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La subida de impuestos propuesta por Biden tendría 3 significativas consecuencias

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Por Brad Polumbo

El presidente Biden está impulsando un paquete de 1.9 billones de dólares para enfrentar el COVID-19 que, según él, impulsará la economía. Pero un nuevo estudio advierte que otra política clave que ha propuesto Biden perjudicaría a la economía y tendría al menos tres consecuencias importantes para los trabajadores.

El presidente quiere aumentar el tipo del impuesto a las corporaciones del 21 % al 28 %. Argumenta que se trata de hacer que las grandes empresas “paguen su parte justa” y de aumentar los ingresos que el gobierno puede utilizar para ayudar a la gente.

Sin embargo, un informe publicado recientemente por la Fundación Tributaria, concluye que esto haría que el impuesto a las empresas de Estados Unidos, federal y estatal combinados, fuera del 32 %, el más alto entre los países desarrollados. Los expertos fiscales advierten que este cambio de política “perjudicaría la competitividad económica de USA y aumentaría el costo de la inversiones en el país”. Como resultado, los investigadores encontraron que el aumento del impuesto de sociedades propuesto por Biden reduciría el tamaño global de la economía, los salarios y eliminaría 159,000 puestos de trabajo.

“La subida de impuestos propuesta por el presidente Biden reduciría la producción económica americana en un momento en que necesitamos maximizar el crecimiento económico para alcanzar la tendencia de crecimiento del país antes de la pandemia y volver al pleno empleo”, concluye el informe.

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Argumenta que se trata de hacer que las grandes empresas “paguen su parte justa” y de aumentar los ingresos que el gobierno puede utilizar para ayudar a la gente. (EFE)

Como señala la Tax Foundation, los economistas consideran en general que el impuesto corporativo es una de las formas de tributación más perjudiciales para la economía, porque disminuye la inversión empresarial y los costos se trasladan en gran medida a los trabajadores y a los consumidores. 

“El hecho elemental es que las ’empresas’ no pagan ni pueden pagar impuestos”, explicó una vez el economista de libre mercado Milton Friedman, ganador del Premio Nobel. “Sólo las personas pueden pagar impuestos. Los funcionarios de las empresas pueden firmar el cheque, pero el dinero que envían a Hacienda procede de los empleados, clientes o accionistas de la empresa”.

Numerosos estudios de instituciones de primer nivel, como la Oficina Presupuestaria del Congreso y el American Enterprise Institute, han documentado directamente cómo la mayor parte (entre el 50 y el 70 %) de los costos derivados de las subidas de impuestos de las empresas recaen sobre los trabajadores a través de la reducción de sus salarios. (De hecho, seguramente no es una coincidencia que después de que el expresidente Trump y los republicanos del Congreso recortaran los impuestos de las empresas en 2017, los salarios aumentaran significativamente en 2018).

Así pues, el nuevo estudio de la Tax Foundation ofrece una confirmación empírica aún mayor de lo que la economía ya enseña sobre los fracasos de gravar a las “grandes empresas”: inevitablemente resulta contraproducente en detrimento de los trabajadores americanos y los consumidores.

Ninguna de las conclusiones anteriores sorprende al economista astuto. ¿Por qué? Porque un principio importante de la economía es entender la diferencia entre dónde se imponen los costos nominalmente y dónde se sienten realmente. Es un sub-ejemplo de lo que el economista Henry Hazlitt definió como principio clave en su libro La economía en una lección: la importancia de considerar no sólo las consecuencias directas y a corto plazo de las medidas políticas, sino también las indirectas y a largo plazo.

Hazlitt critica “la persistente tendencia de los hombres a ver sólo los efectos inmediatos de una política determinada, o sus efectos sólo en un grupo especial, y a descuidar la investigación de los efectos a largo plazo de esa política no sólo en ese grupo especial sino en todos los grupos”. Lo llama “la falacia de pasar por alto las consecuencias secundarias”.

“En esto radica casi toda la diferencia entre la buena economía y la mala”, escribe Hazlitt. “El mal economista sólo ve lo que le llama la atención inmediatamente; el buen economista también mira más allá”.

En nuestro ejemplo, la consecuencia directa de las subidas del impuesto de corporaciones es que las empresas tienen una factura fiscal más alta al año siguiente. La consecuencia secundaria es que la diferencia se resta del salario de los trabajadores a lo largo del tiempo. 

Comprender y prever este tipo de fallas es crucial para la elaboración de políticas sólidas, pero cuando se trata de aumentar el impuesto de corporaciones, Biden y sus compañeros demócratas no lo hacen. 

Si proceden de todos modos, la economía nos enseña claramente que no serán las “grandes empresas” las que se vean obligadas a “pagar su parte justa”; en realidad, los trabajadores pagarán el precio.

Foundation for Economic Education (FEE)

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