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La tragedia de los niños migrantes es una culpa regional

Imagen: Unsplash

La tragedia de los niños migrantes, multiplicada en medio de la crisis migratoria desatada por la retórica confusa, engañosa y manipuladora del Partido Demócrata en cuanto a abrir las fronteras, es algo profundamente indignante. Todos los gobiernos de la región comparten la responsabilidad del desastre, que se ha convertido en la estampa más evidente del absurdo de la política migratoria de los Estados Unidos.

Todos hemos visto las desgarradoras imágenes de los centros de procesamiento de migrantes ilegales, establecidos por el Gobierno de Estados Unidos en localidades como Donna, Texas, donde miles migrantes ilegales viven largos periodos de tiempo en instalaciones cuya capacidad está claramente sobrepasada (a veces hasta en 1,000 %), mientras que otros quedan retenidos, literalmente abajo de puentes, sin la atención o infraestructura adecuada.

Los vídeos y fotografías obtenidos por medios de comunicación y activistas como James O’Keefe, de Project Veritas, nos revelan una enorme tragedia administrativa y humanitaria que, además, fue detonada por la irresponsable retórica de los demócratas, quienes durante años han coqueteado con la idea de legalizar a todo aquel que llegue a la frontera, pero luego no cumplen sus promesas.

Eso bastaría para hervir la sangre, pero las cosas, en realidad, son peores. De hecho, para quienes llegan vivos a uno de estos centros de detención, la incomodidad de no tener aire acondicionado o condiciones adecuadas es un destino comparativamente menos cruel que el de los miles de personas que se pierden en el camino.

Quizá el caso más claro es el del pequeño Wilton Gutiérrez, que se volvió muy conocido tras el vídeo en el que aparece llorando luego de ser abandonado en territorio americano por los traficantes de personas. Tiempo después, nos enteramos de que el niño era de origen nicaragüense y que no había caminado solo desde su país hacia el sueño americano, sino que originalmente viajaba en compañía de su madre y ambos fueron secuestrados por un grupo de criminales, que demandaron 10,000 dólares para liberarlos.

Como la familia de Wilton en Florida solo consiguió 5,000, los traficantes solo liberaron al niño, mientras que su madre sigue perdida en algún lugar de México. Miles de hombres y mujeres tienen historias similares. Muchos nunca logran llegar a la frontera porque en el camino caen en manos de traficantes. Sin embargo, quienes tengan suerte, eventualmente serán liberados tras el pago de un rescate, pero muchos más (aquellos que no tengan forma de afrontar el costo de su liberación) serán esclavizados y/o asesinados, desapareciendo en alguna de las miles de fosas clandestinas que han convertido a México en un cementerio.

Los culpables de la tragedia de los niños migrantes

Tragedia de los niños migrantes, El American
“Mientras tanto, la tragedia de los niños migrantes seguirá siendo una culpa regional de la que todos los gobiernos son responsables”. (EFE)

Primero, los gobiernos centroamericanos. Durante décadas los gobernantes de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua han sido notoriamente violentos, corruptos e incompetentes. El resultado es que la región se ha convertido quizá en la más violenta del mundo, mientras maras y cárteles consolidan su dominio, obligando a millones de personas a buscar refugio en otros países. Ahora el Gobierno de los Estados Unidos pretende reducir el flujo migratorio a través de transferencias económicas a dichos países, pero eso no va a servir de nada.

Básicamente será un “premio” para la incompetencia de los políticos, que se encargarán de “hincar el diente” en esos recursos, sin resolver la crisis, porque el problema raíz de Centroamérica no es la pobreza, sino la violencia y la falta de un Estado de derecho que se deriva, en primer término, de esos gobiernos fallidos. En pocas palabras, no necesitan dinero, necesitan poner orden para que las personas puedan estar tranquilas sin el acoso de los criminales.

Segundo, el Gobierno de México. También desde hace décadas los gobiernos mexicanos se han caracterizado por su corrupción e incompetencia. El resultado es que un gran porcentaje del territorio mexicano no es controlado por el gobierno, sino por cárteles que inicialmente vendían drogas y ahora se han expandido hacia toda clase de actividades ilícitas, incluyendo por supuesto, el tráfico de personas.

El desorden en la zona norte del país vuelve peligrosas hasta las carreteras de cuota y coloca a los migrantes en una situación de vulnerabilidad, transformándolos en un mero producto para las mafias del crimen organizado, que los reclutan, los secuestran o directamente asesinan, todo ante la mirada impotente (o cómplice) de policías y gobernantes.

Tercero, el Gobierno de Estados Unidos. Igualmente, durante décadas las autoridades americanas han construido un sistema migratorio esquizofrénico, que dificulta hasta el punto del absurdo la migración legal mientras mantiene incentivos oficiales o tácitos para el cruce ilegal. A esto debemos añadir el doble discurso que juega con las esperanzas de millones de personas haciendo creer que una vez que logran cruzar la frontera, podrán quedarse en América.

Trump había logrado reducir drásticamente el flujo migratorio al ser claro con las personas (tanto en el discurso como en la política pública) respecto a que los migrantes ilegales no serían bienvenidos. Mientras que aquellos que pretendieran una solicitud de asilo tendrían que cumplir con el perfil estricto que requiere la ley americana para brindar dicho apoyo.

Biden, por el contrario, envió mensajes encontrados que la gente entendió como un llamado para lanzarse a la frontera. El resultado fueron más de 170,000 arrestos realizados por las autoridades americanas durante el mes de marzo. Solo Dios sabe cuántos miles más se perdieron en el camino y ahora están en las manos sangrientas de los traficantes.

La mezcla de impunidad, desorden e ineptitud burocrática son causa de la tragedia de los niños migrantes. La frontera México-Guatemala ejemplifica esos problemas. Imagen: EFE/ Juan Manuel Blanco
La mezcla de impunidad, desorden e ineptitud burocrática son causa de la tragedia de los niños migrantes. La frontera México-Guatemala ejemplifica esos problemas. Imagen: EFE/ Juan Manuel Blanco

A contener la tragedia

El 13 de abril, el presidente mexicano López Obrador explicó la decisión de su Gobierno en el sentido de volver a intensificar los trabajos para impedir la llegada de migrantes centroamericanos a través de la frontera con Guatemala y señaló que “[…] vamos a cuidar a los niños […] los traficantes de indocumentados, que es una mafia o varias mafias, están utilizando a los niños y esto es una gravísima violación de derechos humanos”. Tiene razón

Y también tiene razón cuando sentencia que las mafias “están utilizando a los niños porque, de acuerdo a la legislación, con niños no los pueden regresar y entonces se está dando el caso de que se quedan los niños solos, abandonados, porque nada más los utilizan […] aprovecho para decirle a los hermanos centroamericanos […] que nos ayuden para que no se utilice a los niños en esta situación migratoria.”

La explicación del presidente López Obrador es correcta y lógica, pero la solución de fondo para el problema migratorio va mucho más allá de mover 10,000 guardias nacionales a la frontera entre México y Guatemala o 10,000 millones de dólares de las cuentas del gobierno de Washington a los de Centroamérica. Es necesario desmantelar todo el sistema de incentivos perversos que han convertido al tráfico de personas en un negocio para los delincuentes y a la migración en un callejón burocrático.

Mientras tanto, la tragedia de los niños migrantes seguirá siendo una culpa regional de la que todos los gobiernos son responsables.

Gerardo Garibay Camarena, is a doctor of law, writer and political analyst with experience in the public and private sectors. His new book is "How to Play Chess Without Craps: A Guide to Reading Politics and Understanding Politicians" // Gerardo Garibay Camarena es doctor en derecho, escritor y analista político con experiencia en el sector público y privado. Su nuevo libro es “Cómo jugar al ajedrez Sin dados: Una guía para leer la política y entender a los políticos”

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