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La propuesta actual para pasar a una energía “verde” nos llevaría a la pobreza

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De Washington a Bruselas, los políticos de occidente se empeñan imponer una agenda “verde” de arriba hacia abajo a la comunidad científica y la industria. Cancelan voces disidentes e imponen un discurso único.

Infinidad de científicos y activistas ambientales apoyan en la prensa activista una transición acelerada a la energía verde como la solución a un cambio climático que atribuyen a la actual matriz energética global, pero la ciencia ha sido siempre un proceso descentralizado de conjeturas y refutaciones. Una transición energética del alcance de la que pretenden imponernos únicamente sería viable con dos condiciones:

  • Aplicando ciencia descentralizada con resultados sólidos, probados empíricamente y descartando errores.
  • Introduciendo al mercado nuevas tecnologías verdes económicamente más rentables que las que sustituyan.

La realidad es que en su nivel actual de desarrollo las tecnologías “verdes” que se empeñan en impulsar las agendas políticas de occidente no son muy respetuosas con el medio ambiente ni económicamente eficientes. Ciencia centralizada y estatizada, enormes subsidios y transferencias, “capitalismo” de compadres y dependencia geopolítica de la más contaminante entre las grandes economías de hoy, son algunas verdades inconvenientes tras el discurso “verde” de nuestros días

Durante la primera Guerra Fría los esfuerzos gubernamentales-centralizados de ciencia aplicada dieron notables frutos en occidente. La carrera espacial, además del aterrizaje en la Luna, hizo posibles una serie de tecnologías que de otra forma hubieran tardado más en surgir, de alimentos liofilizados hasta satélites de comunicaciones. Pero los procedimientos de prueba fueron claros,  abiertos y con opciones en competencia. Y mucho fue ciencia y tecnología descentralizada en competencia. Por citar lo obvio, infinidad de contratistas privados de la NASA compitiendo para aportar sus soluciones a un proyecto público centralizado.

Pero la rentabilidad económica posterior de las tecnologías de la era espacial fue un accidente afortunado, únicamente posible en economías de mercado. La carrera espacial era prestigio político y desarrollo militar paralelo. Lo que se exhibían mutuamente los Estados Unidos y la URSS eran capacidades de construir misiles balísticos intercontinentales para portar armas nucleares.

Lo que se nos pretende imponer hoy es mucho más costoso y sus implicaciones económicas mucho más profundas. Con la tecnología “verde” están prometiendo mucho más de lo que tecnológica y económicamente podría dar en su estadio actual de desarrollo.

El mundo ya ha pasado por grandes transiciones energéticas, primero del viento al carbón y el vapor, y luego al petróleo y la combustión interna. Las ciencias nos revelan que fueron transiciones de fuentes de energía de menor densidad a fuentes de mayor densidad. La transición solo se adelantó exitosamente cuando las nuevas tecnologías eran más rentables que las que desplazaban.

Con la “economía verde” se pretende ir en la dirección contraria. La transición que nos ofrecen desplazaría energías de mayor densidad y económicamente rentables, por energías de menor densidad y menor rentabilidad económica. La energía es la base material de toda la actividad económica. La máxima eficiencia energética posible es indispensable para un crecimiento económico sin el que sería imposible reducir la pobreza. Menos energía es menos actividad económica y más pobreza.

Las fuentes renovables generan actualmente cerca del 5% de la energía primaria. La inversión necesaria para que pasaran a ser las principales fuentes rápidamente tendría que ser subsidiada con más impuestos o más deuda en economías ya sobre-endeudadas, sobre-reguladas y sometidas a muy alta tributación. Eso implicaría reducir aceleradamente el nivel de vida de occidente y condenar a una pobreza abismal a las naciones subdesarrolladas. El coste geopolítico sería la total dependencia de China como fuente de materiales claves de la tecnología verde, como las tierras raras.

Pese a su mayor eficiencia energética de batería a rueda los mejores motores eléctricos todavía son menos eficientes que los motores de combustión interna en vehículos. Las mejores baterías para vehículos eléctricos tardan mucho más en recargarse que los combustibles líquidos o el gas natural. La energía eólica y solar tiene altos costes económicos, problemas de intermitencia e importantes impactos ecológicos ocultos. La energía nuclear –la que genera menos CO2 de todas– deja desperdicios radioactivos de costosa contención a larguísimo plazo.  

Guillermo Rodríguez is a professor of Political Economy in the extension area of the Faculty of Economic and Administrative Sciences at Universidad Monteávila, in Caracas. A researcher at the Juan de Mariana Center and author of several books // Guillermo es profesor de Economía Política en el área de extensión de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila, en Caracas, investigador en el Centro Juan de Mariana y autor de varios libros

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