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3 peligros en el pantano de la pandemia

Más de un año en el pantano de la pandemia. Imagen: EFE/EPA/NEIL HALL

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Estamos hundidos en el pantano de la pandemia, esforzándonos por avanzar en medio del dolor, del luto y de la impotencia ante una enfermedad que nos recuerda dramáticamente la realidad de nuestras limitaciones como raza humana. Además de los graves costos médicos, la pandemia genera 3 graves peligros a nivel social: el autoritarismo, la violencia y la desesperanza.

Hace un año, la pandemia parecía algo muy lejano y fácilmente controlable; sí, se hablaba en Internet acerca de las drásticas medidas de contención lanzadas por el Gobierno chino en la provincia de Wuhan, pero no nos las imaginábamos en nuestros propios países.

Nuestras referencias mentales eran las de la pandemia de SARS en 2002-2003, o en todo caso, la influenza AH1N1 del 2009, que fueron contenidas de manera relativamente rápida y estaban bajo control unos 6 meses después. Sin embargo, iniciamos febrero del 2021 enfrentando confinamientos casi tan drásticos como los que marcaron el 2020, encerrados en casa escuchando a dos voces las noticias esperanzadoras de la vacunas y el llanto de dolor de nuestros amigos y familiares por los seres queridos que mueren todos los días.

A un año de distancia queda claro que el Covid-19 es un pantano. Resulta mucho más disruptivo de lo que originalmente pensamos y sus efectos tienen la potencia para marcar a nuestra sociedad mucho más allá del corto plazo.

En algunos casos el cambio puede ser positivo, por ejemplo, al potenciar la cultura del trabajo a distancia e incentivar estrategias de horarios escalonados que resuelvan el grave problema de contaminación y congestión vial en las grandes ciudades. Sin embargo, hay otros aspectos que resultan francamente peligrosos y cuyo riesgo aumenta conforme el avance de la pandemia debilita emocional y económicamente a personas e instituciones, sumidas en el pantano de una crisis que va para largo.

La tentación autoritaria

Murray Rothbard explicaba que “la guerra es la salud del Estado” en el sentido que, bajo el pretexto de la crisis generada por el conflicto bélico, los gobiernos pueden impulsar medidas que sus ciudadanos jamás habrían aceptado en tiempos normales. Algo similar ocurre con el pantano de la pandemia: El temor a la muerte y los dolorosos casos de contagio a nuestro alrededor nos vuelven más susceptibles a recibir como un manto protector a la tiranía del Estado.

Dependiendo de los países, esta inflamación gubernamental ha incluido desde propagada y nudges en favor de la sana distancia, hasta confinamientos obligatorios con todo y policías que irrumpen en las casas para impedir reuniones que incumplan las reglas. En buena parte del mundo el cierre de comercios ha provocado graves efectos económicos, y también ha sentado un grave precedente: Que el Gobierno tiene la autoridad para definir qué sectores económicos son “esenciales” y cuáles no.

Una vez adquiridos estos poderes que le permiten al gobierno obligar a la gente a quedarse en casa y a perder su sus empleos y empresas, los políticos tendrán muchas menos dificultades para repetir dichas medidas en el siguiente caso que puedan proyectar como una emergencia.

Esa tentación autoritaria no solo afecta los gobiernos nacionales. Casos trágicos, como el del anciano que falleció en España cuando trataba de escapar tras ser aislado en un hospital a pesar de que no tenía Covid-19, se repiten por miles en todo el mundo. De forma similar, las autoridades locales, deseosas de ejercer su poder y demostrar están trabajando interfieren en forman muchas veces contraproducentes en la vida de sus comunidades, ya sea impidiendo que los comensales vean la tele o colocando “retenes” sin otro sentido que el de hacerle la vida pesada a los ciudadanos y poner en grave riesgo a los propios servidores públicos.

Entre la indignación, la protesta y la violencia

Las movilizaciones en contra de los confinamientos han ocurrido desde Ámsterdam hasta Michigan y desde Londres hasta Beirut, ocasionalmente degenerando en violencia. Incluso en aquellos países donde la inconformidad no se ha manifestado en movilizaciones masivas, el enojo continúa acumulándose: Los empresarios que perdieron el trabajo de su vida y la dignidad de su trabajo al ser catalogados como “no esenciales”, los trabajadores que perdieron su empleo y ahora no tienen como alimentar a su familia, los deudores que no pueden pagar la hipoteca o la tarjeta de crédito y que ahora enfrentan la ira de los bancos.

Todos ellos están enojados, aunque todavía no sean capaces de articular o canalizar ese enojo. En dichas condiciones basta que alguien encuentre el modo encender las pasiones en el pantano de la pandemia para que una situación mala se vuelva mucho peor. No deberá sorprendernos en los próximos meses observemos nuevas escenas de protestas y de violencia política, que surgirán bajo el pretexto de causas muy distintas, pero compartirán el motivo subyacente de la desesperación.

Las vacunas podrán sacarnos del pantano del Covid-19, pero los problemas de distribución abonan a la desesperanza. EFE/Quique Garcia/Archivo
Las vacunas podrán sacarnos del pantano del Covid-19, pero los problemas de distribución abonan a la desesperanza. EFE/Quique Garcia/Archivo

En el pantano, la desesperanza

La pandemia provoca muerte y dolor, la respuesta de las autoridades (necesaria o no) genera crisis y desempleo. Todo ello crea impotencia, y de esa impotencia se alimenta el monstruo de la desesperanza.

La desesperanza es el más grave peligro de esta crisis en el pantano del Covid-19, y pareciera no estar en el foco de la conversación. Ocasionalmente se habla de la “fatiga de Zoom” y el agotamiento provocado por la pandemia, pero todavía estamos muy lejos de entender el pleno impacto de la desesperanza en las vidas de miles de millones de personas, cuya vulnerabilidad no sólo tendrá efectos ruinosos en sus proyectos de vida y relaciones interpersonales, sino que representa un campo de cultivo peligrosamente adecuado para los demagogos y los charlatanes.

La semana pasada comentábamos creo que las lealtades tradicionales están erosionando. Añadamos a dicha realidad las complicaciones resultantes de la pandemia y nos encontraremos con multitud de personas que buscan con creciente desesperación un sentido para sus vidas y un camino para sus esfuerzos. Millones han perdido el sentido, y se aferrarán con uñas y dientes a quien les ofrezca devolverles el rumbo. Volteemos a los libros de historia y veremos que eso no suele acabar bien.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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