fbpx
Saltar al contenido

Rush Limbaugh, en gratitud y memoria

Imagen: EFE/EPA/SHAWN THEW

Read in English

[Read in English]

Rush Hudson Limbaugh III ha muerto a los 70 años, víctima de un cáncer de pulmón que le fue detectado en etapa IV en enero del 2020. La noticia quizá no sorprenda, considerando su diagnóstico, pero indudablemente conlleva un profundo impacto para los medios de comunicación, para el movimiento conservador y para el Partido Republicano. Su legado amerita gratitud, memoria y reflexión, en especial en estos tiempos  

Primero la gratitud y la memoria

Rush Limbaugh es un gigante cuyo trabajo tuvo una enorme influencia en América. Con su voz e impacto esencialmente rescató al formato de radio en Amplitud Modulada (AM), que parecía condenado a la irrelevancia tras el surgimiento de las estaciones en Frecuencia Modulada (FM), y además sentó las bases del aun pequeño, pero muy importante, ecosistema de medios conservadores en los Estados Unidos.

A partir de 1988, cuando su programa de radio alcanzó distribución nacional, millones de conservadores a lo largo de los Estados Unidos encontraron en él un análisis auténtico y una visión que articulaba, reflejaba y proyectaba la que ellos mismos tenían y que hasta entonces no habían encontrado en los medios de comunicación. Escuchar a Limbaugh era como tener una traducción de la política y de la actualidad en tu propio idioma, analizado bajo tus propios valores, en lugar de la jerigonza tecnocrática o de izquierda que aun entonces era casi monopólica.

El éxito casi inmediato, demoledor y permanente de Rush Limbaugh se tradujo en más de 27 millones de radioescuchas semanales, a través de hasta 600 estaciones a lo largo de todos los Estados Unidos, desde aquellas en grandes las grandes ciudades, como Nueva York, hasta las pequeñas radiodifusoras de pueblo.

Durante los siguientes años, muchas otras voces conservadoras llegaron a las estaciones de radio, hasta el punto de convertir el talk radio de la Amplitud Modulada en un territorio dominado por los conservadores. Glenn Beck, Bill O’Reilly, Tucker Carlson, Laura Ingraham, incluso Andrew Breitbart, todos los grandes comunicadores conservadores de las últimas dos generaciones le deben al menos en parte su éxito al ejemplo y al camino que abrió Rush Limbaugh.

Esos espacios de la derecha, primero en la radio y luego en televisión a través de Fox News, OANN, The Blaze, etc., han sido una pieza clave para la cohesión y el impulso de la maquinaria política conservadora, además de representar un contrapeso, por pequeño que sea, al dominio de la progresía sobre Hollywood y la prensa industrializada.

En Europa y Latinoamérica, la izquierda controla por completo el mundo de las ideas y de la comunicación; en Estados Unidos no sucede así, y ello es gracias al talento y el éxito de Rush Limbaugh y de quienes le siguieron. Por eso la izquierda lo odia y celebra su muerte con más alegría que la que dedicaron a la toma de protesta de Biden, porque sienten que sin él en la radio, la derecha se debilitará. Quizá tengan razón.

Después de Rush Limbaugh, la inevitable reflexión

Hace apenas un año, el 4 de febrero del 2020, el presidente Donald Trump le otorgó a Limbaugh la medalla de la libertad, un reconocimiento más que merecido y acompañado por la gratitud de millones de personas, empezando por el propio Trump.

En la campaña del 2016 el movimiento de Donald Trump se apalancó directamente en la fortaleza y el prestigio de Rush Limbaugh. Mientras el consenso conservador se abalanzaba contra de Trump con aquel infame número de la revista National Review, (que incluía no sólo a intelectuales de primer nivel, sino también a otros comunicadores de gran peso, como Michael Medved o el propio Glenn Beck), Limbaugh respaldó al Donald y el resultado lo conocemos todos: Trump acabó arrasando aquellas elecciones primarias y ganando después la presidencia de los Estados Unidos.

De ese tamaño era su influencia y de ese tamaño será su ausencia. Hoy por hoy, ningún comunicador conservador se acerca siquiera al peso político que hasta hace unas horas tenía Rush Limbaugh y que lo llevó a no sólo reflejar, sino transfigurar el rostro de la derecha americana. Deja un gigantesco espacio, cuya reconfiguración será clave para el de por sí complejo ajuste de equilibrios en el Partido Republicano, que seguiremos atentos.

Por lo pronto nos quedan las lecciones y las reflexiones sobre su legado:

  1. Incluso un medio tan secundario como la radio AM puede convertirse en un espacio protagónico si se sabe aprovechar.
  1. Los comunicadores de derecha pueden ser exitosos sin necesidad de vender su ideología al consenso progre.
  1. Más allá del discurso hegemónico de la progresía hay millones de personas que comparten los valores conservadores, que no están conformes con la comunicación de las grandes cadenas y que están en busca de voces que las representen y que las comprendan.
  1. La batalla cultural no está perdida; todavía tiene que pelearse en primer término desde los medios de comunicación, con autenticidad y con perseverancia; con la voz directa y las ideas claras, sin temor a la polémica y sin pedirle misericordia la maquinaria de la progresía.

Hoy descansa en paz, pero la derecha americana no puede darse ese lujo. La lucha por la cultura, por los medios y por la visión de América será más feroz que nunca, pero se debe pelear y sí se puede ganar. Como nos lo recuerda el éxito, el ejemplo y el legado de Rush Limbaugh.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

Deja una respuesta

Total
0
Share