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Estados Unidos debe asumir su liderazgo y apoyar a sus aliados

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«Tenemos un serio compromiso para que Taiwán pueda defenderse a sí mismo», dijo en una entrevista con NBC News el secretario de Estado, Anthony Blinken. Y no fue una vez. Blinken lo resaltó dos veces: «Tenemos el compromiso de asegurarnos de que Taiwán tenga la habilidad de defenderse a sí mismo». La frase es alarmante.

Las hostilidades entre Taiwán y China han aumentado desde que Biden llegó a la Casa Blanca. El régimen comunista podría estar aprovechando lo que se ve como una clara fragilidad de una nueva administración que no se opondrá al avance de la aplanadora asiática. Lo último y más aterrador es que desde Pekín se planea una invasión a Taiwán, como ha trascendido a la prensa y ha sido alertado por el almirante Philip Davidson, el militar americano de más jerarquía para el Pacífico.

China es hoy la mayor amenaza que enfrenta el mundo libre. Es, en consecuencia, el principal adversario de Estados Unidos. Y en la guerra por conquistar espacios, va ganando. Vea, primero, las principales agencias internacionales, ahora más al servicio de Pekín que de Washington. Pero vea, también, aquellos espacios como Hong Kong que hasta hace pocos meses eran santuario de prosperidad y desarrollo de las ideas que Estados Unidos defiende. Tomados por China.

La pérdida de Hong Kong es una tragedia de proporciones monumentales. Era una región aliada de Estados Unidos y la Casa Blanca no ha hecho mucho para que paguen los responsables de ese secuestro.

Y hoy, ante la duda de qué haría Washington frente a una inminente invasión China a Taiwán, la respuesta de Blinken es que tiene «el compromiso de que Taiwán pueda defenderse a sí mismo». ¿Qué significa eso? Quizá cuando lo descubramos ya sea demasiado tarde para los ciudadanos de la isla.

Sin caer en posturas belicistas, hay un principio que debemos defender: Estados Unidos tiene el deber de acompañar a sus aliados. Y no se trata de gestiones altruistas. Por el propio interés nacional —hasta económico para Estados Unidos— conviene un mundo donde impere la libertad y donde las tiranías las pasen mal. Hoy no vivimos en ese mundo.

China da pasos tajantes y continúa avanzando. La influencia del Kremlin se desarrolla e Irán se frota las manos con la posibilidad de retomar el nefasto acuerdo nuclear. Ni hablar de las dictaduras caribeñas, que lucen más consolidadas que nunca.

Mientras, minorías siguen siendo mutiladas en China y los hongkoneses pierden su libertad. Israel teme el fortalecimiento de los ayatolás y los libertarios latinoamericanos luchan solos contra el Goliat del comunismo.

Perder Taiwán no es un lujo que hoy se pueda dar el mundo libre. En parte porque son nuestros aliados y porque su gente merece más que nunca nuestra compañía; y en parte porque esa pérdida daría cuenta del triunfo del régimen chino, que cada día se fortalece más.

Estados Unidos es el último valuarte de la libertad, es también el país más poderoso, es hacia donde miran los gobernantes del mundo antes de tomar una decisión. No puede tener una posición tibia o indiferente frente a los enemigos de los valores occidentales. No se puede ir cediendo terreno, so pretexto de mantener la diplomacia, arriesgándonos a terminar en una guerra —como los demócratas, por dóciles, terminan siempre llevando a su país como última opción—. Mientras el Gobierno americano no tiene una posición clara, el Partido Comunista Chino y los enemigos del mundo libre avanzan.

Estados Unidos debe pararse firme ante quienes amenacen a sus aliados. Pesa sobre los hombros de Joe Biden la responsabilidad de apoyar a quienes aún confían en la voluntad de la mayor potencia del mundo de impedir el avance de las tiranías por el mundo. Es imperativo.

The Editorial Board

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