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Tras la compra de Twitter por parte de Elon Musk, cada semana aparece un nuevo vicio oculto en la red social que apuntala la suposición de que Twitter, más que una empresa dedicada a sus usuarios, era un agente político supeditado a una ideología. El último caso ha sido el comportamiento anómalo de las cuentas privadas, función popularmente conocida como “el candado de Twitter”.
Tras pagar la altísima cifra de 44 mil millones de dólares por la red social, Elon Musk se encontró con una empresa disfuncional y quizás inviable, enmarañada en intrigas políticas que nada deberían tener que ver con el funcionamiento normal de una red social.
En primer lugar heredó una plantilla sobredimensionada, teniendo que echar a muchísimos empleados. No solo se trataba de que tuviera más empleados de la cuenta cuya redundancia sirviera para apuntalar tareas importantes, sino que muchos de estos cumplían funciones meramente ideológicas y no actuaban bajo criterios técnicos o de productividad.
Que tras realizar despidos masivos y apenas contratar un puñado de ingenieros y perfiles técnicos la plataforma haya seguido funcionando con normalidad —e incluso de forma más fluida— sería la confirmación de que muchos empleados solo estaban allí para coartar la libertad de expresión.
En segundo lugar, y relacionado con lo primero, Elon Musk se topó con los Twitter Files, esto es, los documentos que demostraban que los equipos de empleados de Twitter creaban listas negras, evitaban que algunos tweets y hashtags se convirtieran en tendencia y limitaban activamente la visibilidad o incluso bloqueaban las cuentas de “disidentes”, siendo el caso más paradigmático el de la cuenta del expresidente Donald Trump.
El afán de Twitter por coartar la libertad de expresión afectaba sistemáticamente a cuentas de “derecha”, mientras que los esfuerzos por controlar el flujo de información y maquillar cuestiones polémicas casi siempre se realizaban para favorecer a la izquierda.
Parece evidente que estas irregularidades no eran fruto de la incompetencia o la negligencia de los empleados, sino que eran el resultado de una acción ideológica coordinada, máxime cuando en las investigaciones de los Twitter Files se descubrieron probables vínculos con los demócratas y agencias gubernamentales afines a estos.
El candado de Twitter
La última anomalía con la que se ha encontrado Elon Musk esta misma semana ha sido que muchos usuarios se dieron cuenta de que si cambiaban su cuenta de pública a privada, su visibilidad aumentaba exponencialmente.
En principio, los tweets de una cuenta pública pueden ser retuiteados y vistos por cualquiera, mientras que a los de una cuenta privada (con candado) solo pueden acceder los seguidores de la misma.
Lo que al principio parecía un rumor o un posible bug, se convirtió en una tendencia, con miles de cuentas haciendo la prueba de ponerse en privado para automáticamente verificar que, efectivamente, sus posts tenían un alcance infinitamente superior entre sus seguidores, llegando a aparecer en el timeline de personas que llevaban meses o años sin ver un solo tweet de las cuentas que antes estaban como públicas.
El propio Elon Musk se hizo eco de esta anomalía y puso su cuenta en privado para confirmar el bug.
Aunque aún sigue investigándose el problema, todo apunta a que es otro regalo envenenado dentro del código que dejó la anterior gerencia y, dados los precedentes, es muy posible que más que un bug que afecta a todas las cuentas en general, en realidad se trate de una “característica” que afectaría a las cuentas sospechosas de ser de la ideología contraria a la anterior directiva.
El cúmulo de problemas que le han encasquetado a Elon Musk en la compraventa de Twitter parecen dignos de considerarse como vicios ocultos, y ponen en entredicho la buena fe de la parte vendedora, tanto en el momento de la venta como durante la gestión de una compañía a la que convirtieron en el brazo ejecutor de la censura y la propaganda izquierdista.
Mientras seguimos descubriendo las trampas ocultas de las que estaba plagada Twitter, sigue creciendo la sombra de la sospecha sobre el resto de Big Techs y empresas de comunicación, que muy probablemente también estén trufadas con estas triquiñuelas izquierdistas pensadas para laminar la libertad de expresión.
Ignacio Manuel García Medina, Business Management teacher. Artist and lecturer specialized in Popular Culture for various platforms. Presenter of the program "Pop Libertario" for the Juan de Mariana Institute. Lives in the Canary Islands, Spain // Ignacio M. García Medina es profesor de Gestión de Empresas. Es miembro del Instituto Juan de Mariana y conferenciante especializado en Cultura Popular e ideas de la Libertad.
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