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Teoría de género y el derrumbe de una sociedad que se niega a sí misma

teoría de género, El American

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Transcurría la audiencia de confirmación de la juez Ketanji Brown Jackson nominada por el presidente Biden a la Corte Suprema de Justicia, la senadora Marsha Blackburn, republicana de Tennessee, preguntó a la entonces candidata a la Corte: “¿Puede proporcionar una definición de la palabra ‘mujer’?” Jackson, aparentemente confundida, dijo que no podía dar una definición y argumentó: “No soy biólogo”. 

Es fundamental que Occidente reflexione sobre lo que está pasando en el mundo para que una abogada de Harvard, actualmente confirmada para ser parte de la Corte Suprema se declare incapaz de definir lo que es una “mujer” y, peor aún, que use como excusa el no ser “bióloga”.

Unos años atrás, en la generación de mis padres o abuelos, este episodio habría resultado inaudito e incomprensible. Hoy hay quienes comprenden la respuesta de Ketanji porque creen que, como dijo Simone de Beauvoir, “no se nace mujer, se llega a serlo”. Otros, no comparten esa idea pero están llenos de buenas intenciones y no quieren ofender a nadie, de modo que si la definición de “mujer” ofende, para ellos es mejor negarse a dar una respuesta. 

Hay que entender que las implicaciones de esto no son simples y vanos cambios en el lenguaje, como plantean algunos, sino que van a la raíz de lo que es la civilización occidental. Primero está la cuestión de un nivel de censura -incluyendo la autocensura- enfermizo y profundamente dañino. Es evidente que la inmensa mayoría de la población sabe que una mujer es un ser humano con cromosomas XX, es un hecho científico, no es una opinión. Pero la censura contra quienes expresan ese concepto básico de biología y el ambiente de buenismo totalitario es tal, que se ha hecho aceptable que una juez plantee no poder definir la palabra “mujer”. 

La verdad solo tiene lugar ahí donde se permite la libertad. Si esta minoría que pretende redefinir hasta lo más básico de la ciencia consigue apabullar a la mayoría mediante la censura y acusando a la gente de ser “mala persona”, si en las universidades se elimina cualquier tipo de debate, si se censuran los libros que llevan la contraria a esa minoría bullosa, ¿a dónde va a parar la ciencia? ¿Cuál es el futuro de esa búsqueda de la verdad que ha movido a Occidente? 

Esto no se trata de pelear por simples palabras, es una batalla contra la censura y por la libertad, sin la cual no hay verdad. 

En segundo lugar, lo que ocurre es la negación de nosotros mismos, es la destrucción de las bases de una sociedad. No hay nada de malo en ser mujer o ser hombre, no hay nada de malo en ser heterosexual, no hay nada de malo en creer que se nace XX o XY, no podemos negarnos a nosotros mismos y tampoco podemos ir en contra de la naturaleza. Cada persona puede y debe escoger la vida que quiera, pero hay una limitaciones físicas que la sociedad no puede ignorar porque nos van a conducir a una cadena de problemas que va a terminar muy mal. 

En los últimos días hemos visto lo que ha pasado en los deportes cuando las directivas de competencias han decidido negar todo lo que conocemos como realidad y poner a competir a hombres con mujeres. Podríamos estar presenciando el inicio del fin de los deportes femeninos, y todo eso ante los ojos de una mayoría que sabe que no es justo ni lógico pero que se queda callada por miedo a perder el trabajo o a ofender a alguien. 

¿Vamos a permitir que hombres que se identifican como mujeres vayan a cárceles femeninas o que los médicos no puedan saber el sexo de un paciente porque legalmente ha escogido lo que ha querido ser? Muchos son los problemas reales que se producirán en una sociedad en la que todo, incluyendo el ámbito legal, contradice a la realidad y se acomoda a los deseos de unos cuantos. Tal vez lo más importante: ¿vamos a permitir que los niños sean perturbados en su vida psicológica y afectiva con ideas de sexualidad expuestas en sus primeros años de colegio?

Históricamente Occidente ha protegido a los niños de una manera especial. Sabemos que incluso en sus épocas de adolescentes hay decisiones que son trascendentales y que no tienen la madurez para tomarlas, por eso en todos los países existe la figura de “mayoría de edad” y legalmente hay muchas cosas que los chicos no pueden hacer antes de ese punto. Sin embargo, hoy unos cuantos quieren borrar eso y hablar de sexo a niños de primaria, incluso llegando tan lejos como permitir que puedan tener terapias hormonales o cirugías que tendrán consecuencias irreversibles. 

Cómo es que la misma sociedad que entiende que un chico no tiene la madurez para ir a bares y consumir alcohol, para conducir, vivir solo o ir a votar, hoy permite que a chicos de primaria se les hable de teoría de género y se les apliquen hormonas… Lo que ocurre es la destrucción los fundamentos de Occidente.

En este punto hay que aclarar un asunto que ni siquiera debería ser necesario poner sobre la mesa, pero ante la ola de desprestigio con la que atacan los neomarxistas es pertinente. El problema no son las decisiones personales que toma cada individuo en su vida privada, la defensa de la libertad es también la defensa del derecho a tener la vida sexual y sentimental que cada adulto considere. 

Sumado a eso, la tolerancia y la empatía son virtudes fundamentales en una sociedad, pero no se debe confundir el respeto por una persona con el respeto por unas ideas. Cada persona merece respeto aunque esté equivocada, cada persona debe ser tratada dignamente aunque tenga una visión diferente a la nuestra. Con más razón si alguien es conservador y basa su vida en ideas provenientes de la religión, la tolerancia y el amor por el prójimo deben ser prioridad. Sin embargo, todo lo anterior no quiere decir que se deba aceptar en silencio hasta los errores más evidentes del otro. No es éticamente correcto que una mayoría deje de hablar de un asunto científico cómo la definición de “mujer” por  evitar ofender a alguien. Mucho menos es correcto que se permita la sexualización de niños, por el miedo a no ser tolerantes con unas minorías.

Estos asuntos, como se ha visto en los últimos tiempos -donde padres de cualquier ideología política se unen para evitar que sus hijos sean adoctrinados-, no tienen que ver con partidos políticos, tienen que ver con valores como la libertad y la tolerancia, libertad para que alguien pueda pensar una cosa, pero también libertad para que otro diga abiertamente que esa no es la verdad y que la ciencia dice lo opuesto. Y tienen que ver con el anhelo de un mundo mejor, un mundo que no sacrifique a la ciencia, un mundo donde no se odie al que piensa diferente, un mundo donde no se le quite la inocencia a los niños y no se le arrebate a los padres el derecho a educarlos.

Vanessa Vallejo. Co-editor-in-chief of El American. Economist. Podcaster. Political and economic analysis of America. Colombian exile in the United States // Vanessa Vallejo. Co-editora en jefe de El American. Economista. Podcaster. Análisis político y económico de América. Colombiana exiliada en EE. UU.

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