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Rusia, China y el poder de la coerción nuclear

Russia, China

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De Patty-Jane Geller*

Cuando se trata de la amenaza de las armas nucleares, los Estados Unidos suelen centrarse en nuestro objetivo principal de evitar que los adversarios las utilicen. Lo hacemos con disuasión. Por desgracia, últimamente hemos tenido que preocuparnos por evitar otra táctica que nuestros adversarios emplean: la coerción nuclear.

La disuasión sirve para evitar que los adversarios lleven a cabo una determinada acción; en otras palabras, utiliza la amenaza de la fuerza para mantener el statu quo. En cambio, la coerción utiliza la amenaza o la demostración de fuerza para obligar al adversario a hacer algo diferente.

En los últimos meses, tanto Rusia como China han hecho sonar sus sables nucleares. Nunca sabremos con certeza si fueron estas amenazas las que impulsaron a la administración Biden a tomar ciertas medidas. Pero en varios casos, ciertamente parece que la coerción nuclear estaba en juego.

Comencemos con Rusia.

Desde el principio de la invasión rusa a Ucrania a principios de este año, Vladímir Putin y sus subordinados han proferido constantes amenazas nucleares contra Occidente. Por ejemplo, al anunciar la operación militar especial en Ucrania, Putin amenazó con “consecuencias nunca vistas” a los países que interfirieran. Eecientemente, la televisión rusa emitió una advertencia de que los misiles nucleares rusos podrían alcanzar a Estados Unidos o al Reino Unido.

El comandante del Mando Estratégico de Estados Unidos, el almirante Charles Richard, ha calificado este comportamiento de “coerción nuclear implícita y explícita”.

Y parece que está funcionando. Poco después de que Putin lanzara su primera ronda de amenazas nucleares, el Gobierno Biden pospuso una prueba rutinaria y programada del misil de largo alcance Minuteman III para evitar aumentar las tensiones con Rusia. La administración también ha restringido al Ejército ucraniano el uso de armamento como el sistema americano HIMARS para atacar en territorio ruso, incluso si hacerlo ayudara al esfuerzo bélico ucraniano. De nuevo, el motivo era evitar provocar a Rusia.

No podemos saber con certeza si la administración habría tomado esas decisiones si la amenaza nuclear rusa no fuera tan evidente. Pero la pregunta merece la pena, sobre todo teniendo en cuenta la desventaja de Estados Unidos en cuanto a armas nucleares presentes en el teatro de operaciones europeo. Mientras que Rusia tiene más de 2,000 armas nucleares tácticas, que tienen menos alcance y poder destructivo que los misiles balísticos intercontinentales, Estados Unidos solo tiene un par de cientos. Según el almirante Richard, “[los rusos] están tratando de explotar una brecha de disuasión percibida” aquí.

Luego está China. Durante la visita de la presidente de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taiwán, China disparó varios misiles con capacidad nuclear en aguas taiwanesas. En respuesta, la administración Biden volvió a retrasar una prueba del misil de largo alcance Minuteman III. Estas pruebas de misiles son fundamentales para garantizar la fiabilidad del elemento terrestre de la tríada nuclear americana, y renunciar a las pruebas podría suponer un riesgo para la disuasión nuclear de Estados Unidos.

Estados Unidos introdujo este riesgo como resultado directo de las acciones agresivas de China. Esto parece una victoria para el presidente Xi Jinping.

Afortunadamente, esa prueba fue rápidamente reprogramada y ejecutada. Pero los futuros esfuerzos chinos de coerción nuclear podrían tener mayores consecuencias. Si China invade Taiwán, por ejemplo, Xi podría tomar una página del libro de estrategias de Putin y amenazar con “consecuencias nunca vistas” si Estados Unidos sale en defensa de Taiwán.

Esta amenaza no carecería de credibilidad. Mientras que China despliega cientos de misiles con capacidad nuclear en el Indo-Pacífico, Estados Unidos no tiene ninguno en esa región. Sucumbir a la coerción nuclear china en este caso y no ayudar a defender a Taiwán tendría enormes ramificaciones para la seguridad, la estabilidad y la proliferación en la región.

Entonces, ¿cómo tratar los futuros intentos rusos o chinos de coerción nuclear?

En primer lugar, la administración debe aceptar que apaciguar a los dictadores solo les animará a continuar con su intimidación. De hecho, después de que Biden retrasara la primera prueba del Minuteman III, Putin redobló la apuesta probando su nuevo misil Sarmat, capaz de transportar armas nucleares hipersónicas al territorio americano. Y tras retrasar otra prueba del Minuteman III en medio de las tensiones con China, Xi amplió las maniobras militares cerca de Taiwán.

De cara al futuro, Estados Unidos debe rechazar la coerción nuclear demostrando la voluntad de defenderse si es necesario. Para ello, es esencial que se realicen pruebas rutinarias de misiles para demostrar que los misiles nucleares americanos funcionan como es debido.

En segundo lugar, Estados Unidos debe desarrollar las capacidades que respalden esta firme postura contra la agresión. Debemos desplegar armas nucleares regionales o tácticas de forma que se cubra la brecha de disuasión percibida entre USA y Rusia y China.

Afortunadamente, la Cámara de Representantes y los dos comités de defensa del Senado han rechazado la decisión de la administración Biden de cancelar el misil de crucero lanzado desde el mar con armamento nuclear, un arma que empezaría a llenar estas lagunas.

Aunque Rusia y China no han empleado un arma nuclear, sí que han utilizado sus crecientes fuerzas en su beneficio. Para evitar ser objeto de esfuerzos de coerción nuclear en el futuro, Estados Unidos debe demostrar su propia fuerza.


*Patty-Jane es analista jefe de política de disuasión nuclear y defensa antimisiles en The Heritage Foundation.

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