americanos se quedan con el proverbial trozo de carbón en el calcetín, un carbón que ni siquiera se les permite utilizar. Se enfrentan a mayores costes de transporte, mayores costes de electricidad y pérdida de puestos de trabajo.

No es necesario hacer regalos tan generosos, especialmente cuando el beneficiario es un país que esclaviza a su pueblo, roba propiedad intelectual a Estados Unidos y amenaza a nuestros aliados y socios.

Pero lo que un partido político da, otro lo puede quitar. Y cuando el nuevo Congreso se reúna, sus nuevos dirigentes quizá quieran reconsiderar si la extraordinaria generosidad de la administración hacia Pekín debe continuar.  


*Diana es directora del Centro de Energía, Clima y Medio Ambiente y de la Beca Herbert y Joyce Morgan.

Este artículo forma parte de un acuerdo entre El American y The Heritage Foundation.

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