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La histórica revolución del velo: miles de mujeres se alzan contra el régimen de Irán

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A veces solo falta la voluntad de una persona para que el sistema se quiebre. Una sola persona, con la valentía de un escuadrón. Pero no ha sido una persona. Han sido miles de mujeres y el sistema que está quebrándose es uno de los más perversos del mundo.

Mahsa Amini era una chica de 22 años. Muy guapa. Y muy joven. Quería ser libre y quería mostrar su belleza, como hace cualquier chica de 22 años en cualquier ciudad occidental. Pero ella no lo tenía permitido.

Amini estaba de viaje en Teherán, la capital de Irán, junto a su familia. Es de Saqqez, una provincia kurda en Irán occidental. El 13 de septiembre iba junto a su hermano, Kiaresh, por la autopista Haqqani, cuando un funcionario de la denominada “policía de la moral” —porque sí, en Irán hay “policía de la moral”—, vio que tenía mal puesta el hiyab —ese insoportable velo islámico que las mujeres en Irán están forzadas a usar porque de lo contrario las atrapa la policía-de-la-moral.

La policía de la moral —escribirlo es de por sí pesado— la detuvo y la llevó a la “Agencia de Seguridad Moral” —otro absurdo— con la promesa de que Amini solo recibiría una “clase informativa” y en menos de una hora sería liberada. Esa fue la última vez que Kiaresh Amini vio a su hermana con vida.

De la Agencia de Seguridad Moral, Mahsa Amini salió al Hospital Kasra en una ambulancia. Luego de dos días en coma, Armini murió, el 16 de septiembre.

El hermano de Amini, luego de recibir su cadáver, atestiguó que la joven de 22 años estaba llena de moretones en su cabeza y en sus piernas. Las otras mujeres que estaban detenidas junto a Amini dijeron que los oficiales de la policía de la moral le cayeron a golpes por resistirse y responder a sus insultos y maldiciones.

A Amini le sangraron los oídos y sus ojos estaban morados de los golpes. El cráneo estaba lleno de fracturas y había sufrido hemorragias. El cerebro de la joven de 22 años no aguantó.

Pero su muerte no será en vano—o al menos eso dicen las miles de mujeres que han reaccionado en toda Irán. El asesinato de Mahsa Amini ha servido como combustible de una de las revoluciones más valientes y temerarias de la historia reciente.

Antes de que el maldito ayatolá Jomeini impusiera su revolución islámica a finales de los 70, Irán era un país próspero, occidentalizado, donde las mujeres podían y querían exhibir su cautivadora belleza persa.

Desde que Irán es una teocracia, regida primero por Jomeini y ahora por Jamenei, es un país oscuro y represivo. Un país peligroso que quiere hacer daño al mundo, que financia el terrorismo para bombardear Tel Aviv y que mata a sus mujeres por ser mujeres. Un país siniestro, donde nadie disiente y donde nadie sueña.

Y de repente, en esa nación de policías de la moral, hiyabs, minaretes y muecines, unas mujeres han salido a las calles a decir basta. Dicen basta de opresión, de odio a las mujeres y de fundamentalismo islámico. Dicen basta del hiyab, de las absurdas prohibiciones y de la intolerancia.

Desde Teherán brotan imágenes alentadoras. Las mujeres han perdido el miedo. Hogueras donde el velo ha sustituido la leña aparecen por toda la ciudad. Arden hiyabs en Irán. Cae el velo como retrato del tambaleo de un régimen que hasta hace poco gozaba del férreo control del país.

ESTAMBUL, 21/09/2022.- Una mujer sujeta su pelo a la vez que los manifestantes sujetan una bandera anterior a la Revolución Islámica de Irán durante una protesta tras la muerte de Mahsa Amini. (EFE)

“¡Detenme!”, le dice una joven a un policía en una estación de metro de Tehran. “Detenme, pues, si eres tan valiente”, le insiste. ¿Por qué la detendrían? Por enseñar su pelo. Un grupo de hombres, a su alrededor, la apoya. Son jóvenes como ella, de la Universidad de Teherán, y también están hartos de la opresión.

En el centro de Gorgán, la capital de la provincia Golestán, a 400 kilómetros de Teherán, una mujer baila junto a una hoguera. Lanza su hiyab, dando vueltas, y se retira. Le siguen otras mujeres, que también lanzaron su velo. El trapo arde y cientos de personas que las rodean aplauden. Todos gritan de emoción.

“Yo nunca había visto algo así en Irán. Andar sin el velo por las calles es impensable. Nadie se atrevería porque te detienen. Y ver a tantas mujeres sin el velo, quemándolo, es verdaderamente inspirador”, me dice una amiga de la India que vivió un par de años en Teherán.

Es una revolución de las mujeres y es una revolución de los jóvenes. Son los estudiantes los que hoy están en las calles y se enfrentan con furia a las fuerzas de seguridad del líder supremo, el ayatolá Jamenei.

La represión ha sido implacable. Según cifras oficiales, al día de hoy van 8 muertos y centenares de heridos. La policía sale con bastones, lacrimógenas y pistolas a detener la imparable marea de gente, que en la mayoría de los casos sobrepasa los esfuerzos de las autoridades del régimen.

En las últimas horas los iraníes han perdido el acceso a internet, según varias denuncias. La última vez que el régimen iraní apagó el internet fue en 2019, cuando protestas por frustración social dejaron un saldo de 1,500 asesinados.

En Irán, las únicas plataformas masivas de redes sociales son Instagram y WhastApp. A la primera, ya los iraníes no pueden ingresar y la segunda funciona a medias. Según le dijeron algunos usuarios a Reuters, solo pueden enviar mensajes de texto. Nada de fotos o videos.

Pero, como sea, las imágenes han trascendido y hoy Twitter está inundado de videos de mujeres quitándose el velo, cortándose el pelo o protestando en las calles. También se ha registrado la represión, que retrata el cruel rostro de un régimen que lleva más de 40 años en el poder.

Nada puede detener a las mujeres que ya perdieron el miedo. Y cuando una sociedad ha perdido el miedo, es indomable. Porque ya no hay nada que le puedan quitar a las mujeres en Irán, que por décadas no han podido disfrutar de las libertades que merecen y que hoy rabiosamente exigen. El mundo decente no puede hacer otra cosa sino gritar junto a los jóvenes que han decidido retar a la teocracia más peligrosa del mundo.

Orlando Avendaño is the co-editor-in-chief of El American. He is a Venezuelan journalist and has studies in the History of Venezuela. He is the author of the book Days of submission // Orlando Avendaño es el co-editor en Jefe de El American. Es periodista venezolano y cuenta con estudios en Historia de Venezuela. Es autor del libro Días de sumisión.

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