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La tragedia de un año nuevo cubano

Cuba

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Para la mayoría de los cubanos, el día de año nuevo viene con emociones mezcladas. Por un lado, la ocasión de despedir el año que se va y dar la bienvenida a uno nuevo, se celebra con alegría como es costumbre en la mayor parte del mundo.

Al mismo tiempo, un grado de tristeza envuelve a los cubanos. Ese día se produjo la aberración histórica de la toma de posesión comunista de Cuba. La aclamación de ser esta una guerra de guerrillas, revolucionaria épica, de tipo de liberación nacional, que fue ganada militarmente y consumada para superar la pobreza abyecta, las injusticias sociales y las reivindicaciones neocoloniales en Cuba es fraudulenta y parte de la farsa historiográfica que la extrema izquierda ha hecho creer a gran parte del mundo. El engaño integral y la desinformación galopante han sido los pilares fundamentales del castrocomunismo desde sus inicios.

La tiranía“, comentó la eminente politóloga y ex embajadora de las Naciones Unidas, Jeanne Kirkpatrick, “sólo prospera con el engaño” (Kirkpatrick 138). Desconocido para la mayoría de los no-cubanos, no se libraron grandes batallas militares en la campaña guerrillera de dos años (1956-1958) para derrocar el régimen autoritario de Fulgencio Batista, solo hubo escaramuzas.

Sí se concretaron muchas actividades terroristas, como la explosión de bombas en teatros, tiendas y escuelas en los centros urbanos. Pero eso no impidió que la economía cubana tuviera su año económico más exitoso en 1957, desde el inicio de la República. El colapso del régimen de Batista tuvo más que ver con factores internacionales que con una derrota militar por el ejército rebelde de Castro. El romance asociado con un proceso de poder político revolucionario popular “tipo asalto a la Bastilla” nunca se produjo.

Las variables que más influyeron en el colapso del Gobierno de Batista fueron una estrategia de desinformación bien programada organizada por la Comintern (Internacional Comunista), las subsiguientes entidades de la inteligencia soviética, ciertos medios de comunicación y factores internacionales. Entre ellas, las que produjeron los mayores dividendos para el propósito del comunismo fueron los efectos de la desinformación de gran alcance al penetrar en las instituciones republicanas de Cuba (sindicatos y partidos políticos), los organismos gubernamentales de los Estados Unidos, en particular el Departamento de Estado, la cobertura de noticias falsas en los medios de comunicación por parte de periódicos como el The New York Times y el consiguiente embargo de armas por parte de la Administración Eisenhower.   

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Exposición fotográfica para turistas y residentes en Santiago de Cuba 2018. (EFE)

La verdad es que las ansias del Comunismo Internacional de afianzarse en el hemisferio occidental no comenzaron con la oportunidad que se presentó en 1956 para derribar a un caudillo de izquierda como Batista. Cuba tenía un partido comunista formal ya desde 1925. Además, según documentos de inteligencia recientemente obtenidos de la República Checa (entonces Checoslovaquia) y relatados en el brillante libro El soviet caribeño de César Reynel Aguilera, ya para diciembre de 1919, los soviéticos tenían una presencia comunista dentro de Cuba con el propósito subversivo de tratar de obtener el poder político (Aguilera, locación 198 Kindle).    

Ion Mihai Pacepa, ex teniente general de la Securitate, la policía secreta de Rumania comunista, y el desertor de más alto rango del antiguo bloque socialista, declaró categóricamente que, “durante la Guerra Fría, más personas del bloque soviético trabajaron para la maquinaria de desinformación que para el ejército y la industria de defensa soviéticos juntos” (Pacepa, locación 837 Kindle). Este agresivo y bien planeado esquema de falsificación de datos e información fue precisamente lo que abrió la puerta al poder para el Movimiento 26 de Julio (“26/7M”) que encabezaba Fidel Castro, uno de los tres grupos de la coalición que luchaba contra el régimen autoritario de Batista.

Los ojos, los oídos y los datos resultantes presentados a la Administración Eisenhower sobre Cuba, Castro y el 26//M fueron preparados y filtrados principalmente por dos personas del Departamento de Estado: Roy Rubottom, Secretario Adjunto de Estado para Asuntos Interamericanos, y William Wieland (a/k/a Arturo Montenegro), director de la Oficina de Asuntos Caribeños y Mexicanos. Ambas figuras ofrecían opiniones benignas sobre los hermanos Castro, desafiando a las fuentes de inteligencia americana que conectaban a Fidel Castro con lazos comunistas que se remontan al asesinato del líder liberal colombiano, Jorge Eliécer Gaitán en 1948 y los consiguientes disturbios conocidos como el “bogotazo”.

Rubottom y Wieland, durante el testimonio ante el Senado tras la adquisición del poder por los comunistas en Cuba, fueron identificados por numerosos testigos, como el Embajador de los Estados Unidos en Cuba, Earl E. T. Smith, y el diplomático americano William D. Pawley, como los culpables de presentar relatos y afirmaciones falsos sobre las conexiones comunistas de Castro al Gobierno de los Estados Unidos. Smith y Pawley fueron solo dos de un gran coro de testigos expertos que contradijeron las afirmaciones desacreditadas de Rubottom y Wieland.    

Otro importante elemento de desinformación fueron las tres entrevistas en primera plana y el reportaje posterior de Fidel Castro por el periodista Herbert Matthews para The New York Times a partir de febrero de 1957. Matthews presentó al público americano una imagen alterada de la realidad. Primero, dio relatos ficticios del número de soldados rebeldes que presenció.

Consistentemente, Matthews le dijo al pueblo americano que no había ni una pizca de comunismo dentro del movimiento de Castro, una hazaña fabricada que continuó incluso después de que el propio tirano cubano admitiera públicamente que era comunista. Muchos lo han comparado correctamente con Walter Duranty, otro corresponsal del Times recordado infamemente por ser un apologista de otro dictador comunista. En ese caso, la admiración era por Stalin. Anthony DePalma, otro reportero del The New York Times, no se equivocó cuando tituló un libro de investigación que escribió indagando el encubrimiento del pasado de Castro por parte de Matthews: El hombre que inventó a Fidel (Public Affairs 2007). Otros medios de comunicación americanos siguieron el ejemplo de la cobertura favorable que el enamorado Matthews dio al comunismo cubano en su etapa precoz.

Consecuentemente, los informes exagerados contra el régimen de Batista, la negación de la afiliación comunista y las credenciales democráticas dadas a Castro por el citado personal del Departamento de Estado y las entrevistas y reportajes del Matthews en el Times, convencieron a la Administración Eisenhower de que Batista tenía que irse. El 14 de marzo de 1958, los Estados Unidos emitieron un embargo de armas contra el Gobierno cubano. Esto fue un golpe psicológico severo al régimen de Batista. Esto fue especialmente así, ya que vino acompañado por un cabildeo agresivo por parte de los oficiales americanos sobre otros vendedores internacionales de armas presionándolos a seguir el ejemplo.

Earl E. T. Smith, el mencionado embajador de los Estados Unidos en Cuba en ese momento, detalla maravillosamente en su clásico, El Cuarto Piso, cómo el Gobierno americano ejerció una presión monumental sobre Batista para que abandonara el poder rápidamente. El 1 de enero de 1959, aproximadamente a las 2:00am, Batista renunció, y se estableció un gobierno provisional como dictaba la Constitución cubana de 1940 (Smith 187). Poco después, Batista, sus asesores más cercanos y miembros de su familia, dejaron Cuba. Con ellos y el consiguiente vacío de poder, así cayó la República.

Fidel Castro y su íntimo círculo de poder escondieron al mundo su inclinación marxista y sus lazos con los soviéticos. En menos de dos años, el castrocomunismo había establecido un régimen totalitario. En 1961, Fidel Castro admitió públicamente que era marxista y que lo había sido toda su vida. El ejército constitucional republicano de Cuba, en el momento de la campaña militar de dos años, tenía una superioridad numérica de 100 a 1 con respecto a los rebeldes. La victoria de Castro y el comunismo fue asimétrica. La desinformación, tanto la de los servicios de inteligencia como la de los medios de comunicación y la diplomática, junto con el embargo de armas y su impacto psicológico, le extendieron a Cuba y, consiguientemente, a toda América Latina, un gran daño.    

Julio M Shiling, political scientist, writer, director of Patria de Martí and The Cuban American Voice, lecturer and media commentator. A native of Cuba, he currently lives in the United States. Twitter: @JulioMShiling // Julio es politólogo, escritor, director de Patria de Martí y The Cuban American Voice. Conferenciante y comentarista en los medios. Natural de Cuba, vive actualmente en EE UU.

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