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Solo los ciudadanos americanos deben votar en nuestras elecciones

Solo los ciudadanos americanos deben votar en nuestras elecciones

Por el Honorable Ken Blackwell, Hogan Gidley y Jorge Martínez

En 2014, Samuel Swift-Pérez solicitó asilo en los Estados Unidos por la situación en una Venezuela controlada por un gobierno socialista. Como tantos otros de países latinoamericanos que están asolados por el crimen, oprimidos por gobiernos autoritarios y agobiados por la incertidumbre económica, Samuel quería una vida mejor.

El encontró una en los Estados Unidos. Ocho años después, se presentó con orgullo ante un juez en Kansas City, Missouri, levantó la mano derecha y prestó el sagrado Juramento de Ciudadanía. Su esposa estaba con él, con lágrimas en los ojos, mientras Samuel celebraba la culminación de años de arduo trabajo hacia este increíble momento.

Samuel dijo: “(Esta ceremonia) significa el comienzo de una nueva vida. En realidad, es una especie de alivio sentirse finalmente ciudadano porque (para los inmigrantes) en realidad eres un residente temporal y luego un residente permanente, pero todavía te sientes un poco limitado. Pero ahora me siento muy, muy bien y estoy muy feliz.”

Él no está solo. Cada año, más de un millón de inmigrantes de todas partes del mundo experimentan la recompensa de su dedicación en ceremonias como la de Samuel. Para muchos, es emocional y alegre. Mucha gente trabaja muy duro, durante mucho tiempo y cumplen fielmente con la ley porque la perspectiva de la ciudadanía americana es preciosa e invaluable. La ciudadanía americana tiene un significado importante y vale la pena buscarla, que es precisamente la razón por la que millones de personas la obtienen cada año.

Ser ciudadano americano es tener derecho a una voz para determinar quiénes nos representan en el Gobierno y quién defenderá nuestras ideas, valores y libertad. La Constitución de los Estados Unidos limita al Gobierno a tareas muy específicas y, a diferencia de otros países, ha resistido la prueba del tiempo. La duración promedio de una constitución en países a través del mundo es de 17 años. En 246 años, Estados Unidos solo ha tenido una. Este documento vital ha permitido y continúa permitiendo que nuestros ciudadanos vivan libres de tiranía. La Constitución también garantiza el derecho a la vida, libertad, propiedad, discurso, protesta, religión, defensa personal y más, derechos que el Gobierno no puede quitarle a nadie arbitrariamente.

Ser ciudadano americano es ser parte de la nación más grande del mundo. Estados Unidos tiene una rica historia e innumerables ejemplos de inmigrantes, exploradores, pioneros, empresarios y otros que han pasado de la adversidad a la grandeza. Solo en Estados Unidos abundan estas oportunidades, independientemente del país de origen, raza, sexo o religión. Cualquiera puede lograr su versión del Sueño Americano y construir una vida próspera y libre, como tantos otros lo han hecho a través de los años. Samuel y un sinnúmero de personad entienden esto y literalmente han arriesgado su vida para ser parte de ello.

Una de las mayores responsabilidades que tienen los americanos es participar en nuestro gobierno representativo al ejercer nuestra capacidad de votar. Como ciudadano americano, votar es un deber cívico y un privilegio único. Para los ciudadanos naturalizados, esta es una recompensa después de un trabajo incansable, paciencia y dedicación en el proceso de convertirse en ciudadanos.

Lamentablemente, algunos en la izquierda menosprecian y le faltan el respeto al arduo trabajo de los ciudadanos naturalizados al ampliar el privilegio de votar en las elecciones americanas a aquellos que no son ciudadanos. Al hacerlo, están denigrando los años de lucha que atraviesan los ciudadanos naturalizados simplemente por alcanzar el poder político. Usan palabras como “equidad” y “derecho al voto” como excusa para encubrir sus crudos deseos políticos. Pero, en realidad, están dando una preferencia injusta a las personas que no se han esforzado ni sacrificado para obtener la ciudadanía americana.

Claramente, algunos en la izquierda no valoran mucho de la ciudadanía americana; de lo contrario, le darían el respeto que se merece. En estados como Maryland, Nueva York y California, personas que no son ciudadanos pueden votar en ciertas elecciones. Otros estados como Nuevo México incluso han introducido legislaciones que permiten votar a personas sin ciudadanía. Esto es una locura. No se les debe permitir a estas personas a votar en elecciones americanas, punto. Sólo los ciudadanos americanos deben tener ese derecho. ¿El gobierno de México permite que extranjeros puedan votar en sus elecciones? ¿Qué tal Francia o Alemania? Por supuesto que no, ni deberían hacerlo.

Samuel Swift-Perez huyó de un país cuyos líderes no respetaban lo suficiente a sus ciudadanos como para darles una voz. Vino a un lugar donde la ciudadanía tiene valor y el ciudadano tiene derechos. Trabajó durante ocho largos años por ese privilegio, formó una familia, se unió a una comunidad y creó un hogar. Su trabajo es valioso, como lo es el de innumerables otros inmigrantes que buscan la ciudadanía a través de la naturalización. Las leyes de este país pueden y deben respetar este proceso y garantizar que el voto sea un privilegio que tenga, y solo tenga, el ciudadano americano.


El Honorable Ken Blackwell es presidente del Centro de Integridad Electoral del America First Policy Institute. Anteriormente se desempeñó como Secretario de Estado de Ohio y Embajador de los Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. 

Hogan Gidley es director del Centro de Integridad Electoral del America First Policy Institute. Anteriormente se desempeñó como subsecretario de prensa en la Casa Blanca bajo la administración del Presidente Donald Trump.

Jorge Martínez es estratega de asuntos hispanos y portavoz del America First Policy Institute. Anteriormente se desempeñó como secretario de prensa en el Departamento de Justicia de los Estados Unidos

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